Capítulo 17.

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Amelia no sabía muy bien cómo se las habían apañado para regresar al sótano de Honeydukes, atravesar el pasadizo y entrar en el castillo

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Amelia no sabía muy bien cómo se las habían apañado para regresar al sótano de Honeydukes, atravesar el pasadizo y entrar en el castillo. Lo único que sabía era que el viaje de vuelta parecía no haberles costado apenas tiempo. No se daba apenas cuenta de lo que hacía, porque en su cabeza aún resonaban las frases de la conversación que acababa de oír.

¿Por qué nadie le había explicado nada de aquello? ¿Por qué Remus no le había contado nunca que los padres de Harry habían muerto porque realmente les había traicionado su mejor amigo? Ella siempre había pensado que los había traicionado al mentirles pero nunca pensó que los hubiera delatado.

No se atrevió a dirigirle una mirada a Harry en todo el camino. ¿Que estaría pensando el niño de ojos esmeralda ahora?

Ron y Hermione los observaron intranquilos durante toda la cena, sin atreverse a decir nada sobre lo que habían oído.

Cuando subieron a la sala común atestada de gente, descubrieron que Fred y George, en un arrebato de alegría motivado por las inminentes vacaciones de Navidad, habían lanzado media docena de bombas fétidas. Harry, que seguramente no quería que Fred y George le preguntaran si habían ido o no a Hogsmeade, se fue a hurtadillas hasta el dormitorio. Amelia dudo si seguirlo o no pero no se atrevió a hacerlo. En cambio, subió a su dormitorio y se tiró sobre su cama, soltando un grito amortiguado por las gruesas mantas. Enseguida notó el agua salada en sus labios. Su garganta dolía, se había pasado todo el camino de vuelta conteniendo las lágrimas.

—A-Amy...

Amelia se puso en pie rápidamente y se apresuró en secarse las lágrimas con el reves de la túnica.

—¿Q-qué pasa? —dijo con la voz temblorosa. Trató de fingir una sonrisa pero sus ojos enrojecidos la delataban.

—Oh, Amy, no sabes cuanto lo siento —dijo Hermione sentándose a su lado y abrazándola.

—Lo odio, Herms —dijo aceptando el abrazo y echándose a llorar una vez más—. Lo odio tanto... Arruinó la vida de todos, traicionó a sus amigos... Harry... Harry no tiene padres por su culpa. Dime, ¿cómo se supone que voy a mirarlo sabiendo eso? Sabiendo lo que mi padre les hizo a los suyos.

—Pero eso no es culpa tuya, Amy. Y Harry lo sabe.

—¿Cómo está?

—Ron ha ido a verlo. ¿Por qué no bajas?

—Prefiero quedarme aquí.

—¿Quieres que me quede contigo?

Amelia negó con la cabeza.

—Me gustaría estar sola un rato.

—¿Estás segura?

Ameia asintió.

—Está bien pero si necesitas algo estoy abajo, ¿si?

Amelia volvió a asentir, no sintiéndose del todo capaz de pronunciar otra palabra sin venirse abajo.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora