St. Valentine's Clover - KuroKen

Trébol

           

St. Valentine's Clover - KuroKen

A Kuroo Tetsurō le gustaban los detalles. Nunca había sido especialmente romántico, tal vez por la falta de experiencia en el ámbito sentimental. Después de todo, había descubierto sus sentimientos por su amigo de infancia en tercero de secundaria y no había tenido novias (ni novios) antes de eso, no con su tiempo ocupado casi por completo con los estudios y el club de vóleibol. Los detalles eran muchas veces sí algo románticos, pero también más discretos, privados, no tan exuberantes. Tenían un significado profundo.

Lo bueno de salir con otro chico era que no debía ser tan romántico. Él no quería serlo y Kenma no esperaba que lo fuera, seguramente tampoco quería. Pero se conocían tan bien que sabían sus gustos y eso les permitía ser todo lo detallistas que quisieran. Kuroo lo era de modo más recurrente, con cosas triviales, como comprando algo que le recordara a Kenma, preparándole el desayuno cuando pasaban algún fin de semana juntos en casa del otro o en su pequeño departamento universitario, y hasta dejando notas escondidas entre sus cuadernos cuando se juntaban a estudiar, con él queriendo ayudarle y al mismo tiempo queriendo supervisar el ritmo de sus estudios de cara a los exámenes de admisión universitarios.

Kenma, muy a su modo, tenía detalles para él con menos recurrencia, pero igualmente importantes. Le había regalado un amuleto poco más de un año atrás, en la visita al templo de año nuevo, y había escrito una tablilla pidiendo por él, para que le fuera bien en los exámenes de ingreso luego de las nacionales. Le había regalado también un libro de medicina, a mitad de año, luego de escucharle quejarse demasiado sobre los pocos ejemplares que tenía la biblioteca de su universidad y lo complicado que era poder pedirlo con tantos estudiantes que también lo necesitaban. Para su cumpleaños, luego de que en el suyo él le regalara una sudadera roja con la trifuerza de The Legend of Zelda estampada en negro en el pecho y en la espalda, Kenma le había regalado una igual pero de color negro con estampado en rojo. Y aunque había obtenido risas y burlas de sus compañeros el primer día que la había usado, él la llevaba con orgullo al menos una vez a la semana.

Sin embargo, esos detalles no habían comenzado con el inicio de su relación dos años atrás. Kuroo tenía algunos dibujos que Kenma le había regalado en primaria, una hoja grande con los kanjis de su nombre y apellido escritos con tinta que este había hecho como tarea de caligrafía, y una bufanda que se iba adelgazando hacia uno de sus extremos por la notoria pérdida de puntos en su proceso de elaboración y que Kenma había tejido por obligación en primero de secundaria. Él también le había regalado varias cosas, como videojuegos, carcazas y estuches para las consolas, algunos llaveros de sus personajes favoritos, un peluche enorme, que a veces servía de almohada, de un pokémon que Kenma aseguraba se parecía a él, y un collar con un colgante de madera que él había tallado con su nombre en clase de manualidades en primaria. Y eso sólo era lo que recordaba.

Por lo mismo, incluso siendo San Valentín, ninguno había tratado de regalarle chocolates o algo al otro. No eran chicas, había argumentado Kenma con la nariz arrugada el año anterior, y esa vez se habían limitado a pasar la tarde juntos comiendo chucherías compradas a precios rebajados en los remates de final del día, mientras veían partidos grabados o alguna película.

Pero ese año Kuroo había querido hacer algo un poco distinto. Nada demasiado romántico ni costoso, y Kenma había accedido. Porque incluso si era su segundo San Valentín juntos, sería el último que pasarían viviendo separados. Kenma había pasado los exámenes de admisión con buen puntaje y había podido entrar a su misma universidad, así que vivirían juntos a partir de la primavera. Y aunque no significara una diferencia demasiado grande cuando desde los seis y siete años se la habían pasado metidos en la casa del otro, él, por su lado detallista y enamorado, sentía que debía hacer algo especial, por más mínimo que fuera.