39.- Hermano.

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_En uno de los cajones de arriba_  digo alzando la voz desde la ducha para que pueda escucharme, me ha pedido un peine o cepillo para acomodar la maraña de cabellos que le quedaron en la cabeza después de... olvídenlo, no necesitan detalles.

Esta mujer me hace sentir como un adolescente enamorándose por primera vez, todo el tiempo quiero tenerla conmigo, abrazarla, besarla, tocarla... ¿si me entienden no?

La escucho abrir y cerrar cajones, recuerdo haber visto uno por allí, pero no estoy seguro. Termino de secarme el cuerpo y después me coloco ropa limpia, todo mientras tarareo una de esas canciones que Jimena pone en la radio. Por más que intento resistirme, esas benditas canciones parecen perseguirme haciendo que mi esfuerzo sea eso, un intento.

_Tengo que irme señor Palacios_  grita desde la recamara, asiento en medio de esa canción tan deprimente que no he podido sacar de mi cabeza, la letra habla de una mujer que es abandonada o algo así.

Termino de acomodarme el cabello con las manos y escucho sus pasos hacerse cada vez más lejanos. Al salir del baño veo la cama tendida impecablemente, todo está acomodado en su lugar.

Uno de los cajones está entre abierto y me acerco para cerrarlo. Apenas llego frente a él, un sudor frío cubre mi frente y siento que, de repente, mi corazón empieza a latir con fuerza, aquella cajita donde guardé el colgante está a la vista, espero que Jimena no lo haya visto, porque de ser así, no sabría que contestarle cuando me pregunte porqué está en mi poder. Se supone que no conocía a su amiga.

Camino hasta la cocina por un poco de agua y sonrió al ver un pequeño celular sobre la mesa, hasta mi madre tiene uno más actualizado que Jimena. Me lo hecho al bolsillo del pantalón y regreso de vuelta a la salida, tengo un buen pretexto para verla de nuevo aunque sea sólo un momento.

Nada mas cruzar la reja hacia la calle puedo ver el auto de Ibarra estacionado frente a la casa vecina, pongo los ojos en blanco y me detengo un momento a pensar si continuar mi camino o regresar a mi cama.

Decido que no tengo los ánimos suficientes para verle la cara, así que después de soltar unas cuantas maldiciones, me giro para volver a casa. Unos gritos hacen que detenga mis pasos y sin perder mas tiempo, corro lo más rápido que me permiten mis pies.

Miles de ideas cruzan de repente en mi cabeza, en todos ellos Erick es el responsable. Si fuese así no me costaría nada hacerle pagar por ello.

La puerta está entre abierta, Erick está en el suelo montado sobre alguien mientras le propina una paliza, jamás lo vi tan fuera de sí, ni siquiera demostraba tener tanta fuerza para defenderse de mí cuando lo golpeaba, digo, cuando se peleaba con alguien.

El sollozo de Lili me saca del pequeño trance en el que estaba, la busco con la mirada y de inmediato todo parece detenerse a mi alrededor, no sé en qué momento dejé de respirar ni cuándo llegué tan deprisa a su lado.

El pequeño cuerpo de Jimena está tendido en el suelo con los ojos cerrados. De una de sus comisuras brota una fina línea de sangre y una marca roja en su frente.

_No_  chilla Lili apenas ve mis intenciones de tocarla   _La ambulancia ya viene en camino, no la muevas_  sus ojos están rojos y nublados por sus lágrimas, sus manos están temblando igual que su cuerpo, no entiendo lo que está pasando. Regreso mi atención a Jimena y tomo una de sus manos entre las mías, le doy un suave beso sobre el dorso cuidando de no lastimarla más.

_Te dije que no volvieras a acercarte_   la voz de Erick es entrecortada, hasta ahora recuerdo que también él está aquí. Antes de girar a verlo, noto que Lili tiene un par de marcas en la cara, el cabello revuelto y la ropa desalineada, unas líneas rojas están macadas en su cuello y brazos. Es imposible que Erick haya hecho algo así.

Amor DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora