Reto animales

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Lío en la granja

En la granja Kikiriki, esta mañana se había armado una buena. Todo el gallinero estaba completamente alborotado. El gallo Pepe había mandado llamar a Flip para que juzgara los hechos. El sabueso sabría qué hacer. Además todos le tenían en gran estima y era el adecuado para este asunto. Cuando llegó se sentó sobre unas alpacas de paja y dio veda para que comenzara el juicio.

—Bueno, yo el gallo Pepe digo que Geltrudis, la gallina de mi corral me ha sido infiel y aquí presento la prueba.

Era un huevo con pintas negras y demasiado grande.

—¿Qué tienes que decir en tu defensa, Geltrudis? —le dijo Flip.

La gallina en cuestión, que era un tanto flamenca y bien entrada en años, salió al estrado con cara de malas pulgas.

—Ese huevo no es mío. Alguien me lo ha puesto a mí para incriminarme. Yo que ya soy gallina vieja, ¿a estás alturas me voy a buscar otro? Si lo que no quiero es que me toque ni Pepe. Estoy ya menopáusica.

Las chismorreo se suceden de una a otra como dándola la razón.

—Silencio —dice Flip—. A ver, ¿ha habido algún cambio últimamente? ¿te has cambiado de nido?

—Pues claro que no. He estado ausente eso sí un par de días. Tuve que asistir un parto muy difícil de la señora pata.

—Que venga la señora pata. ¿Es eso verdad?

La señora pata asiente. Las gallinas comenzaron a ponerse nerviosas. Olía a conspiración. Todas se observaban en busca de la verdadera culpable. Flip como buen sabueso olisqueó el huevo y después fue haciendo lo mismo con las gallinas. Cuando ya le quedaba un par por registrar, una de ellas se escapó del grupo y gritó:

—He sido yo. Ese huevo es mío. Lo confieso, me enamorado de Don Oca. Lo siento Pepe, pero él me es fiel, tú tienes que atender a todo el corral y me sentía muy sola. Además, estaba cansada de esos revolcones delante de todas. Don Oca me respeta.

El gallo rodó los ojos en blanco y se tapó la cara con un ala.

— ¡Ay, la madre del pollo! Blanquita, tú que eras una de mis favoritas, a la que más monto, ¿cómo has podido?

El gallo cornudo hinchó el pecho de orgullo y retó a muerte a Don Oca. La pobre gallina se desmayó. Don Oca que era un engatusador y un Don Juan, salió por patas por la puerta de atrás antes de que lo encontrase el gallo. No merecía la pena tanto alboroto por una gallina.

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