25. Corazón parchado

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El azabache suspiró tomando algo de valor, no sabía por dónde comenzar el tema ni cómo se desencadenaría todo.

— Perdón.—fue lo primero que dijo el pelirosa y Marshall sentía que Gumball se había vuelto disco rayado con esa palabra— No tendrías que haberte molestado en venir.

— No fue una molestia.—dijo con una sonrisita algo forzada, queriendo reconfortarlo a toda cosa, sin echarle un miligramo de culpa— Fue diferente a lo planeado, nada más.

— Aún así, venir rápidamente a mi lado como si fuese una emergencia de vida o muerte no era necesario.—quería decir que Marshall podría haber esperado a que pasen las 12, que pase incluso la noche, podrían hablar de esto en otro momento, otro día hubiese sido perfecto para que toda la información se procese.

— ¿No lo era? —dijo casi retóricamente, sin lugar a respuestas, continuó— Para mí fue lo correcto, si no lo sientes así pues tendré que ser yo quien te pida perdón.

El pelirosa se estremeció ligeramente ante lo último y sin poder formular una respuesta a tiempo, Marshall volvió a hablar;

— Sé lo difícil que puede ser estar solo en las fiestas.—comenzó suavemente, capturando la atención de su pareja, llevándolo a pensar en cosas que su mente no había contado— Solamente eso, sabiendo que estarías sintiéndote mal por cualquier motivo en una fecha como ésta, no podía quedarme de brazos cruzados.

— Entonces...—aventuró el menor— ¿No te importa saber porqué me siento triste?

— No es que no me importe.—rodó los ojos y casi saboreó lo que diría a continuación, corroborando que estaba bien decirlo— Sólo respeto si tú no quieres compartirlo conmigo.

Gumball sonrió sin siquiera verle, centrando su mirada en el pasto crecido de su jardín— De todas formas, planeaba decírtelo.—musitó— Por ello quise traerte aquí afuera, por ello quise poner esto aunque sea apenas más cómodo.—esbozó una sonrisa tocando la manta que cubría el viejo sofá.

Marshall también sonrió esperando a que el menor continuase, luego de un corto silencio, le dirigió la mirada y dijo— ¿Entonces?

— Mis padres no viven lejos.—fue lo primero que mencionó— Están a menos de 5 minutos de viaje.—agregó algo triste— El punto es que ellos no quieren verme.

— ¿Por qué? —arriesgó ante el prolongado silencio de su pareja.

— Por como soy.—respondió cabizbajo— ¿Recuerdas que dije que cambié mucho en la universidad? —preguntó y el azabache respondió afirmativamente— Luego de mi primer año estudiando es que sucedieron la mayoria de los cambios, el cabello y la forma de vestir y expresarme más que nada.—hizo una pequeña pausa y luego continuó— Hace tres años, apenas terminé mi primer ciclo lectivo les fui a visitar, a cenar y hablar de cualquier novedad. Pero a ellos no les fue precisamente agradable escuchar y ver mis novedades.—esbozó una sonrisita algo amarga y luego dijo— Mi padre dijo que no me dejaría entrar de nuevo a la casa hasta que vuelva a "entrar en razón". En ese momento creí que era una broma pues él sonrió, pero no lo era.—soltó ya notablemente triste, luego concluyó— Y la navidad me parece particularmente deprimente, no tanto porque no pueda estar con ellos, sino más bien porque en la noche de navidad fue que llegué y decidieron no dejarme entrar, decidieron rechazarme.

Marshall quedó en silencio pensando qué responder, soltar alguna palabra estúpida de consuelo no serviría de mucho realmente.

Ante el silencio algo prolongado, el pelirosa soltó una risita triste y dijo— Sé que es una estupidez.—antes de que su pareja dijese lo contrario, continuó— Pero aún así, afecta en mi fibra sensible.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora