Era un día tranquilo de verano, unos meses antes de acabar el instituto, yo salía del recinto para ir a mi casa, solo, como normalmente, nunca nadie me venía a buscar, la ciudad era tan aburrida que ni los criminales se acercaban. Una vez me despedí de mis amigos y compañeros, me dirigí hacia el camino que siempre recorría. Al cabo de media hora ya iba por la mitad del recorrido pasando justo al lado de la casa del viejo gruñón y amargado, señor Lexingot, al pasar delante de su ventanilla pude apreciar su cara observándome con esa expresión de menosprecio que le ponía a todo el mundo, yo le devolví la mirada, visto lo visto era el único que no temía al anciano. Una vez dejada atrás la casa y una vez acabe de insultar dentro de mi mente al señor Lexingot , volví a centrar mi mirada en el escenario que me envolvía, a mi derecha pude observar a un pequeño conejo blanco con una mancha negra en el lomo, "¡¡¡Mr.Sparkles!!!" Dije en mi mente, Mr.Sparkles era la mascota que había tenido desde los ocho años, un hermoso y tierno conejito blanco, Mr.Sparkles había muerto cinco meses atrás por una infección, era imposible que estuviera allí, yo mismo lo enterré en el jardín de mi casa bajo un rosal. En ese instante empecé a preocuparme por mi salud mental, yo siempre había sido un chico algo hipocondríaco, pero descarté dicha opción porque el conejo se acercó a mi y se restregó contra mi pierna, acto seguido le cogí en brazos, mis ojos estallaron en lágrimas, sabía que era imposible que fuera Mr.Sparkles, pero sentir a mi vieja mascota que tanto había querido entre mis brazos fue una sensación dulce a la vez que ácida. Mr.Sparkles salto de mis brazos dando un brinco el cual casi me ahoga, darle una patada en el pecho a un chico con problemas de asma no es una buena idea a no ser que quieras matarlo.
El conejo se alejó poco a poco hasta que se paro en frente de un árbol, noté que quería que le siguiera, probablemente fue un error pero no pensé en lo que hacía así que obedecí y le seguí. Cuando estuve al lado del árbol el conejo volvió a desplazarse hacia otro árbol, y hacia otro, y hacia otro, y hacia otro...
Si mis cálculos son ciertos, fueron veinte minutos de persecución, Mr.Sparkles se paró en la puerta de una vieja casa, la cual nunca había visto en ninguna de mis incursiones al bosque. El conejo, con su cuerpo, empujó la puerta y entró, yo al entrar lo vi subir escaleras arriba y lo seguí, ahora mas que el cariño por Mr.Sparkles era la curiosidad lo que me invitaba a seguir. En el segundo piso había un gran pasillo, entré en la primera habitación y encontré a mi mascota.
-Menuda incursión me has hecho realizar-Dije mirandolo-.
-Tranquilo, que todavía no ha acabado-Escuché que decía una voz quebradiza y áspera detrás de mí-.
Antes de poder responder o girarme recibí un golpe con una barra, posiblemente, que me dejo insconcinete.
Y así seguí, en la misma casa, en la misma habitación, recibiendo vagas porciones de comida y escuchando la misma voz sin saber quien era. Mi cordura empezaba a perderse y le contaba esta misma historia a todos los ratones que veía, todo por seguir a ese estúpido conejo el cual veía pasearse delante mío siendo consciente de lo que había provocado, pero lo más inquietante de la historia era que no era el mismo conejo no tenía el mismo color, no tenía el mismo tamaño, ni siquiera se parecía a mi Mr.Sparkles. No entiendo el porqué pero mis ojos me habían engañado, me habían mentido, me habían manipulado y gracias a ellos desaparecí del mapa.
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Ojos que engañan
Mystery / ThrillerPara todos aquellos ilusos que se fien de lo que ven, hoy os explicaré la historia en primera persona de un joven el cual nunca hubiera imaginado su futuro, experimentará una situación la cual no desearía ni a su peor enemigo. Todo fruto de una men...