Parte Única

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Un niño de primaria, de unos seis o siete años, en plena clase de arte miró a su alrededor, observó que cada persona allí dentro estaba tan ocupada en sus propios asuntos; algunos de sus compañeros hacían la tarea pautada por su maestra muy obedientemente, otros simplemente hablaban entre sí, quizás todos un distraídos de lo que ocurría más allá de ellos. Por su parte la maestra se encontraba en los bancos de atrás ayudando a los niños que tenían dificultades para desarrollar las actividades que debían hacer.

Entonces aquel pequeño niño se acercó al escritorio de su ahora muy distraída maestra, y de la manera más casual e inocente que pudo tiró todos los botes de pintura que allí se encontraban. Todos se voltearon a verlo ante tremendo ruido, todas las miradas estaban nuevamente sobre él, toda la atención era suya y de nadie más, sonrió orgulloso de eso. Eso se sentía mucho mejor.

Su maestra dejó a los otros niños para acercarse corriendo a preguntarle qué había pasado; al enterarse de que el accidente había sido intencional, le dio una muy buena reprimenda y lo mandó a la oficina del director. Se lo había visto venir, después de todo, ya le habían dado muchas reprimendas con anterioridad por circustancias bastante parecidas.

Durante el receso tuvo que esperar afuera de aquella puerta ya tan conocida para él donde descansaba un cartel con la palabra “DIRECCIÓN”. Todos los niños, compañeros y demás de otros cursos, estaban más adelante, divirtiéndose, corriendo de aquí para allá, riendo fuertemente.

Como siempre el tan solo, él solo los observa con atención, de rodillas en el suelo ambas manos echas puños sobre su cabeza, castigo que le impusieron, el simplemente anhelaba la misma cercanía que tenían todos los demás, quería correr con alguien más y jugar en la resbaladera. Quería un amigo, quien fuera.

Con el paso de los años solían hablar bastante de él, no solo los maestros también los demás niños. Era el “revoltoso”, el “malcriado”, y la razón principal por la cual no tenía amigos: es “la mala influencia”, las madres solían decirle eso a sus hijos, ellas empeñadas en que sus propios hijos no fueran corrompidos por tales actitudes. El seguía en aquella escuela pues sus padres pagaban grandes sumas de dinero para evitar la humillación que tendrían al saber que su hijo fue expulsado de la escuela, esto se debía a las tantas veces que visitaba la dirección.

La amplia oficina conocida para todos los estudiantes como “dirección” estaba estratégicamente colocada frente al patio de juegos. Por su parte él durante los recesos los “disfrutaba” castigado, los niños solían verlo todo el tiempo frente aquella puerta, ya lo reconocían. Siempre de rodillas con ambas manos sobre su cabeza, un poco cabizbajo. Siempre solo.

A los ocho años comenzó a notar a otro niño que de la nada había tomado la costumbre de observar con curiosidad siempre que rondaba por allí, al principio era disimulado, pero después de un tiempo solía pararse en la puerta que separaba el campo de juegos con el pasillo donde estaba la oficina para hablarle.

Todo comenzó con un “hola”, una simple palabra que provocó que ya no pasar la mayoría de sus recesos solo. No jugaba porque casi siempre se lo tenían prohibido, pero hablaban por todo lo que duraba su tiempo libre.

-¿Porque no estás jugando con tus amigos?… Honestamente no entiendo porque me hablas a mí- hacía días que estas palabras rondaban en su cabeza.

-Soy nuevo en esta escuela… Al principio nadie queria hablar conmigo… Además las escondidas son simplemente muy aburridas- recibió como respuesta.

BESTFRIENDS [ONKEY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora