Antonio.-
Las despedidas deberían extinguirse, no eran el fuerte de nadie, te hacían pasar el resto del vuelo un poco pesaroso, pero supongo que finalmente, cuando llegabas a tu destino y encontrabas a otras personas que también estaban ansiosas por verte eso nivelaba las cosas, claro que para Carlos no era fácil, pero esa era otra historia; mi ánimo no estaba muy alto y no mejoró ni si quiera cuando los señalamientos para abrochar nuestros cinturones porque no tardaríamos en aterrizar se encendieron.
La razón era sencilla de describir, la mujer a la que amo estaba sentada tan cerca de mí, a sólo tres filas de asientos, pero sentía como si estuviera al mismo tiempo, muy lejos.
—Te veo y siento como si mis penas fueran tan solo un granito de arena en toda la playa a comparación de las tuyas —opinó Carlos mientras caminábamos a recoger nuestro equipaje.
—¿Gracias? —Carlos negó con la cabeza y despeinó su cabello.
—Dijiste que harías lo posible por recuperarla y no veo tu flojo trasero moverse
—Tengo que darle un poco de tiempo —compartí—, tampoco puedo presionarla a que esté conmigo
—Eso sí, pero entonces, ¿cuándo comenzarás a hacer todo lo posible?
—Pues... cuando regrese a la escuela —decidí. Carlos hizo una mueca y suspiró encogiéndose de hombros.
—Sólo ten en cuenta que al que madruga Dios lo ayuda
—Ahí está mi mamá —anuncié—, por Dios, su plática será larga
—Ahí está la mía —agregó Carlos—, sólo espero y no empiece a llamarme la atención en público...
—Esas señoras son sus respectivas madres, ¿no? —preguntó el señor Alcántara.
—Así es —respondió Carlos tomando su maleta.
—Chicos —intervino la madre de Danna—, muchas gracias por haber venido, sé que están ansiosos por irse pero no sé hasta cuando los vuelva a ver y, en serio les agradezco mucho lo que hicieron, sobre todo por habernos avisado —miré en dirección a donde Danna esperaba mientras miraba mal a un fastidioso niño de unos trece años que había viajado con nosotros desde Texas, yo también sentía ganas de patearlo; negué hacia la madre de Danna y suspiré.
—No hay de qué —murmuré en respuesta.
—Oh y si sus mamás quieren hablar conmigo para confirmar que de verdad no hicieron cosas indebidas en su viaje, con gusto puedo testificar a su favor —agregó la señora Rinalde antes de que la madre de Carlos comenzara a saludar a todos.
—Alejandra, Jorge —saludó mi madre mientras se acercaba a nosotros—, hola Danna —agregó atrayendo la atención de Danna que finalmente quitó su asesina mirada del niño de trece años que seguía fastidiando a sus padres y a todos los demás con su horrible timbre de voz.
—Hola señora Adriana —respondió Danna a mi madre.
—Amor, ¿todo bien? —me preguntó mi progenitora. Me encogí de hombros y asentí.
—Iré a despedirme de Danna, ya regreso —anunció Carlos caminando hasta donde Danna permanecía sentada luciendo tan hermosa como solo ella podía, intercambiaron un par de palabras y un rápido abrazo, Danna se puso de pie y caminó hasta donde yo estaba fingiendo escuchar la plática que los adultos tenían.
—Buenas noches... días —se corrigió Danna interrumpiendo brevemente la plática de sus padres, la mamá de Carlos y la mía.
—Te veo el lunes Charly —dije a mi amigo quien sólo asintió—; con permiso, que tengan buen día —agregué hacia los demás adultos—, te espero en el auto —avisé a mi madre, ella asintió y comencé a caminar en dirección a la salida, chequé rápidamente que el dije de Danna siguiera en mi bolsillo, justo entonces, su voz diciendo mi nombre me detuvo.
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Mentiras de Amor
Teen Fiction¿Qué haces cuando intentas reparar un corazón roto por tu propia cuenta? ¿Le lloras día tras día a la chica que te dejó por uno de tus mejores amigos? Porque claro, la sigues amando. ¿Sales con un montón de chicas para olvidarla? No, ninguna de la...