Capítulo 5.

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—¿Qui-Quién eres?—. Le pregunté tartamudeando.

No me respondió lo que me hizo temblar un poco, me cubría el cuerpo con las sabanas ya que me gustaba dormir sólo en ropa interior, al ver mi reacción soltó una risa y se sentó en la orilla de mi cama.

—¿Por qué te cubres? Te vi toda la noche mientras dormías —. Me dijo mirándome atentamente.—Además, una sábana no te salvará—.

No sabía qué hacer, no quería apartar la mirada de él si es que me llegaba a hacer algo, fuera humano o no sentía que en cualquier momento me haría algo. Era como un sentimiento de peligro.

—¿Qué sucede? ¿El gato te comió la lengua?—. Musitó con burla, inclinándose un poco hacia mí.

—¿Qué e-es lo que quieres?—. Dije temeroso por la respuesta, ¿dinero? Si era humano tal vez me mataría y se llevaría todo, pero si resultaba ser otra cosa sería peor.

—¿Deseas saberlo?—. Cuestionó agarrando la sábana y comenzando a tirar de ella destapándome un poco. En ese momento mi corazón se aceleró rápidamente y me molesté ganando un poco de coraje para darle un manotazo.

—A-Aléjate—. Dije como pude, tratando de sonar firme.

La idea de que era algo más que un humano se hizo presente, en cuanto lo alejé de mí su mirada traviesa de hace unos segundo se volvió sombría tornando el color de sus ojos de gris a un rojo sangre.

—Vaya vaya, que humano tan valiente, cualquiera ya habría muerto de un paro cardíaco—.

—¿Qué es lo que quieres?—. Volví a preguntar intentando sostener la mirada en esos ojos rojizos.

—Es algo simple, Jace—. Expresó con frialdad.—Tu alma—.

Sentí un fuerte golpe en el pecho, de un suspiro saqué todo el aire de mis pulmones y poco a poco fui sintiendo como caía de nuevo en la cama cerrando mis ojos completamente. ¿Acaso sí se había llevado mi alma?

Cuando volví a abrir mis ojos él ya no estaba, mi cuerpo entero dolía como el infierno, sentí un dolor en mis costillas.

Me incorporé en la cama algo confundido viendo mi alrededor buscando a aquel sujeto, con la buena suerte de no encontrarlo. Bajé las escaleras para tomar una pastilla que me quitara el dolor pero al visualizar la sala noté a aquel sujeto acostado en un sofá mientras veía la televisión; me quedé quieto sin hacer ningún ruido en absoluto, tenía la esperanza de volver y encerrarme en mi habitación para marcarle a la policía si aquel sujeto aún no me veía pero fue un error, en cuanto regresé mi pie al escalón anterior escuché su voz.

—No trates de hacerlo o tendré que matarte de inmediato—.

¿Cómo es posible que me viera si no había hecho ruido? Oh, claro, es un demonio

Me seguí quedando inmóvil viendo al sujeto mirar la televisión.

—No te quedes ahí, te perdonaré un poco la vida si me haces algo de comer—.— Dijo volteando a verme con una sonrisa totalmente tranquila, como si nada de esto estuviera pasando.

—No... —.Le dije firmemente, aunque por dentro me estaba muriendo del miedo.

—¿No? ¿Me acabas de decir no?—.Se levantó y comenzó a caminar hacia mí de manera intimidante.

—No... No te muevas del sofá, anda, en un momento te hago algo—. Baje completamente y me dirigí a la cocina con una sonrisa nerviosa.

En cuanto llegué a la cocina me recargué en la pared y suspiré profundamente. Mi cara en ese momento era un poema, este tipo se aparecía en mi casa y luego de casi matarme quiere que le prepare un jodido sándwich, bueno, era lo que tenia pensado prepararle.

—Veamos, ¿donde dejó mi papá el pan? Hmm, carajo no tengo jamón, ¿de qué se lo haré?—. Me dije poniendo mis manos detrás de mi cuello.

De pronto sentí un escalofrío recorrer mi espalda, una respiración algo caliente se sintió detrás de mi oreja haciendo que volteara.

—Puedes hacerlo de algo dulce, detesto lo salado—. Ahí se encontraba, a unos centímetros de mí, mirándome con esos ojos grisáceos.

—Emm, puedo hacértelo de crema de maní o avellana...—. Le dije tragando saliva.

—¿Aún no hay mermelada? Pfff bueno, hazlo de avellana—.

Mientras preparaba el sándwich de aquel tipo podía sentir su mirada penetrante, era algo incómodo para mí aunque ya estuviese acostumbrado en la escuela.

—¿Por qué me miras de esa manera ?—. Le pregunté de manera tranquila, tratando de ocultar mi temor hacia él.

—Me gusta ver tus ojos—.

Al escuchar eso sentí un calor en mis mejillas y el latir de mi corazón cada vez más rápido.

En ese momento escuché la puerta principal, dejé de preparar el sándwich y me quedé inmóvil sin decir nada al percatarme de que era mi padre.

—Jace ya llegué, fui a comprar la despensa y te traje tu mermelada—.

Miré a aquel sujeto que sonreía alegremente, no sabía que hacer, si mi papá lo llegaba a ver sería nuestro pase directo a la muerte.

En las garras del demonio (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora