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Pego un grito ahogado

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Pego un grito ahogado.

Comienzo a reír como una chiquilla enamorada, mientras me remuevo abrazando a mi almohada. Apuesto a que mi sonrisa debe ser digna de ser fotografiada en una revista, no me sorprendería si me salen corazones en los ojos, como los emoticones de las redes sociales.

Afortunadamente mis padres se encuentran en una la reunión escolar de mi pequeña hermana, por esta razón soy libre de expresar mis delirios y chillidos adolescentes.

Salgo de mi trance y tomo mi celular, al parecer Mela está muy sensible últimamente, reprimo una carcajada al ver su último mensaje.

Deslizo la pantalla buscando los mensajes anteriores, presiono el número que me envió mi mejor amiga hace solo unos instantes, y lo agrego a mis contactos con el nombre de Sean Barton.

Sean.

Hasta su nombre es lindo.

Todo en él es admirable y no exagero, muchas veces me he preguntado qué clase de educación le brindaron sus padres, digo yo, aquellos benditos señores, —que probablemente serán mis futuros suegros—deberían de escribir un libro titulado: Cómo educar al chico ideal.

Si nos sinceramos un poco, en estos tiempos los chicos como Sean se encuentran en peligro de extinción, me atrevo a decir que estoy un 99.9% segura que si algún día te lo cruzaras en el metro, su presencia no se te pasaría desapercibida.

Y te diré la razón...o mejor dicho, las razones.

Los pequeños detalles hacen la diferencia, pero si no eres tan observadora como yo, te darás cuenta que físicamente Sean Jay Barton es terriblemente inmaculado, hasta podría decir que lleva consigo un aura brillante que lo distingue de los demás; y si vamos más allá, yo particularmente he notado que cuando quiere abrir la ventana junto a su asiento, primero se fija que no haya ningún codo que podría terminar perjudicado por su acción, también recuerdo aquella vez que una señora con un bebé en brazos se sentaron a su lado, al ver que la señora abrigaba a su niño, él se ofreció voluntariamente a cerrar la ventana .

¡Madre santa, quién hace eso en estos tiempos!

Otros muchachos simplemente se colocan sus audífonos y fingen estar dormidos para no dar asiento a los demás.

Es por esto y muchas cosas más que mi Hércules es perfecto.

Okay, exagero un poco.

Pero hasta mamá en una ocasión me dijo que era un excelente partido.

Ahora que tengo su número... ¿Debería de acosarlo por mensajes?

Si mal no recuerdo, hace un par de años Mela me contó acerca de un admirador secreto, su amorío a través de los mensajes iba fenomenal, pero el día que se conocieron en persona...Bueno, él ya la conocía físicamente, sin embargo ella quedó decepcionada en cierto modo.

Algo cruel, pero común entre los seres humanos. ¿Y si ocurre lo mismo entre él y yo?

Suspiro largo y pesadamente. Deslizo mi dedo entre los contactos y me detengo en el de Sean Barton, tras unos segundos de análisis, pienso que un corazón junto a su nombre no estaría nada mal.

Sonrío ampliamente y lo presiono para editar.

Mi sonrisa se borra.

Mierda no.

No. No. No. No. No. No.

Corta. Corta. Corta.

La pantalla se volvió negro y seguía timbrando.

Mierda, mierda, mierda y más mierda

En un rápido movimiento de mis pulgares sudorosos conseguí finalizar la llamada. Quiero agarrar la lámpara de mi mesita de noche y darme golpes en la cabeza cual Dobby en la enfermería de Hogwarts.

¡Dios! He estado toda la semana sin recargarme y hoy que lo hago. ¿Tenía que pasarme esto?

Inhalo pausadamente tranquilizando a mi pobre corazón que palpita frenéticamente, cruzo las piernas recordando mis clases de yoga, exhalo, cierro los ojos; no obstante, los abro de golpe al escuchar la melodía de notificación de mi celular.

Trago saliva para humedecer mi garganta, la cual parece haberse secado por completo desde que hice la errónea llamada, tomo de nuevo el móvil entre mis manos.

No es posible.

Sean Barton: Hola 😶

Sean Barton: Me llamaste, ¿Quién eres?

Oh no.




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