—Sólo que —habló Manuel otra vez, logrando que la chica se detuviera y lo mirara de nuevo con aquella bonita mirada—, no sé qué tan explícito sea comentarle que la chica con su libro estuvo aquí buscándola
—Oh, cierto, lo lamento —se disculpó la chica regresando un poco, Manuel se dio valor de salir y avanzar un pequeño paso hacia ella—, soy Adi, Adilene —se corrigió la chica— Ibarra, mi hermano es quien le envió el libro a Dan, dijo que era importante así que... sería bueno que le dijeras que pasé por aquí —explicó ella, Manuel solamente se sintió sonreír y dejó de escuchar con la misma atención en cuanto supo el nombre de la desconocida.
—Manuel Alcántara, un gusto Adi, Adilene —se corrigió él, mientras titubeaba un poco en estrechar su mano con la de Adi para saludar formalmente, no porque no quisiera, más bien porque se dio cuenta que estaba tan nervioso que estaba sudando de la palma de las manos. Pero en cuanto ella sonrió ligeramente y se acercó otro paso para acercarse y saludar todo dejó de importar para Manuel, y saludó.
—Adi está bien —concordó la chica.
Danna.-
En cuanto estacioné mi auto en el casi vacío garaje supe que ni mi madre ni Jorge estaban en casa, y que, era casi seguro que encontrara a mi hermano justo como lo había dejado por la tarde, pero para mi sorpresa cuando entré a la sala, Manuel estaba ahí y ya había tomado un baño, llevaba puesta ropa decente y limpia, e incluso había afeitado la incipiente barba que le había estado creciendo en los últimos cuatro días.
—Hola —saludé guardando mis llaves y verificando con la mirada que todo a mi alrededor estuviera bien.
—Dan —saludó silenciando el televisor—, ¿cómo te fue? —cuestionó con una extraña expresión en su rostro, como si deseara fingir naturalidad.
—Bien —respondí mordiendo mi lengua para no comenzar a contarle sobre mi nada lindo encuentro con Andrea.
—Me alegro mucho
—¿Qué te sucede? —pregunté sentándome frente a él a esperar una respuesta, Manuel se encogió rápidamente de hombros y finalmente suspiró haciéndome notar que sus mejillas habían adquirido un muy tenue color rojizo.
—Vino Adi Ibarra a dejarte un libro —informó poniéndose de pie, tal vez incómodo por la escrutadora mirada que le estaba dirigiendo.
—¿Y dónde está? —pregunté, mirando de nuevo a mi alrededor en busca de mi libro.
—Pues se fue —respondió como si fuera obvio.
—No Adi, el libro —aclaré.
—Ah... ella no lo dejó, como que no se fio de mí para dejar tu libro
—Ok
—Pero dijo que regresaría más tarde —agregó mientras yo lo atrapaba sonriendo ampliamente.
—¿Por eso el radical cambio de aspecto? —cuestioné poniéndome de pie y haciendo mi camino hacia la cocina.
—Qué ... no —inquirió evitando mi mirada en cuanto ambos llegamos a la cocina—; ¿de dónde conoces a Adi?
—Adi —repetí llamándola por su diminutivo—, ¿no te dijo?
—No nos sentamos a esperarte mientras bebíamos un té Dan, obviamente no me lo dijo —respondió mi hermano sentándose al otro lado de la barra—, sólo dijo que su hermano te envió el libro con ella
—Sí, él me dijo que lo haría —murmuré sirviendo jugo de naranja en un vaso—, supongo que estuvo bien que ella haya querido regresar después, tiene tiempo que no la veo —compartí, cubriendo la pequeña sonrisa que se formó en mi cara con mi vaso de jugo.
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Mentiras de Amor
Teen Fiction¿Qué haces cuando intentas reparar un corazón roto por tu propia cuenta? ¿Le lloras día tras día a la chica que te dejó por uno de tus mejores amigos? Porque claro, la sigues amando. ¿Sales con un montón de chicas para olvidarla? No, ninguna de la...