Cuando era niña, todas las tardes salía a jugar en uno de los parques más grandes de la ciudad.
Todas las tardes en Shibuya eran maravillosamente coloreadas por un sol resplandeciente. Mientras el viento jugaba con las hojas verdes de los árboles, que al mismo tiempo hacía música junto con las voces y risas de la ciudad.
Mientras jugaba a volar en mi columpio favorito, podía observar a unos metros de mí un niño más grande que yo. Ese niño era muy raro, no jugaba con los demás y siempre estaba solo, sentado en una de las bancas del parque sin soltar sus colores por nada en el mundo.
Un dia intente invitarlo a jugar. Llegue con una enorme sonrisa y en la mano derecha una de mis paletas favoritas. "Hola, mi nombre es Midori. ¿Cómo te llamas?", fue mi presentación y fui completamente ignorada. "¿Quisieras jugar en los columpios conmigo?", volví a insistir.
Paro de dibujar y me miró fijamente con desprecio; "no tengo tiempo para cosas absurdas", dijo con un tono muy grosero y siguió con lo que sea que estaba dibujando. Me sentí ofendida y muy enojada, no me medí y le aventé la paleta.Pasaron 4 dias de lo sucedido y ahí estaba yo, nuevamente en el columpio observando al niño desagradable. Por dentro me sentí un poco avergonzada de mi reacción en aquel dia y creí que sería buena idea disculparme con algún dulce que le gustara.
Note que algunas veces traía con él y sus colores, una barra de chocolate. Así que le compre una."Perdón", fue lo que dije al mismo tiempo que arrimaba a su banca la barra de chocolate. Interrumpió su dibujo y al ver el chocolate le brillaron por un momento los ojos, y la tomo. "¿Qué estás dibujando?", volví a decir muy alegre al ver la amable reacción de ese niño e intenté asomarme para ver el dibujo.
Rápidamente cubrió con sus brazos la hoja. "No me gusta que miren lo que hago", contestó exaltado y enojado.
Era un niño bastante grosero, ya no quería hablarle, y sin mas que decir me marche.
Pasaron algunas semanas y esta vez él traería no solamente sus colores, hojas y una barra de chocolate; ahora también usaba un enorme suéter con orejas de gato.
En una tarde de invierno salí al parque como era costumbre.
Yo me columpiaba cada vez más alto para alcanzar la hoja de uno de los árboles cercano a los columpios, cuando empezó a llover y todos salieron corriendo menos yo.Baje la velocidad y sonreí al sentir las gotas de agua en mi rostro. Quería disfrutar el momento en mi columpio y me quedé un poco más de tiempo. De repente sentí un gran empujón en mi espalda y caí al piso.
"¿Qué no ves que está lloviendo, niña tonta?", dijo un grandulón y gordo niño que iba junto con otros dos niños que se burlaban de mi caída.
Me dolió mucho, mis manos y rodillas estaban heridas. Me resultaba muy difícil no llorar, pero me levante y aunque apenas y me podía parar, intente caminar.
"Dejala en paz", se escuchó un grito. Era el niño desagradable que venía corriendo hacia nosotros y le dio una gran patada en el estómago al niño gordo.
Cuando vio que lo tiró al suelo asfixiándolo, tomo mi mano y me sacó corriendo de ahí.
Cuando estábamos un poco lejos del parque, paro y me pregunto si estaba bien. Enseguida caí al suelo y lloré.
Me dolía mucho mis rodillas, y el haber salido corriendo del parque después del accidente, hizo el dolor más insoportable.
Intento calmarme aunque le asustó un poco mi lloriqueo.
Cuando me pude sentir un poco mejor, seque mis lagrimas y me ayudo a pararme. Me acompaño a mi casa y en cuanto tocó la puerta, salió corriendo.
Yo deje de ir unos días al parque, le conté a mi mama lo que me habían hecho esos niños y decidió que era mejor que no fuera por un tiempo.
Un día cuando salí de mi casa por el correo, descubrí a ese niño espiando mi casa.
Cuando se dio cuenta de haber sido descubierto, sus mejillas se enrojecieron y salió corriendo de su escondite. Resulta que en el correo había un sobre de color azul, "Para Aoyama Midori" decía el sobre.
Abrí el sobre y dentro de el había una paleta parecida a la que le aventé la vez que lo conocí y un dibujo de una niña en un columpio muy parecida a mi.Regrese al parque dos semanas después, y en lugar de ir a los columpios, me senté a lado del niño raro y no dije ni una palabra. "Mi nombre es Daiki. Yamamoto Daiki", dijo después de algunos minutos en silencio.
"Gracias por la carta", conteste muy alegre y las mejillas de Daiki se volvieron a enrojecer como en el día que lo encontré merodeando por mi casa.Yo tenia 8 años y Daiki 14.
Me contó que sus papás se habían separado hace un año.
Un día Daiki descubrió a su padre con otra mujer, muy enfurecido empujó fuerte a aquella mujer y salió corriendo a su casa. Más tarde llegaría su mamá de trabajar y su padre lo obligaría a decir lo que vio. Eso causó una gran pelea familiar y la separación de sus padres.Desde ese día, Daiki cargo con la culpa que su padre le había hecho sentir y desde ese entonces prefirió estar solo.
Con el tiempo nos volvimos mejores amigos. Hacíamos muchas cosas juntos, a veces nos sentabamos a dibujar y en otras veces nos columpiabamos.
Pasaron dos años y los lazos se hacían más fuertes. Mi familia también estaba pasando por un mal momento y él fue quien me hacía sentir mejor.
Cuando los problemas empezaban a ser muy intensos en mi casa, Daiki se escapaba por las noches de la suya para venir a verme. Entraba por la ventana de mi habitación, y se quedaba a tararear silenciosamente alguna canción hasta que dejaba de llorar y me quedaba completamente dormida.
Cumplí 11 años cuando el tenia 17. La diferencia de edades ya la empezaba a notar la gente. No importaba mucho, algunos creían que era mi hermano mayor.
Días después de mi cumpleaños mis padres decidieron finalmente separarse, y a mi mamá se le ocurrió la idea de cambiar aires.
Preparó una mudanza a Osaka, una ciudad algo retirada de Shibuya.Prácticamente quedaba a 6 horas de distancia, y sólo nos quedaba dos semanas para estar listos mi hermano menor y yo.
Cuando le conté a Daiki, no digirió bien la noticia. Salió corriendo del parque y desde ese entonces no lo volví a ver.
Estaba a un día de mudarme y Daiki seguía sin aparecer. Fui a buscarlo a su casa, pero en cuanto abrió la puerta y me vio, la volvió a cerrar.
En la última noche en mi casa, escuche unos pequeños golpes en mi ventana.
Abrí rápidamente y lo abracé tan fuerte que ambos nos soltamos en llanto. "No quiero que te vayas", dijo Daiki. "Yo tampoco me quiero ir", conteste y seque las lágrimas de ambos.No quería estar lejos de Daiki, pero al igual que él, no me llevaba muy bien con mi padre.
Al otro día ya estaba todo listo. El camión de la mudanza se había llevado las cosas y ahora era el turno que mi mamá, mi hermano y yo nos fuéramos a la estación del tren.
Al llegar a la estación, yo sentía mi estomago revuelto. Sólo miraba la puerta del lugar esperando a que Daiki se apareciera. "¡Vamos!, ya es hora de irnos pequeña", dijo mi madre y me abrazo fuertemente al ver mis ojos cristalizados que estaban reteniendo lágrimas.
Subimos y desde la ventana vi a Daiki correr hacia el tren. Se paró muy agitado de tanto correr, y el transporte empezó a avanzar.
Rápidamente volvió a correr y yo lo seguí con la mirada mientras él me mostraba una pequeña caja azul.
No volví a saber de Daiki por mucho tiempo.
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La chica del suéter de gato.
Short StoryMidori Aoyama y Daiki Yamamoto son dos niños de Shibuya, Japon. Tras un suceso, sus destinos se ven amistosamente unidos. Es el mismo destino quien se encarga de separarlos, y uno de ellos busca desesperadamente al otro para volver a estar juntos...