Me sentía agobiada, no sabia que hacer con mis manos, con mi mente, porque claro, con el cuerpo atado a esta silla solo podía estar ahí sentada, nada más. No sabía porque estaba allí, bueno, en verdad sí, todo tenía que ver con mi padre y los chanchullos que dejó en movimiento antes de morir, bueno, "morir", porque todos sabíamos que seguramente estaba en alguna isla perdida de algún rincón del mundo con todo el dinero que había robado o conseguido del narcotráfico.
De repente, escuché sonidos tras la puerta. Había llegado mi momento. Poco a poco se fue abriendo la puerta y entraron dos hombres junto a una mujer, alta, morena, vestida de rojo, y con una gafas de sol ridículamente enormes, demasiado para sus mejillas tan rellenas de botox.
-Vaya, veo que ya no tienes escapatoria aquí eh, Juliet- dijo con una desagradable voz aquella mujer.
-Muerete-Le escupí. Si, era un poco...Mmm...¿Cuál es la palabra exacta? Borde. Sí, era borde, pero era justo lo necesario.
-Eres asquerosa pequeña niñata. Chicos desatadla y llevadla al tanque, yo me voy a informar de su... rebeldía contra el sistema.-Salió.
Los dos chicos se quedaron a solas conmigo y ella dejó las llaves en la desgastada cerradura antes de irse. Se acercaron a mi con decisión y murmuraron algo en ruso "сука"...no se que significa pero tampoco quiero saberlo. Me desataron y me hicieron levantar bruscamente. Me quejé y ellos hicieron caso omiso. Me sacaron de la habitación y me llevaron al ascensor. Antes de entrar se produjo esa especie de silencio incómodo. Cuando llegó el ascensor fue mi momento. Me deshice de sus agarres y le agarre la pistola eléctrica al más grande usándola contra el otro mas menudo. Tiré el brazo del grandullón hacia atrás y mientras gemía de dolor le agarre la pistola, esta vez de balas, al pequeñín. Ahora yo tenía el poder. Usé la eléctrica para dormir al grandullón y me subí al ascensor hacia el parking para coger un coche, el que fuera.
