Último capítulo

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— Bueno, llegamos — anuncié apagando el auto. Mi cita miró la gran construcción con asombro.

— No sé c-cómo — soltó nervioso. Que anticipado es este hombre.

— No seas anticipado tontuelo.

— Pero jamás en mi vida lo he hecho Vitya — antes de que se siguiera angustiando por algo insignificante como eso, lo halé hacia mí callándolo con un beso, la forma más efectiva que existía para que dejara de pensar. — Amo cuando haces eso — susurró tomando aire.

— Lo sé...

Nuestro último destino era mi pista de patinaje, lugar en el cual podía pasar horas pensando en nada, pero a la vez todo. Preparé una pequeña sorpresa para mi retoño, la cual tiene el apoyo de Yurio y Otabek, así que todo saldría bien.

Saqué mis patines del maletero y orienté a mi pareja por el instituto. Entramos por las puertas de cristal y él miraba todo a su alrededor asombrado, la pista ese día había sido pulida, por ende, sería exquisito deslizarse por ella.

— ¿De verdad quieres que patine? Nunca lo he hecho en mi vida, no quiero arruinar este día...

— Por dios Yuuri, no seas exagerado, ven siéntate — lo dejé sentado mirando y me dirigí a donde se almacenaban los patines, sacando un par de su talla.

Caminé hacia él con el par de botas en las manos, me arrodillé dejándolas a un lado para poder desvestir sus pies con delicadeza. Él miraba atentamente como desabrochaba las agujetas de sus zapatos, antes de colocar el patín, no me resistí a no dejar un beso en su piel. Amarré firmemente el botín para evitar alguna lesión.

Luego, me senté a su lado esta vez amarrando los míos.

— ¿Son de oro? — preguntó concentrado en como amarraba los patines, refiriéndose a las pulidas cuchillas.

— Sí, fueron el regalo de navidad de mi madre hace cuatro años — Yuuri parecía asombrado con todo esto, prestando mucha atención al ritual denominado "colocarse los patines". Una vez ya puestos, me levanté decididamente — ¿Vamos?

El lindo nipón se levantó con esa inseguridad momentánea que tanto lo caracterizaba, abrí la puertilla de la pista, deslizándome en ella. El placer que me causaba era indescriptible.

Todo iba según lo planeado, en estos momentos, Yurio y Otabek están esperando mi señal para colocar una hermosa melodía que nos marcará por siempre.

— Viktor, ven aquí — llamó, me deslicé casi de inmediato a su proximidad — Ayúdame — soltó. Sonreí y extendí ambas manos para que se sujetara de mis antebrazos.

— Ven — agregué sujetando sus manos.

Introdujo el primer pie en la pista y luego el segundo, conincreíble torpeza tengo que decir, lo deslicé unos centímetros suavemente paracomprobar que lo primero que haría no sería impactar su cara contra el hielo.Una vez que estuviera ya estable, mandé la señal a mis cómplices, reflejando laluz en la cuchilla hacia la cabina de administración. Las luces se apagaron derepente.

Cambio de CuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora