CAPÍTULO 10: los DIEZ negritos

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Arrastré la maleta durante unos seis metros hasta llegar a la habitación 229. Cerré con llave, dejé la maleta y me senté en la cama.

Mientras, en la 227, todos habían salido de su escondite. Lo habían visto todo desde debajo de las camas y, como esperaba, les había desconcertado. En cuanto Marta cerró la puerta para que Carlos no pudiese verles, comezaron a hablar.

Me encantaría poder contaros lo que hablaron durante esos veinte minutos pero, como comprenderás, ninguno lo recordaba con certeza. Lo único que se es que no vinieron. Extrañado pegué la oreja a la puerta que daba al pasillo, escuché pasos, unos pasos pesado, de alguien adulto. Supuse que era Carlos y que por eso no habían salido. Pasaron unos diez minutos más y Carlos seguía haciendo guardia en el pasillo. No tenía forma de comunicarme con ellos. Intenté escribirles un watshapp, no tardé mucho en darme cuenta que ni el wifi ni la cobertura funcionaban.

Pasaron otros quince minutos y empezé a impacientarme. Comenzé a pasear por la habitación, fui al baño y me tumbé en la cama mirando al techo.

No se cuanto tiempo pasó hasta que un ruido seco me despertó. Miré a ambos lados incorporandome. no sabía de donde había venido el ruido. Me quedé asombrado unos segundos hasta que un trozo de mesita impactó contra el cristal haciendo el mismo ruido de antes.

Abrí la ventana y me asomé. Miré hacia la izquierda y vi a Javi a punto de lanzarme otro trozo.

-¡He! -Dijo- Ya está.

A los pocos segundos otras cuatro cabezas se asomaron por la ventana.

-¿Que hacemos?- Preguntó Dani

-¿Aun no se a ido? -Pregunté mirando el reloj, eran las cuatro y cuarto.

Sofía negó con la cabeza.

-¿Que coño ha sido eso?

-No se, era lo único que se me ocurrió, pero parece que a Marta le moló la idea de darme una ostia.

-Perdón -respondió sonrojándose- estaba nerviosa, no entendía nada

-¿Y Que hacemos ahora? -Preguntó Belén.

-¿Habéis cerrado con llave?

Javi asintió.

-Haremos turnos de vigilancia, uno vigilará la puerta mientras los otros duermen, cambiaremos cada veinte minutos.-Dijo Marta- Empezaré vigilando yo.

-Suerte -dije.- Por cierto, tengo una de las navajas, no la busquéis.

Cuando las cabezas desaparecieron, me senté en la cama y me quedé mirando el reflejo de la luz en el filo de la navaja. La dejé sobre la mesilla y me quité la ropa, me puse el pijama y apagué la luz. Allí, tumbado en la cama, con la sábana sobre mi, todavía recuerdo como pensé que no iba a poder dormir, bueno, todos nos equivocamos.

Cuando desperté miré el reloj, eran las 4:53. Había tenido otra pesadilla, podría contárosla, pero si queréis que os cuente mis pesadillas, dejadme que os cuente que lo que pasó cuando desperté.

Fui al baño a lavarme la cara. El grifo hacía un ruido extraño, como un gruñido metálico. Cerré el grifo y me sequé la cara. El gruñido metálico seguía sonando. Me acerqué al grifo, el sonido no salía de allí. Me quedé un rato en silencio, escuchando. Pensé que tal vez la bombilla del baño hiciese mal contacto, pero sabía que no era eso, el ruido no venía de allí. Seguí el sonido poco a poco, en silencio. Salí del baño. Caminé lentamente hasta la puerta de la habitación y puse la oreja para escuchar. El gruñido venía de allí. También pude oír una respiración débil y unos golpecitos sobre la manivela, alguien trataba de desatornillarla.

La ansiedad me invadió. Rápidamente cogí la navaja, sabía que aquello sería inútil contra alguien más grande y fuerte que yo, pero era mi único salvavidas, así que me aferré a ella con fuerza.

Con la luz del móvil alumbré la habitación, buscaba un sitio para esconderme. Vi el armario abierto, sabía de nuevo que era inútil, pero no tenía ni idea de cuanto tardaría en desatornillar la puerta, pero no le quedaría mucho. SI, decidido, no tenía tiempo, así que decidí arriesgarme, elegí el escondite más peligroso.

La manivela cayó al suelo. Óscar entró en la habitación, llevaba una linterna en la boca y un cuchillo. Caminaba con paso firme pero ágil. Se acercó a mi cama, pareció que no le sorprendiese encontrarme allí. Sin pensarlo mucho se agachó para mirar bajo las camas. A través de la rendija pude ver como se paseaba por la habitación, me buscaba, pero no tenía prisa, estaba seguro de su victoria. A los pocos segundos que a mí se me hicieron eternos, sus ojos se posaron sobre el armario.

Oscar blandía el cuchillo en alto, se acercaba con pasos lentos a el armario. Se detuvo frente a el. Puso su mano izquierda sobre el pomo mientras con la otra levantaba mas el cuchillo. Saboreó el momento y lo izo, abrió el armario.










OSCARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora