Lemon 5 ½

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La noche llegó tan rápido sobre Camelot como un manto que caía sobre la luz, los colores del cielo se atenuaban lentamente, el sol se ocultaba llevándose consigo rojizos y anaranjados que manchaban el cielo en un atardecer como cualquier otro.

La princesa lo admiraba desde la lo ventana que daba al balcón del salón, y como tantos otros se enamoraba del paisaje. Que privilegiada era, no todos tenían la oportunidad de observarlo de la misma forma que lo estaba haciendo ella. Tan pérdida estaba su mente en la hermosa naturaleza del mundo, que poco y nada se dió cuenta que ya no estaba sola.

Por la puerta pasaba un despreocupado joven de rubios cabellos, de bellos ojos verdes y sonrisa encantadora. Se acercó lentamente, no era su intención asustarla, en realidad no intentaría nada malo, no iba a ser pervertido en esta ocasión. Llevaba consigo unas flores lilas, Free love, una rara especie reconocida por sus peculiares tonos azules y morados que se fundian con un color negro que se encontraba en el centro.

El capitán tenía la nariz tapada, por lo que no disfrutaba del olor que emitían, era dulce. Sabía que le gustarían, estaba muy seguro de ello. Pero lo que el dragón desconocía, y no sufría su efecto (por su condición), era la consecuencia que causaba su dulce aroma. Al llegar junto a la señorita Liones se anunció.

—Hola, Elizabeth. —la nombrada volteó a verlo y sonrió con dulzura, lo extrañaba —te traje unas flores, las ví y me gustaron para ti. —ella tomó el regalo.

—Son hermosas —las llevó a su rostro y se dejó impregnar —. Que delicia... —abrió los ojos que momentáneamente había cerrado para disfrutar de las flores—. Que extraño... —la chica se sintió mareada, vio sus pies moverse y dar unos pasos atrás.

Meliodas la agarró antes de que siquiera pudiera tropezar con algo que la hiciera caer. La princesa tenía los ojos cerrados y estaba un poco sonrojada, no se encontraba bien, o eso creía el pecado.

—¿Ellie? —no respondió. —¿Se durmió? —el capitán estaba desconcertado. Se había dormido en sus brazos luego de oler las flores—. Esto no es divertido...

Optó simplemente por acostarla en la cama de su habitación, por lo que tuvo que tomarla en brazos, eso no era problema para él, pero si para el personal del castillo, quienes corrían la vista sonrojados al verlos así.

La habitación que compartían estaba en silencio, las cortinas estaban corridas y podía verse la luna y las estrellas por el cristal, la luz del satélite natural con suerte iluminaba lo suficiente para que el chico no tropezara con nada. Entro empujando la puerta con el pie, y con el mismo la cerró intentando no hacer ruido, debía prender una lámpara.

Llego a la cama matrimonial y recostó a la dormida princesa. Se comenzó a sacar las botas cuando vió el vestido largo de Elizabeth moverse, debía quitarselo para que pudiera dormir mejor. Conocía ese cuerpo a la perfección, lo había explorado miles de veces. Aún así, la princesa de Liones aún no había estado con él de esa forma, de esa ni de ninguna, con él ni con nadie.

Aún era pura.

Meliodas sabía que tarde o temprano sería suya una vez más, pero respetaba, dentro de todo, la decisión de ella. No le haría nada que no quisiera.

Su resfriado comenzaba a empeorar, ya estornudaba. O por lo menos esperaba que fuera eso y no que los empleados comenzarán a hablar de él como un pervertido luego de verlo llevando a la joven dormida. A las flores las había dejado en la mesita de luz que le pertenecía a la chica. Por lo que el aroma aún se encontraban cerca de su rostro, el olor ingresaba en su cuerpo de forma constante y calmada, con cada respiración la inundada una nueva sensación.

Un Verdadero Rey para Camelot (Meliodas x Elizabeth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora