Ahri parte 2

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Eufórica por la emoción de absorber la vida del cazador, Ahri se sintió más viva que nunca y viajó a Jonia para buscar más víctimas. Disfrutaba jugando con su presa, manipulando sus emociones antes de devorar su esencia de vida. A veces, los encandilaba con visiones de belleza; otras, con alucinaciones de nostalgia profunda, y, en ocasiones, con sueños coloreados por pura tristeza.

Se embriagaba con recuerdos que no le pertenecían, y se conmovía con las vidas de los demás. A través de las visiones robadas, Ahri podía ver desde sus ojos cómo prometían fidelidad en un templo de sombras, sacrificaban ofrendas a una deidad encarnada del sol, se encontraban con una tribu aviaria vastaya que hablaba solo con canciones, y observaban paisajes montañosos que no se parecían a nada que ella hubiera visto antes. Sentía congoja y júbilo en tentadoras evocaciones que la dejaban con ganas de más, y lloraba al ver las masacres de los habitantes de Jonia a manos de los invasores noxianos.

Ahri se quedó sorprendida cuando sus recuerdos la llevaron a descubrir la historia de un demonio zorro sobrenatural. Cuanta más esencia de vida absorbía, más se identificaba con sus víctimas, y empezó a sentirse culpable por haber acabado con tantas vidas. Tenía miedo de que los mitos sobre ella fuesen ciertos: que no era sino un monstruo cruel. Pero, cuando pasaba demasiado tiempo sin alimentarse, sentía que su poder se desvanecía, y no podía evitar hacerlo de nuevo.

Ahri puso a prueba su autocontrol consumiendo pequeñas cantidades de esencia de vida, lo suficiente como para absorber un recuerdo o dos, pero no tantos como para matarlos. Durante un tiempo, su plan funcionó, pero su hambre insaciable la torturaba, y no tardó en sucumbir a la tentación; se dio un atracón con los sueños de todo un poblado costero.

Atormentada por su error, Ahri no pudo perdonárselo y sintió una tristeza tan profunda que la forzó a cuestionarse su propia existencia. Se retiró a las cuevas del bosque y se aisló con la esperanza de controlar su deseo implacable. Años más tarde volvió a salir, decidida a experimentar cada faceta de la vida a través de sus propios ojos. Aunque se alimentaba de forma ocasional con esencia, resistió la tentación de consumir sus vidas enteras. Con las gemas gemelas como única pista de sus orígenes, Ahri se propuso encontrar a otros de su especie. Ya no dependería de recuerdos y sueños prestados y desconocidos.

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