Capítulo 2

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Sebástian Fantiny

No me iría hasta no verla ir se primero. Hasta que no cruce las puertas de mi club no dejaría de seguirla. 

Ese tipo no me da buena espina y aunque ella me dejara, aun es mía. Me pertenece y al parecer lo ha olvidado pero quiero darle su espacio no quiero que piense que solo la mantengo conmigo por el acuerdo, aunque es así. No la puedo dejar ir, no a ella, no puedo estar solo otra vez.

— ¿Los estás viendo Fausto? —Pregunté desesperado.

— Sí Fantiny, ya se están yendo.

— ¿Estás seguro? ¿Le tomó la mano?

— Le dio un beso.

«¿Otro beso?» ¿Dónde?

— Y ahora le está agarrando sus caderas, y — Hizo una pausa — su mano casi roza su trasero. — Comenzó a reír.

— ¡Esto no es un juego!

— Fantiny, solo te digo lo que veo. Además, entiende que ella no esta contigo, seguro tiene sus razones. Déjala ir, de todas forma su acuerdo ya casi termina y no la retendrás por más tiempo.

—¿Eso crees?

—¿Qué planeas hacer?

—No lo se, puedo ingeniarme algo.

—No la vas a secuestrar si eso piensas, tampoco la obligaras a nada que no quiere y ni pienses que...

—Ya entendí. Pero de algo si estoy seguro y es que ella es mía aunque se niegue lo es y lo será. 

—Sebástian ella no quiere estar contigo, le duele verte, le duele estar en el club por eso se fue con ese tipo y tu aun no lo entiendes.

Tiene razón, no lo quiero entender. 

—Ella ya no te ama, ella ama a otro. Se ríe con otro, sale con él. Ella ya te olvido.

Eso duele, duele como una herida recién que no sana y siempre esta abierta. Duele amar a alguien y no ser correspondido.

— ¡Te juro que si sigues hablando, no veras hoy a tu esposa!

— ¿Y eso por qué?

— Porque te mataré imbécil. Ya basta, lo se, pero se que dentro de ella aun existe algo que nos une, aun esta esa chispa que me cautivo.

Esa camioneta de color gris opaco avanzó, del lado izquierdo se encontraba Samira sentada, la ventanilla a medio bajar, miré y su rostro mostraba esa tristeza desde el día que fuimos al instituto para ver el cadáver de Mimase, cuando llegó la noticia Samira al principio se negó a creerlo hasta no verla, fue ahí cuando una camilla con una sábana blanca nos pasó cerca y nos dejó ver a la que parecía ella, tenía la cara desfigurada, su cuerpo muy débil y sus brazos estaban quemados, o eso parecía, lo que nos dolió fue que no se parecía en nada a ella, ya no se veía como la niña hermosa que era.

Habían miles y miles de chicas que lloraban desde unas celdas, estábamos lejos pero escuchamos sus gritos.

Y todos los días me culpo, lloro y me hundo en la depresión.

Y fue en ese momento que Samira, al verla, no aguantó más y calló desmayada, luego de media hora despierta, la oficial nos entregó las pertenencias que Mimase tenía antes de ser ingresada, a mí me dio una bolsa con sus ropas y a Samira un sobre, el cual tenía su nombre grabado.

Desde ese día, ella leyó esa carta, la cual no me dejó ver por ninguna razón, desde ese día perdí su amor, se mostró fría y distante, ya no dormíamos en la misma cama, decidí que lo mejor era regresar al club, pues allá ella quiso volver, decidió bailar y rompió toda relación conmigo, no me dio explicaciones ni me dejó hablar, solo cortó conmigo y no pude rogarle, ya que se marchó a su cuarto antes de yo poder hacerlo.

Acuerdos [Vol 2] [Trilogía Relaciones Toxicas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora