Half love.

110 1 0
                                    

-¿A qué nombre lo pongo?

-Ester. Tal y como suena, sin hache intercalada. E-S-T-E-R.

-Vale, espere, en nada tendrá su bebida.

-Muchas gracias, ¡que tenga un buen día!

Y de nuevo ahí me encontraba, sentada en una mesa del Starbucks de la Calle del Coso, en Zaragoza, siendo consciente de que en apenas unos meses atrás me encontraba en uno igual, solo que en Minnesota.

Sí, hacía unos meses había estado estudiando allí por un año, y sin duda alguna aquel había sido el mejor curso de mi vida. Viví muchas experiencias y conocí a personas increíbles, como a Blake... Es curiosa mi historia de amor a medias con Blake, pues fue increíble de principio a fin.

Todo comenzó en un Starbucks. Sí, en uno como este, pero situado a miles de kilómetros de distancia. Era una tarde lluviosa en la cual yo estaba con mi amiga Paola, a quien conocí en Estados Unidos, sentada en una mesa de aquel local. Nos estábamos contando cómo estábamos viviendo nuestra experiencia allí... Hasta que un grupo de adolescentes irrumpió en la cafetería.

He de admitir que al principio Blake no llamó especialmente mi atención. Lo que no sabía era que en apenas unas semanas no le quitaría el ojo de encima.

Aquellos chicos se sentaron en la mesa de al lado. Hablaban alto... Demasiado alto. Fui a pedirles que hablasen más bajo, pero me ignoraron y empezaron a hablar todavía más alto y más rápido... Tan rápido que no entendía nada.

De pronto uno de ellos dijo que yo tenía razón, que podían estar molestando a los demás, y todos bajaron el volumen. Nos invitaron a que nos sentásemos con ellos, pero rechazamos la oferta, ya que en apenas cinco minutos nos íbamos a marchar.

Llegó la hora de que nos fuésemos, y eso hicimos. Abandonamos el local, y de repente vimos a uno de esos chicos salir corriendo también para meterse en un coche, coger algo, y volver a salir de él, regresando al establecimiento.

Fue entonces cuando Paola y yo tuvimos una idea... Una idea que en cierto modo cambiaría mi vida. Cogimos una servilleta de las que nos habíamos llevado y escribimos en ella nuestros usuarios de snapchat. Acto seguido la colocamos en el parabrisas del coche de aquel chico.

La semana siguiente cinco de esos chicos habían añadido a mi amiga a snapchat... ¿Y a mí? Ni uno. Supuse que no habrían entendido mi letra... Esperé que así fuese.

Un día después alguien me añadió a snapchat: su nombre era Blake, y él era uno de los chicos que habían estado en la cafetería.

"¿Recuerdas a aquel chico que les dijo a los demás que tú tenías razón y que debían bajar el volumen?" preguntó. Vaya, me gustó que él fuese el chico que me estaba hablando por snapchat. Le respondí que sí, y él me mandó otro mensaje que decía "Bueno, pues yo soy ese otro chico moreno que estaba sentado a su lado". Me reí, de verdad que me reí. Ni siquiera sabía cómo era, puesto que como ya he dicho antes, él no me había llamado la atención en un primer momento.

Estuve hablando con él cada día por snapchat durante un mes. Y cuando dicho mes transcurrió, decidimos quedar. Volvimos a vernos en aquel Starbucks, y lo único distinto fue que ya no había ningún grupo de adolescentes ni ninguna amiga: tan solo estábamos nosotros dos ahí sentados, mirándonos cara a cara.

Nunca olvidaré ese día, el día en el que realmente nos conocimos. El tiempo se pasó tan rápidamente que volvimos a quedar la semana siguiente... Y la siguiente... Y la siguiente... Y así durante dos meses más. Siempre en el mismo Starbucks.

En apenas unos meses Blake me había llegado a conocer tanto como aquellas personas con las cuales yo había compartido toda mi infancia y adolescencia... Al igual que yo a él.

Encajábamos perfectamente, como dos piezas de un puzle... Dos piezas que en apenas unas semanas tendrían que separarse... Dos piezas que no volverían a unirse para completar de nuevo ese puzle hasta dentro de mucho, mucho, mucho tiempo.

Cuando quedaban tres semanas exactas para que yo regresase a España tuve mi primera cita oficial con Blake... Y fue mágica. Creo que nunca en toda mi vida me había sentido tan bien con un chico, tan bien incluso conmigo misma. Blake sabía cómo hacerme reír, sabía sobre qué tenía que hablar para que mis ojos brillasen más, sabía cómo hacerme sonrojar con tan solo un comentario... Tal vez fue por eso, porque me conocía demasiado bien, por lo que nunca llegamos a ser más que amigos.

Pero volviendo a la cita... Blake y yo fuimos a un parque a comer. Él preparó un picnic, y pese a que un perro se comió mi sándwich, aquella fue una de las mejores comidas de mi vida. Fue sencilla, divertida y tranquila. Justo era eso lo que yo necesitaba: tranquilidad. Estaba nerviosa, estresada, histérica, porque en menos de un mes dejaría en Minnesota una parte de mi corazón.

Más tarde, cuando empezó a anochecer, fuimos a ver una película a un cine al aire libre... Ese, ir a un cine al aire libre, había sido uno de mis mayores sueños desde pequeña, y al fin lo había cumplido. "Me before you", así se llamaba la película que vimos. Qué bien me conocía. Por un instante estuvimos a punto de besarnos... Pero no lo hicimos. Y no porque saltasen los aspersores, porque volviese a venir un perro a quitarnos algo, o por cualquier otra locura... No lo hicimos porque éramos conscientes de que si lo hacíamos muchas cosas entre nosotros cambiarían. Y esos cambios podían ser o muy buenos, o muy malos.

Y sí, sé que a veces quien no arriesga no gana, pero creo que yo ya tenía todo lo que quería en aquel instante. Estaba cumpliendo uno de mis mayores sueños de cuando era niña, en el país que siempre había deseado visitar, sentada junto a una de las mejores personas que había conocido en toda mi vida... No necesitaba nada más.

A día de hoy miro atrás y me doy cuenta de lo afortunada que fui ese curso, y de lo mucho que aprendí. Aprendí a querer de un modo distinto; aprendí que nunca vas a tener tu corazón completo junto a ti, sino que este va a estar esparcido por cada rincón del mundo que visites, junto a las personas que conozcas; aprendí que las despedidas son muy duras, pero que también son preciosas, pues a día de hoy sigo recordando lo bien que me sentí al saber que pese a que yo me fuese de Minnesota físicamente, siempre quedaría grabado allí algo de mí; aprendí que la distancia es dura, pues día tras día sigo echando de menos a mi otra familia, a mis otros amigos, a mi otra vida; y sobretodo, aprendí a valorar lo que tengo, a valorar la amistad, la familia, el entorno... Y a valorarme a mí misma.

Half loveWhere stories live. Discover now