¿Eh?, ¿Mi palabra preferida? Humm... Supongo que sería Sweetie ¿Por qué? Creo que es la palabra que describe mejor mi historia. Dulce y tierna. Pero tampoco acaramelada. Ah cierto, vosotros no sabéis mi historia. Lo siento, estoy hablando de cosas de las que no os enteráis. Bueno, os la tendré que explicar. Vamos a ver... Me llamo Gabriel Martín, lo se, a mi tampoco me gusta mi apellido. Ahora mismo tengo 36 años, vivo en Barcelona con Daniel, estamos casados, y tengo una hija llamada Anaís y dos hijos gemelos llamados Víctor y Adri. ¡Soy un desastre contando historias estoy empezando por el final! A ver, voy a empezar de nuevo, esta vez por el comienzo. En esa época tenía... ¿16 años? Sí, 16. Iba a primero de bachillerato y estaba bastante angustiado por los finales. Ya sabéis, eso de los exámenes estresa a cualquiera. Bueno, sigamos con la historia. Iba corriendo por los pasillos a causa de que llegaba tarde al examen de biología. ¡Genial! ¡Me encanta biología! Obviamente es sarcasmo. Pues bien. Soy un torpe, de hecho, siempre lo he sido. Y no me podía pasar nada peor que chocarme con Daniel, el chico más popular del instituto y encima, por si chocarse era poco, caí de culo en el suelo pareciéndo un debilucho. ¡Un momento!, ¡Que sea gay no significa que me tengan que pasar cosas que suceden en las películas para chicas! Y que querías que hiciera, si Daniel me sacaba dos cabezas y era el triple de ancho que yo era evidente que acabaría en el suelo. En fin. Sinceramente, al principio me lo imaginaba borde, prepotente y frío. ¡Cómo me equibocaba!
—¿Estás bien? Oye... ese golpe ha debido de doler.—Preguntó afable mientras extendía la mano.
—Sí... gra... gracias...—La acepté y me puse en pie. ¡Dios mío qué vergüenza pasé!
—Me llamo Daniel.
—Sí, lo se.
—¿Lo sabes?
—Eres el tío más popular del insti...—Me miró extrañado.—Me llamo Gabriel.
—Encantado Gabri.
—S-Sí... ¡El exámen, casi se me olvida!—Salí corriendo.—¡Nos vemos luego!
Y, como era de esperar, llegué tarde al exámen. Me echaron la bronca del siglo y me pusieron en frente de mis narices un exámen de veinte hojas. ¡Veinte malditas hojas! Con un pesado suspiro intenté empezar a rellenar los espacios, cosa que no conseguía porque no había estudiado y no me sabía nada. ¡Genial Gabri eres muy inteligente! Finalmente la hora se acabó pero las hojas quedaron en blanco. Salí del aula cayendo al suelo rendido por el cansancio.
—Mira por donde, el chico del examen.—¿Y a que no sabéis quién era?, ¡En efecto, Daniel!
Me intenté levantar del suelo pero tropecé con el cordón de mi zapato cayendo de morros al suelo, ¿Que os había dicho sobre lo de torpe? ¡Aquí tenéis un ejemplo!
—Vaya... hoy no es tu día.
—¡Pues parece que no!
—Pero no te enfades hombre...
—¡¿Que no me enfade?!, ¡Esque estoy harto!, ¿Cuánto te apuestas que si salgo del edificio me parte un rayo?
—Pero si hace sol.
—¡Ya, pero con la racha de mala suerte que llevo seguro que se pone a tronar!
—¿Quieres ir a dar una vuelta? Tengo la tarde libre.
La verdad es que me puse muy feliz. Daniel es un chico muy guapo, su pelo es de color castaño y liso, y sus ojos son grandes y verdosos. Muy diferente a mi, con un color negro como la pez tanto en el pelo como en los ojos. Su color de piel, eso sí, está más bronceada que la mía, pero sin dejar de tener una piel similar a la porcelana. Volviendo a aquél día. Noté como mi cara ardía. Nunca me había fijado detenidamente en Daniel pero sí que era verdad que siempre había despertado en mi algo especial.
¡Cielos, parezco una chica enamorada de su príncipe azul! Las cosas como son, a mi me gustaba y hacía que mil mariposas rebolotearan por mi estómago. Al quedarme callado adoptó un rostro preocupado.
—Esto...—Dije al fin.—Sí... Me gustaría dar una vuelta.
—¡Genial! ¿Te apetece un helado? Porque yo me muero por uno.—Asentí con la cabeza sonriendo.
Y eso hicimos, salimos hacia la heladería más cercana y compramos una tarrina pequeña para cada uno. Yo la cogí de after eight, o lo que es lo mismo, menta con chocolate, mi preferida. Él escogió un sabor más clásico, fresas y frutos del bosque. Nos sentamos en un banco a conversar un poco sobre nuestras vidas y la verdad es que me lo pasé muy bien.
A quién quiero engañar. Al principio estaba bien, pero luego le empecé a dar vueltas. Seguro que pensaréis "Oye qué bien, ¿no? Has conseguido acercarte a la persona que te gusta." Pues no, porque por esa misma razón sabía que solo éramos amigos, y que nunca pasaría nada entre nosotros. Aunque, de he admitir que se estaba bien a su lado, incluso si no podría estarlo para siempre. Empezó a hablar de chicas, de las que habían salido con él, de las que le gustaban. Y, bueno, no pude evitar que una lágrima recorriera mi mejilla. Mierda... ¿Por qué soy tan débil?, ¿Por qué me afecta tanto estas pequeñas cosas? Por supuesto le
dije que se debía a que me había entrado algo en el ojo, aún así no se lo creyó.
—¿En serio?, Si he dicho algo malo solo dilo, ¿vale?
—No, no... no es eso creeme...—A veces me da rabia ser tan... sensible.
Entendedme, es dificil ser así de sensible siendo chico, aunque seas gay. En esos momentos me gustaría ser una chica. En fin, estaba claro que, si antes solo me llamaba la atención su físico y su forma de ser, esa tarde acabé enamorándome por completo de Daniel. Y aquí empezaban las dudas, ¿Le gustaré?, ¿O tal vez solo le gustarán las chicas?, ¿Se alejará de mi si se entera de que soy gay y, encima, de que me gusta? Este mundo es muy dificil, y seguramente tropieces unas cien veces en la vida, que en mi caso serían mil, pero mira adelante y no dejes de sonreír. Porque todo, con esfuerzo, se puede conseguir. Y si al final no lo consigues, al menos lo has intentado, ¿no?
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Sweetie (inacabada)
RomanceGabriel, un chico que desde los catorce años sabe que es gay, se enamorará de Daniel trayendo consigo un sinfín de situaciones, tanto cómicas, románticas o algunas un tanto dramáticas para explicarnos, en primera persona, la vida y las dificultades...