❄La dama de cristal❄

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El tranquilo cantar de pájaros resonaba en sus oídos, completamente ajeno a la explicación que su maestro estaba dando. En su mente se encontraba una pequeña discusión de si seguir perdiendo el tiempo en una platica que no le serviría, o ir a perderse en el bosque, en una gran aventura, y lidiar con una sanción después.

Un ligero rechinar de madera le distrajo, y como sospechosamente nada más el había escuchado, se decidió ir a investigarlo. Sigilosamente comenzó a caminar de reversa, y cuando ya había alcanzado el metro y medio, una pelinegra volteo bruscamente al no percibir su aura. Eren quedo petrificado ante tal acto, aun que después de unos segundos recobro el aliento, mirando los desconfiados ojos de Mikasa.

—Eren... ¿Qué planeas hacer?– indagó la chica, dirigiéndose a Eren con total naturalidad y sin causar sospechas del profesor, que a propósito, se encontraba sumergido en su “interesante” historia.

—Y-Yo... Voy al baño– excuso rápidamente, evitando  tartamudear y adquiriendo un tono seguro.

La pelinegra asintió, decidiendo no meterse al no ver indicios de mentira. Eren agradecía eternamente el que estuviera haciendo frío y las orejeras que llevaba le taparan sus, probablemente, rojas orejas. Retomo su camino dando esta ves una media vuelta y dejándose guiar por lo sonidos, los cuales eran casi nulos a comparación del habitual ruido de ciudad que estaba acostumbrado a oír. Estaba tan relajado que inclusive creo un patrón en el cantar de los pájaros, que ocasionalmente rompía con el sonido de hojas y ramas partiéndose.

Cuando menos lo espero, se encontraba en una ciudad con un mínimo de 500 años de antigüedad, que reconocía como parte del muro interior debido a la explicación del profesor (aclarando que no fue mucho lo que se le grabo). Sonrió al ver que descubrió un atajo, y que vio antes que todos la ciudad que formaba parte del recorrido.

Comenzó a explorar la ciudad, o una pequeña parte de ella (el tamaño de esta le imposibilitaba el explorarla toda antes de que le descubriesen). Hasta que, de entre todas las ruinas, una de madera putrefacta le llamo la atención, se acerco a ella y dio cuenta que era un túnel lo que estaba frente a el. Una chispa de brillo en sus ojos, y la curiosidad por saber que yacía dentro, lo invadió. Sus piernas comenzaron a moverse solas, pero pararon repentinamente antes de llegar a el ultimo escalón. Una pizca de prudencia lo invadió y en su mente rectifico el hecho de si estaba bien o no hacerlo.

Lastimosamente para su subconsciente, el estruendo de una roca hizo a los murciélagos y animales terrestres que se encontraban en la cueva, salieran despavoridos. Entre la confusión, Eren logro escapar de la horda de animales, pero ahora estaba dentro de la cuerva, que si observadas bien, era una ciudad subterránea.

El estaba arriba de una roca, dándole una vista casi perfecta. Era una enorme ciudad para estar debajo de la tierra y conforme exploraba se daba cuenta de que había de todo, aunque se notaba a distancia la pobreza económica en que vivió la gente de ahí.

Luego de aproximadamente cinco horas en total (contando desde que se escapo), decidió ver la ultima casa para marcharse después. Anteriormente había visto una particular casa que tenia una torre con cruz en el centro, deducio que era una iglesia y la dejo para el final, ya saben lo que dicen: “deja lo mejor para el final”.

Puso su mano en la perilla y  la jalo, hacia atrás y hacia delante, para comprobar que estaba cerrada. Tal vez por la antigüedad la puerta se estropeó, o quizás una persona se encerró con seguro adentro y murió allí, o los cadáver de animales la mantienen atascada... En fin, otros tipos de posibilidades. Pero no, Eren miro la manija y descubrió que tenia una cerradura que no pertenecía a la época a la que todo lo demás pertenecía. La excitación por conocer el por que la seguridad era tanta, que lo impulso a querer tirar la puerta.