Capítulo 4

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   La oscuridad volvía a surgir desde lo más profundo de su corazón. Sentía ganas de vomitar por la propia repulsión que tenía hacia sí mismo y el hecho de querer desaparecer de este mundo se hacía más notoria.

—¿Lo hace por mí? —murmuró, sintiendo como se ahogaba por el simple hecho de hablar—. No... Eso es imposible... No tiene razones para hacerlo, el me odia... —se decía a sí mismo mientras abrazaba sus rodillas en la esquina de su oscura habitación.

   Llevaba recibiendo numerosos mensajes y llamadas a su teléfono desde que había echado a Escocia de su casa, y ese era el único sonido que acompañaba los lamentos del inglés. Ya no comprendía nada de lo que ocurría. Solo se sentía mal consigo mismo, por todo, pero sobre todo por lo ocurrido con Alfred.

   Desde hace tiempo que sentía un gran malestar en su estado de ánimo, lo que se podría decir como una depresión, aunque no lo quisiera admitir de ninguna de las maneras. ¿El Gran Imperio Británico con depresión? Ridículo, totalmente ridículo. Pero ya no era aquel Gran Imperio Británico de aquellos años, ahora solo era el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, un país más en el mundo.

—Doy asco. Soy patético —se repetía en voz baja mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

   Él sabía desde hace años sus sentimientos por Estados Unidos, pero sabía de sobre que nunca sería correspondido. Es decir, ¿cómo podría alguien como él enamorarse de alguien como él? Totalmente estúpida la simple idea de imaginarlo.

—Pero ¿y si es verdad? —se preguntó, dejando escapar una amarga risa después. Era absurdo todo esto.

   Se levantó del suelo, sintiendo como sus piernas temblaban sin razón alguna. Era realmente patético su estado, como su vida. Cualquiera se reiría de él si le viera en ese estado por una causa tan imbécil como un corazón roto.

   Cogió su teléfono con sus temblorosas manos para ver quién era el que le mandaba tantos mensajes y le llamaba tanto. Ese hipócrita que fingía preocuparse de él, seguramente por la relación política y económica que mantenían. Pero para su sorpresa era peor que eso. Millones mensajes por parte de Escocia llenaban su buzón de voz y el de los mensajes; y, al menos los mensajes, eran prácticamente las mismas palabras en todos: «¿Estás bien? No hagas nada estúpido».

   ¿Estúpido? ¿Qué podía hacer estúpido? Emborracharsehasta caer desmayado era una opción y la que Inglaterra pensaba que podía serla más factible. Total, no podía morir. A lo mejor podría tener algún problemacon sus órganos, pero nada más, un daño menor en comparación al dolor que sentíaen su corazón. 

   Miró el reloj del móvil, ya era demasiado tarde para ir a algún bar a beber hasta que le echaran de allí por borracho indecente y problemático. Solo quedaba la opción de amargarse en las bebidas que tenía en su casa reservadas para importantes celebraciones.

—Vodka, ron, whisky... Creo que de eso tengo —dijo en alto, aun sabiendo que solo él se podía oír sus palabras, ya que ni siquiera sus hadas estaban con él en ese momento.

   Bajó a la cocina, casi cayéndose por las escaleras por falta de fuerza, y sacó todas las botellas que tenía. Casi parecía la despensa de un bar que el armario de una casa. Bebidas de todos los tipos, licores de frutas y más cosas; incluso bebidas que podrían ser más antiguas que Estados Unidos de América.

—¿Por qué tengo que sufrir por alguien como él? —se preguntó, dando el primer sorbo de muchos que daría aquella noche que jamás terminaría.

   Así pues, tras horas de consumir su alma en el alcohol, el Sol comenzó a salir alumbrando lo que era una completa habitación oscura. Aunque, para Inglaterra ya no existía diferencia entre el día y la noche. No por ceguera, no pensemos mal. Simplemente se encontraba desmayado en el suelo con aspecto de no despertar pronto... O al menos, de no abrir los ojos.

   «¿Dónde estoy?». Se preguntó al encontrarse en un lugar totalmente negro, sin techo, sin paredes... Un espacio infinito de plena oscuridad.

   «Bienvenido, Inglaterra. Te llevo esperando mucho tiempo». Dijo una voz que resonaba por todo el lugar.

   «¿Quién habla? ¿Dónde estoy?». Su voz resonaba con eco por todo el lugar, y una llama azulada apareció delante suya.

  «Soy tu otro yo. Aquel llevas tanto tiempo escondiendo». La llama fue cobrando forma y se fue disipando poco a poco hasta dejar delante de Inglaterra a otra persona exactamente igual a él.

   El inglés se quedó petrificado, no era capaz de moverse de lo conmocionado que se encontraba tras verle. Eran demasiado iguales, lo único que los diferenciaba era el enrome brillo que le daban vida a los ojos de lo que se suponía que debía ser su consciencia.

   «Seguro que tendrás muchas preguntas, pero tranquilo, te las contestaré todas. Pero a su debido tiempo». Habló, su otro yo, con una gran sonrisa en el rostro. «Por ahora solo me quería presentar. Nos veremos de nuevo en otro momento. Bye bye

   Inglaterra abrió los ojos y comenzó a toser con fuerza expulsando algo de sangre desde su garganta. Sus ojos se quedaron mirando el suelo fijamente, abiertos como platos, mientras recuperaba su respiración y su cuerpo temblaba sin sentir algunas de sus extremidades. La sangre fluía delicadamente por sus finos labios llenando su boca de un desagradable sabor metálico y manchando las blancas baldosas de la cocina con pequeñas gotas de sangre que se unían al otro charco formado.

—¿Qué demonios...? —murmuró, asustado, mirando la palma de una de sus manos con miedo al verla cubierta de un rojo carmesí—. Todavía no estamos en Julio... —se dijo, mirando ahora al charco de sangre que cubría parte de la baldosa.

   Sintió ganas de vomitar de nuevo, era realmente asqueroso ver aquello y sentir el sabor de la sangre por toda su boca. No comprendía como había gente a la que le gustaba ese saber, incluso no comprendía como a él le había gustado en sus años más salvajes.

   Se levantó asqueado y fue a por algo para limpiarel suelo y sus manos y boca. No pasaba nada, estaba acostumbrado a que esto lepasara todos los años, solo que no en estas fechas. Pero otro mensaje sonó ensu móvil, pero con un sonido diferente. Limpio sus manos con el primer trapo que encontró y miró quien le había mandado el mensaje.

—Estados Unidos... —otras nauseas se hicieron presentes, otra vez volvía a caer sangre desde su boca.

   Dejó el móvil en la encimera de la mesa y llevó su mano hasta la boca para evitar que más sangre se derramara. Pero era inevitable, salía demasiada y le daba muchísimo asco. Dejó caer toda la sangre por el suelo, pensando solo que era demasiada cantidad la que perdía. Un humano normal se desmayaría por tal pérdida de sangre, pero claro, él no era un simple humano.

    Tardó en recomponerse, pero cuando ya podía mantenerse en pie sin sentir que sus piernas dejarían de funcionar de funcionar en algún momento, volvió a coger el teléfono y leyó el mensaje: «Lo siento»

    Inglaterra sintió su corazón estrujarse por esas dos palabras que para su mente estaban vacías de sentimientos, pero para su corazón, plagada de ellos. Lanzó el artilugio lejos y dejó que de nuevo las lágrimas se deslizaran por sus mejillas sin ninguna razón comprensible.

Simplemente era patético.

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Hello! Traigo nuevo capítulo lleno de incógnitas (creo). La verdad, esto lo estoy improvisando poco a poco por lo que... ¿Qué pasará con todo esto?

Espero que os gustara el capítulo.
Ciaooooooooo~~~~(*'▽'*)♪

Good bye America [UsUk/UkUs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora