65. Batalla de las Nieblas.

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Jim.

Los tambores suenan al ritmo de la marcha de los soldados, obligando a que mi corazón le siga, y sus hombres ansiosos, gritan sus nombres. Los caballos se posicionan en los flancos a medida que avanzan, los lanceros al frente protegen a los arqueros. Solo unos minutos más y estarán al alcance de nuestros arcos, y nosotros a los de ellos.

A lo lejos, el carro con el emblema del dios común, emite una delgada estela de humo, señal del sacrificio para la batalla. Nosotros hacemos lo mismo en la plazoleta del campamento, un acto que por insignificante que parezca, les da a los hombres el valor necesario para luchar, no rendirse y entregar sus vidas a su ejército. Un acto de completo fanatismo, que en muy poco nos diferencia con la turba de fieles de Efther.

El toque de campanas. El enemigo está en posición de ser atacado.

-¡ARCOS!- Los diestros arqueros toman sus flechas y las encajan en la cuerda, en la tercera parte inferior del arco. Artefactos de dos metros de largo, capaces de traspasar armaduras de placa, y en ocasiones romper en dos los escudos. No son los legendarios arcos de Freehouse, estos han sido malévolamente mejorados, para el momento en que los mejores arqueros de Windland se atrevieran a enfrentarse a nosotros.

Metal y madera los componen, sus flechas son más grandes de lo normal, y llevan consigo una carga mortal, veneno de cobra. Un acto cobarde, pero efectivo, dos días bastan para que un herido por flecha muera. Edward entregó a mis oficiales otro As, las granadoras: catapultas en miniatura que disparan en parábolas extendidas hacia el cielo, como las flechas, pero que tienen un alcance menor.

Las ubicamos cerca de los muros, para el momento en que lleguen a ellos. Su carga es una bala de arcilla rellena de un ácido obtenido de una planta carnívora, reforzado con vinagre para acelerar su reacción. El resultado: derretimiento de las carnes y prendas, y sin mencionar que es inflamable con la madera.

-¡APUNTEN!- A lo lejos puedo oír la señal de su trompetero, indicándoles a sus arqueros hacer lo propio. No hay tiempo que perder. -¡SUELTEN!

El chasquido de cientos de arcos suena casi al mismo tiempo, fuertes, como si golpearan un tronco. Sin perder tiempo vuelven a cargar. -¡SUELTEN!- Nuevamente los chasquidos dominan el aire, sus largas flechas se disparan, y en cuestión de segundos se pierden de vista.

Cargan por tercera vez sus flechas, pero antes de poder dar la orden, el cielo sobre nosotros ruje y se vuelve negro por un segundo, el sonido de las explosiones nos ensordece y nos obliga a cubrirnos. No logro escuchar nada, excepto un molesto pitido en mi cabeza que disminuye de a poco.

Miro a mi alrededor, nadie parece herido. Aún están lejos.

-¡LEVÁNTENSE, AÚN ESTAMOS FUERA DE SU ALCANCE!- Se lo piensan un momento, pero con fuertes rugidos se ponen de pie y cargan sus arcos, y disparan sin esperar mi orden. -¡Oficial Gay!

-¡Señor!- Corre a mi lado, una nueva carga de explosivos nos sorprende, pero la reacción de los arqueros es de atacar con más furia y certeza.

-¡Su monóculo!

-¡Sí, señor!- Me entrega el artefacto cilíndrico. Lo estiro y analizo las formaciones enemigas.

Muchos yacen en el suelo, con una o más flechas clavadas en el cuerpo. Me sorprendo al ver a varios con la cabeza atravesada de lado a lado. Los cuerpos de los heridos son llevados a resguardo por soldados vestidos de azul. Efther, un poco más atrás de sus arqueros, da una orden y sus arqueros avanzan.

-¡TODO EL MUNDO, A RESGUARDO!- Mis hombres se pegan a los muros de tronco, o se tiran al suelo con los escudos en alto, estoy seguro de que resistirán, al menos el primer ataque. Busco refugio en la parte superior del portón, tapo firmemente mis oídos y espero. Uno, dos...

Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora