Preludio

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—¡Por favor di algo!

—¿Qué quieres que te diga?, ¿Perdón?...

Una pareja lleva bastante tiempo discutiendo.

—No, pero dime algo más, dime...

—¿Lo que pienso? ¿Es eso?

La mujer se queda enmudecida ante el rotundo despecho de su esposo.

—Pienso que no merezco esto, ¿Tú crees que yo no tengo mi pasado?

Se miran incómodamente mientras él derrama una lágrima.

—Tú eres ... —dice, señalándola con el dedo— Tú eras el amor de mi vida, mi esposa, no un capricho.

Ella intenta acercarse a él pero este la detiene estirando el brazo.

—Tú lo que realmente quieres es mi permiso, que yo te diga que está bien, que lo entiendo, que no eres una mala persona. Pero estás equivocada, eres una maldita.

La mujer empieza a llorar.

—Perdóname, fui una estúpida.

—Si te faltaba algo, pudiste haberlo tomado de mi.

Un celular suena en medio del drama, el hombre se limpia malamente las lágrimas con los dedos, da unos respingos y se incorpora intentando con todas sus fuerzas no seguir llorando.

—Tengo que pasar por Arturo, creo que lo mejor sería que te fueras unos días de la casa.

El hombre sin dudar camina hacia la puerta mientras ella lo sigue ansiosa.

—¿Qué? No, hay que arreglar esto, ¿A dónde voy a ir?

—No sé, a donde tú quieras ir —dice, señalando el celular con el dedo.

Se sube al auto, cierra la puerta de golpe y se va.

El hombre va de camino en el automóvil, sin música.

Se lleva la mano a la nariz y la aprieta ocasionalmente en un esfuerzo para dejar de moquear, al mismo tiempo que parpadea más de lo normal, evitando que las lágrimas se acumulen en una gota.

Ya en su destino, se acerca a una gran reja de barrotes azules en la que un grupo de padres amontonados esperan a sus hijos.

— Hola señor Ortega, ¿Se encuentra bien? —pregunta desconcertada una maestra.

—Sí, muchas gracias, no se preocupe es sólo el clima —responde forzando una sonrisa.

Un pequeño de 8 años se acerca de la mano de otra maestra.

—¡Hola pequeño vikingo!, ¿Cómo te ha ido hoy?

—Bien papá, la maestra me puso un 10 en mi tarea.

—¿En serio? —el niño asiente orgulloso.

—¿Qué te parece si vamos un rato a la feria del muelle?

El rostro del niño se ilumina inmediatamente con una sonrisa.

—Dos boletos para la feria, por favor —dice el hombre mientras rebusca en su cartera.

—¿Mamá ya está adentro? —pregunta el niño.

—No, tu madre... ella salió de viaje por unos días, pero no te preocupes, todo estará bien. Además, sin ella vigilando podremos comer todos los dulces que queramos.

El niño abre la boca sorprendido, luego asiente y coloca su dedo índice en sus labios, guardando el secreto.

Pasan las horas mientras padre e hijo se divierten en los juegos mecánicos, la casa de la risa, los shows de acróbatas y bailarines. 

Las Bestias Del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora