Parte 3

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  Los rumores acerca del príncipe de Gotham eran oscuros, crueles y terribles.

Por tanto debían de ser, por fuerza, falsos en su mayoría o era aquello lo que la experiencia le decía a Kon El, al tiempo que sus ojos vacilaban entre las parejas que se movían en el centro de la pista, movimientos gráciles que no por ello dejaban de ser mecánicos por la costumbre de repetirse una y otra vez.

Empero la misma voz de su padre le recordaba que debía tener cuidado con el príncipe, mismo que a pesar de todo se había mostrado cortes, amable y le había festejado como era obligación de un príncipe menor para con un príncipe heredero.

Y era allí donde todo se le convertía en acero fundido.

Dos semanas tras su llegada a Gotham se descubría preocupado sin saber porque.
Era posible que fuera el aire a misterio, secretos, intriga y traición que había en cada piedra del castillo de los Wayne, era posible también que fuera la fría belleza de sus nobles y las sonrisas adorables que apenas disimulaban las sombrías miradas.

O era tal vez el hecho de que Damian Wayne no había desnudado sus cartas ni jugado ninguna aparente intriga le hacía pensar que los movimientos del príncipe estaban dispuestos para un plan que él no terminaba de adivinar.

Era posible que fuese lo último, acostumbrado a sobrevivir entre intrigas palaciegas –una de ellas era la que le había ganado el título de príncipe heredero muy a pesar de que la reina Lois tenía de su vientre un hijo natural de ella y el soberano- encontraba difícil creer que había intenciones blancas tras la invitación del príncipe soberano de Gotham, era difícil por no decir risible que fuera de tal, por tanto estaba con los nervios abiertos y dispuestos a ver fantasmas a su alrededor.

Una risa leve, de graciosa estampa llamo su atención apartándolo de tan sombríos pensamientos, llevándolo a ver a la dueña de dicha risa, tenía el cabello largo y rubio y un rostro tan bello como delicado... el tipo de doncella que obliga a un caballero a punta de miradas dulces a someterse a su voluntad.

La sonrisa le gano con franca facilidad porque la había visto antes en los cuadros de otros castillos, incluido así el suyo, y conocía su nombre así como el de su protectora.
Cassandra, protegida de la princesa Diana de Themyscira.

Ella le sonrió y, antes de pensarlo bien, fluyo entre ambos el presentarse mutuamente y sonreírse con aparente amistad, Kon El seducido por la belleza fina de aquellos rasgos sin macula bailo tres piezas con ella y ella, atraída por el encanto natural del príncipe se quedó a hablar con él.

No fue un acto hecho con mala intención, pero en los hilos de una corte como la de Gotham cada gesto cuenta, en vidas de príncipes cada acción puede ser a futuro o un gran acierto o un gran error. El protocolo existe por una razón y las malas intenciones valen para todo.
El último de los Wayne se les acerco antes de que la sacara a bailar por cuarta vez, las miradas de la alta nobleza de Gotham y su propio sequito fijas en ellos y en el gesto apenas amable del príncipe le hicieron detener el corazón un par de veces en su lugar y una mirada en aquellas orbes de mar esmeralda le hizo notar lo que había hecho.

Eran solo tres bailes, solo que con una mujer soltera, de noble casta e invitada como él a estar allí, la vergüenza le lleno las mejillas y la mirada a él y a ella, Wayne curvo los labios en un asomo de sonrisa irónica que no llego a mostrarse y extendiendo el brazo se llevó a la noble del reino de las amazonas con él, a bailar una pieza únicamente que levantaría el polvo de los comentarios.

Kon-El no durmió en toda la noche pensando una y otra vez en aquello, porque estando tenso había podido, aun sin querer, afectar la buena reputación de una muchacha que ninguna intención oculta podía haber tenido cuando había sido él quien se acercó a su lado y siendo así se encontraba también avergonzado para con su anfitrión, que siendo más joven que él, había sido capaz de quitar importancia al acto y arreglar las cosas con los movimientos veloces y cuidados de un diplomático experto.

Se había admirado, era cierto, por él pero luego también preocupado y no hallaba razones para explicarse a sí mismo.

Retrocediendo a las dos primeras semanas que llevaba allí había descubierto en el último de los Wayne la elegancia de la que le habían hablado en la corte de su padre, esa indiferencia emocional que parecía gobernar a cada uno de los de su casa, también había descubierto con sorprendido placer que era un guerrero sagaz y letal, su espada se movía con una velocidad implacable y su cuerpo parecía hacerse uno con el arma cuando quería, las pocas veces que habían enfrentado armas los dos, en duelos que ponían a sus respectivas cortes con el alma en la boca, se había encontrado disfrutando las peleas incluso olvidando el anhelo de ganar, aunque notaba que aquel anhelo no abandonaba a su anfitrión. 

En fin, que las actividades durante su estancia en Gotham habían sido harto satisfactorias y su propia inquietud para con el príncipe era más bien fruto de los rumores y de lo que el mismo esperaba del joven de ojos jade en vez de ser en verdad fruto de alguna acción maligna del noble.

Sintiéndose mal por su propia desconfianza y ahora bien, inquieto por lo ocurrido en el baile daba vueltas por los pasillos. 

-Media hora lleváis mirando ese cuadro alteza ¿Os gusta mucho? –se sobresaltó y se volvió a ver al dueño de la voz, aunque ya lo había reconocido en cuanto oyó la primera palabra. 

Fijas sus orbes en las sombras, la luz del candelabro que Damián Wayne sostenía le permitió verlo bajo nueva luz, era unos años más joven que Kon El ¿Seis o siete años? No lo sabía con seguridad, pero lo vio más joven que si mismo, solo en un castillo que se alzaba orgulloso y sombrío en un principado que era más exilio que reino propio, ahí estaba, con su tez que no era blanca ni dorada, con su juventud escondida bajo miles de intrigas y secretos y allí estaba él, cayendo en la cuenta de cosas que ya sabía pero que no entendió bien sino hasta entonces, comprendió entonces que eran, a pesar de las falsas insinuaciones de paz y amistad, enemigos por ser uno de Tenebra y otro de Kripton.

Entendió también porque había sido enviado allí y un estremecimiento de ira y odio le gano, no a su interlocutor que bien podía ser inocente de lo que había pasado en su mente sino en contra de su padre, de su otro padre, de Lois Lane que había intrigado en favor de su hijo de sangre e incluso en contra de sí mismo por no notar lo que había ocurrido en esas dos semanas, inclino la cabeza en dirección a Damian Wayne, que le devolvió al mirada clara como la superficie de un manantial. 

-Me gusta el dueño del cuadro –confeso, en voz baja, escondido de las lenguas viperinas por la madrugada. 

Un parpadeo fue la respuesta, una confesión que nada tenía que ver con la primera preguntas, Wayne no retrocedió y le dio tiempo para explicarse, pero Kon no estaba por la labor y pregunto lo que le interesaba.

-¿Quién os pidió ayuda alteza? ¿Fue Lois Lane acaso? –pregunto, listo para lanzarse a su cuello y acabar con el aire que habitaba en sus pulmones a la mas apariencia de traición, pero no ocurrieron las cosas así. 

El príncipe le devolvió la mirada clara, azul y esmeralda hablando su propio idioma, eran por heredad enemigos –aunque sus padres hubieran querido otra cosa- y luego la respuesta, Damian Wayne se volvió y comenzó a caminar, haciéndole muestra de que le siguiera.

Llegaron a la biblioteca privada del príncipe y allí ingresaron, cerrándose la gruesa puerta de caoba tras ellos ingresar, acomodándose cada uno en los dos sillones que estaban frente a frente.

Damian era atractivo y bajo las cuerdas de la intriga mal descubierta lucia sereno, cosa que Kon El no podía dejar de admirar a su pesar, pocas personas había conocido que pudiesen mantener la sangre fría de ese modo. 

-Vuestro padre me escribió –dijo al final el moreno menor, sin dejar de observarle con aquella mezcla de desprecio e ironía que tan bien se formaba en sus orbes –Le preocupaba vuestro bienestar tras haber descubierto una intriga de parte de la reina, muerto mi padre en sus manos y luego culpabilizado, así fuera por bajo el vuestro de tal muerte, su intriga podía extenderse hasta usted, como ya hacía, y posteriormente con su heredero en el trono podía mostrarse a la par de la heredad de los Drake, quitándome mi derecho, entended alteza, no es nada en contra vuestra ni a vuestro favor, os mantengo vivo, porque si morís seré yo quien siga en la saga de muertos en nombre de la paz entre Tenebra y Kripton.  

De un romance que no debería darseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora