LA ELEGIDA
Zayas
01/02/2014
Cuando hablamos de inmortalidad, los ojos se nos abren de par en par, los oídos se concentran para poder escuchar sus historias sin perder un ápice de información y la boca se nos llena de fluidos por saber cómo de grandioso sería el poder conseguirla. Pero nada más lejos de la realidad. Ser inmortal no es tan bello, ni tan perfecto, ni tan deseado cuando eres uno de ellos. Es una maldición que perdura desde siempre y para toda la eternidad. ¿Cómo te sentirías si una y otra vez, año tras año, siglo tras siglo, vieras perder a tus seres queridos sin que tú puedas marcharte con ellos?¿Cómo explicarle a un ser amado que a pesar de que su aspecto físico envejezca cuando el tuyo no lo hace, la sigues amando y viendo como cuando la conociste?¿Cómo se puede vivir sabiendo que has de luchar para seguir vivo mientras sufres por no poder morir junto a ella? Pero ¿cómo explicarle lo que eres a una persona que ignora que es como tú, que esta forma de existir forma parte de su verdadera identidad? Ella fue LA ELEGIDA para seguir con la estirpe de los Antiguos Inmortales. Ella tuvo que lidiar con grandes espadas, con furiosa amazonas venidas de otros tiempos y con enormes guerreros dispuestos a robarle lo único que nadie tiene derecho a llevarse, pero sobre todo a luchar contra su corazón y así forjar una historia, Su Historia, para formar parte indispensable e irreemplazable de esta nueva leyenda del "Último Gran Inmortal"
CAPITULO 1
<<Aquella mujer me continuaba siguiendo. Aquél incesante campanilleo hacía dolerme el pabellón auditivo. A pesar de mi enorme esfuerzo por perderla de vista, aún seguía ahí. Su aspecto era demoledor. Infligía respeto, miedo, terror. De repente ella fijo su mirada en mí. Mis pies quedaron clavados en el suelo, como si alguien los estuviera sujetando desde las entrañas del asfalto. Por más que intentaba moverlos, mis piernas no respondían. Toda yo permanecía paralizada. Miraba de un lado a otro sin que nadie me viera a pesar de estar rodeada de una gran multitud. Y gritaba con todas mis fuerzas pero nadie me oía. Ella levantó una mano muy despacio y extendió el dedo índice señalándome en la distancia. Sus ojos, ocultos detrás de aquellas enormes gafas de sol, hicieron acto de presencia cuando se las retiró del rostro de aquella forma tan amenazante. Eran diabólicos, enfermizos, dantescos, llenos de odio, llenos de muerte. Sonreía primero, carcajeaba después. Empecé a convulsionar por todo mí ser. Mi sudor caía por mi frente. Mi respiración empezó a ser un jadeo audible. Mis ojos se empañaron con mis Lágrimas. Lágrimas de pavor. Era víctima de una ansiedad incontrolable. Ella poco a poco, pasito a pasito, se acercaba a mí. Yo intentaba con las manos subir la pierna derecha que parecía estar adosada al pavimento.
Echó la mano hacia atrás y extrajo algo pesado y brillante de su espalda. Brillaba, brillaba mucho en la obscuridad tan opaca de aquella noche. No sabía lo que era, pero hizo que volviera a temblar y que no consiguiera tragar. Mi garganta estaba seca. Al fin pude averiguarlo. Era una daga. Una daga que empuñaba con toda su fuerza y se dirigía a mí con ella en alto. ¡Dios Santo! Solo quería huir de ahí, pero no podía. Aquella neblina que surgía de sus pies llegó antes que ella a mí. No podía respirar. Su olor pestilente no me dejaba oxigeno que aspirar. Levanté el rostro del suelo donde miraba y allí estaban esos ojos atigrados de color dorado y negro. Jamás había visto nada igual. Puse mis manos sobre mi cara, como una tonta protección. Iba a clavarme su daga. Sus labios babeaban ante la excitación que tenía por estar ya cerca de mí, por tenerme a un simple paso para matarme y.....>>
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La elegida
RomanceCuando hablamos de inmortalidad, los ojos se nos abren de par en par, los oídos se concentran para poder escuchar sus historias sin perder un ápice de información y la boca se nos llena de fluidos por saber cómo de grandioso sería el poder conseguir...