Parte 1

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  Gotham, ese era el nombre del principado y su nombre era reflejo inmortal de las inmortales cumbres nevadas que eran límite y frontera entre Tenebra y Kripton, aquellas cumbres donde se rumoraba habitaban los temibles gigantes de hielo, enemigos implacables de los seres mortales... pero también temerosos de los dioses que habían cedido su favor a los grandes reinos.

Las relaciones entre los reinos de Tenebra y Kripton continuaban tan tensas como hacía siglos, siete guerras sangrientas había habido entre ambos reinos con mayor o menor fortuna para alguno de los dos, el odio se festejaba aun en sus fronteras aunque ya no existían enfrentamientos entre ambos, las cumbres los dividían y solo un loco cruzaría por ellas con intención de escaramuza: los campesinos agradecían en silencio que el temor a los gigantes de hielo seguía existiendo.

Antaño el principado se había llamado Iliadon, en honor al romance entre los príncipes olvidados, aquellos que ignorantes del odio entre sus reinos en aquellos tiempos de guerra se habían amado de forma alocada y terrible, un amor que, de todas formas, había culminado con la sangre de los dos desdichados derramándose en... las cumbres nevadas, los reinos acusaban a los gigantes de hielo... y sin embargo, más sabio era acusar a los reinos que a unas criaturas que hacía siglos no aparecían entre ellos.

Intervenían en la calma también otras cosas, entre ellas la diplomacia con que el príncipe deGotham se había hecho cargo de las circunstancias, la delicadeza con que había tratado a sus fronterizos y su amabilidad con los "perdidos"... pero, su última decisión aún era discutida, de la calma que había logrado desde su llegada venía la sensación de riesgo al aire... decisión arriesgada a los ojos de todos, incluso sus enemigos más acérrimos temían por su suerte.

Su eterna majestad, el príncipe Damian Wayne había quedado huérfano de padre al poco de haber nacido -Rumores apuntaban a Kripton y los celos del amante de su soberano, el principe Alexander Luthor, en contra de Bruce Wayne, antaño soberano de Tenebra- y su madre, princesa de sangre noble también había cedido su crianza a un tutor antes de volver a casarse, no la había visto desde entonces más que un par de veces y la conversación que hubiera tenido con ella nunca superaba las frases de cortesía, sin embargo las circunstancias, las pequeñas guerras y la intriga palaciega habían terminado alterando su destino hacía unos años convirtiéndolo en el tercero en línea sucesoria, de ahí que pensando en el riesgo que representaba su existencia para la corona, el actual rey... tio suyo en cuarto grado, lo había enviado a aquel principado de cumbres eternas para que hiciera en él su voluntad; no era desconocido por nadie, ni tan siquiera por él, que todos esperaban que muriera joven sin dar problemas, cuando llego al principado contaba 11 año ... No había ocurrido así, diez años tras su llegada su principado era el más rico en veinte millas a la redonda e incluso sus más altos enemigos descubrían que era peligroso más allá de lo que habrían sospechado.

Y es que, haciendo gala de una incipiente astucia había mantenido a los consejeros de su padre a su lado en cuanto había partido en dirección a Gotham, años a su arribó parecía haber nacido allí, su piel era pálida como la nieve que rodeaba sus anhelos, y su espada había cruzado los pechos de cada asesino enviado en pos de su vida.

Oscuras palabras decían en las cortes que había logrado, con artes ocultas, el favor de un celeste. 

¡Infundados! Rugía el rey como una serpiente siseante al tiempo que esperaba que el catador probara su comida, nunca bebía ni comía nada sin que su catador los probara e incluso entonces esperaba un poco, a que hiciera sus efectos el veneno sobre su bebida, desconfiaba de todo y de todos, y su odio por los afortunados era indecible, los tenía por brujos y magos, como los oscuros reyes del reino acuatico de la Atlantida, que traicionando a sus señores se habían convertido en reyes y reinas.

Y con su palabra se callaban los rumores, rumores que entre líneas se repetían a los oídos de un principe de Kripton, en un barco que pronto encallaría en los puertos de Tenebra.
Su nombre era Kon-El, llamado invencible en su reino y aquellos que habían oido de sus hazañas, pertenecía a la linea del soberano de Kripton, pues era hijo suyo, y era por tanto, de sangre y nacimiento principe heredero del reino de Kripton. 

Mismo principe que su eterna majestad el príncipe Damian de Gotham había, por cortesía e insinuación de sus consejeros, invitado a visitar su principado.
Mismo que en tanto dormía inquieto escuchando gaviotas.  

De un romance que no debería darseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora