CAPÍTULO 12: las DOCE menos cinco

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Los peldaños eran enormemente altos, se alargaban a cada paso, como si todo el hotel estuviese en nuestra contra.

Al igual que los escalones parecían alargarse, el silencio parecía haberse materializado, como un duro líquido denso suspendido en el aire.

Subimos los peldaños poco a poco, de uno en uno, intentando no romper aquel duro pero frágil silencio.

El tercer piso era idéntico al segundo. Con los mismos tétricos y eternos pasillos, adornados con los mismos cuadros te seguían con la mirada.

-¿Y que hacemos ahora?- Susurró Sofía.

- El edifico es grande, pero no tardará mucho en darse cuenta del engaño y subir. Eso sin tener en cuenta que Óscar ya abrá terminado de revisar las habitaciones, asi que podríamos ...

- ¿Qué? ¿Cuál es el plan? ¿Huir toda la noche?

-Pff. ¿ Y si despertamos a los demás?

- No, ni de coña, entre que se supone que estamos enfadados y que al despertar a los demás Óscar y Carlos disimularían... ni de coña.

-Pues no sé, tú eres la genio.- Sofía empezaba a cabrearse.

-¡¿Yo?! -Marta estaba cada vez más picada.

-Si. Tú eres la genio de las estrategias.

- Perdona ¿Qué se supone que has hecho tú? - Los susurros sé habían convertido de repente en gritos.

-Callad- Javi intentó cortarles.

- A mi no me mandas callar.

-No en serio, escuchad.

"Plinc" El sonido venía de nuestra derecha. Todos nos giramos de golpe.

El ascensor estaba allí, y la placa numérica estaba ya en el dos, y seguía subiendo.

- ¡¡¡Corred!!!

Nuestras piernas reaccionaron antes que nuestros cerebros y, antes de que nos diéramos cuenta, ya estábamos corriendo cada uno en una dirección.

Dani y yo corramos hacia el lado derecho del pasillo, donde estaban las habitaciones. Los otros en cambio, corrían en dirección contraria, hacia las escaleras.

Cuando giré la cabeza sin parar de correr, pude ver que la puerta de el ascensor ya estaba abierta y la cabeza de Óscar empezaba a salir por ella.

Volví la vista hacia alante. Metros y metros de frío pasillo, roto sólo de vez en cuando por algún cuadro o algún extintor.

Dani seguía corriendo a mi lado, algo más rápido que yo.

Oía los pasos de Óscar rebotando por las paredes, a unos diez metros, no muy cerca, pero si lo suficiente para distinguir la ira en sus ojos.

Cuanto más corríamos más lejos parecían estar las escaleras, como si el pasillo se estirase como un chicle.

Cundo por fin alcanzamos las escaleras, Óscar estaba solo a unos cinco metros de nosotros, clavando sus pasos por encima de los nuestros.

Dani arrancó rápidamente uno de los cuadros de la pared, y lo lanzó hacia atrás para intentar ganar tiempo.

Bajamos los escalones a saltos, de cuatro en cuatro y de cinco en cinco.

Las escaleras terminaban en el piso dos, dejándonos sin posibilidad de seguir bajando.

- ¿Y ahora que?- Pregunté asustado.

Óscar estaba aún bajando las escaleras, a unos ocho metros de distancia, pero podíamos oír su acelerada respiración, y notábamos su denso aliento en nuestra nuca.

- ¡Por aquí!- Dani empezó a correr por el pasillo, en dirección a las escaleras generales. Esas escaleras si conectaban con todos los pisos, así que nos dejaría más posibilidades de escapar.

Hasta las escaleras quedaban unos veinticinco metros, eso si a pasillo no le daba por estirarse otra vez, y solo habíamos recorrido siete metros, cuando oímos como Óscar había terminado de bajar las escaleras. Sin embargo, lo que más nos preocupó en ese momento, venía de delante.

-¡¿Quien anda ahí?!

Carlos subía por las escaleras generales.

Oscar nos perseguía a unos siete ocho metros de distancia, y Carlos nos cerraba la salida.

-¿Y ahora que?- Esta vez era Dani el que no sabía que hacer, y su temblorosa y extasiada voz lo demostraba.

Mientras seguíamos corriendo hacia las escaleras, Carlos había empezado a correr hacia nosotros, si no se nos ocurría algo rápido acabarían acorralándonos en el medio, sin escapatoria.

Una idea surcó mi mente. Era una idea loca, un plan imposible, posiblemente no funcionaría.

Quise decírsela a Dani, pero necesitaba todo el aire de mis pulmones para correr.

-Sígueme -Es lo único que pude decir.

Quedaban unos diez metros entre nosotros y Carlos, y unos ocho entre nosotros y Óscar, y las distancias se acortaban a cada segundo.

Dani y yo nos preparamos para morir, allí, precisamente de todos los lugares del mundo, teníamos que morir allí, rodeados de cuadros tétricos, baldosas frías y pálidas iluminadas, única y tétricamente, por lucecitas parpadeantes que pendían de las paredes.

Mientras escuchaba los fuertes pasos en el suelo, que ya no sabía distinguir si eran míos de Óscar o de quien. Y Mientras las gotas de sudor cruzaban el exterior de mi cabeza, cientos de pensamientos cruzaban por el interior. Momentos felices con la família, con los amigos... ¿Dónde estarían ahora esos amigos.

OSCARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora