...caí rendida.

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¿Conoces esa sensación cuando estás reprimiendo un llanto delante de alguien más imponente que tú? Eso, al fin y al cabo, es lo peor que puedo hacer. Coserme la boca mientras borbotones de agua brotan de mis ojos. Y me abstengo a parpadear, para no dar paso a nuevas lágrimas.

Y, cabizbaja, salgo corriendo a algún lado vacío y solitario. Ahí comienza mi pequeño e individual infierno. La mandíbula me tiembla y parece que me cuesta respirar. Empiezo a ahogarme. Busco un espejo y observo lo ridícula que estoy: la cara completamente roja, los ojos brillantes, pero no brillantes de ¡oh, qué bonito! sino brillantes de pobre infeliz.

Que no se asusten si algún día desaparezco, y, no, no me refiero al suicidio. Nunca lo haría. Me refiero a desaparecer en sí, a largarme de este lugar. Cuántas veces te he anhelado, ansiada libertad...

De cuando...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora