Capítulo 35

43 7 0
                                    

   Ya tres meses desde que Lisa abandonó esta casa para siempre. A Michael lo notaba ciertamente aliviado, como que la salida de Lisa de su vida sea, en cierto modo, un peso menos encima.

   Recuerdo que la noche después de que Lisa se fuera, él andaba vagando por toda la casa tarareando una canción vieja. Desde ese día no lo vi más, y me quedaba en casa para evitar que se ofenda más, por lo que también hace tres meses que no veo a Manuel. Él está enterado de todo esto y obviamente no sé enfadó cuando le conté.

   Eran las cinco de la mañana, mis pensamientos me impedían seguir durmiendo. Me pongo las pantuflas rosas, que hacían juego con el short y la remera de mi camisón, y comienzo a bajar las escaleras. A mitad de mi recorrido, mi vista se torna negra y me veo obligada a aferrarme a la baranda para no caer.

   No sé por qué, pero últimamente noto que me pasa bastante seguido esto.

   Cuando me recuperé, llego a la cocina, mi idea era buscar algo sólido, pero, al ver la manzana en la frutera, una sensación rara invadió mi cuerpo, sentí el estómago revuelto y las ganas de vomitar no me sobran, ya estoy empezando a preocuparme.

   Abro la heladera y saco la botella de agua, me sirvo un poco en un vaso de vidrio opaco y prosigo a tomarla cuando una voz me interrumpe.

   -¿Juana? ¿Qué haces despierta a esta hora?- era Liz, estaba con su camisón rojo de raso y una bata de seda sobre este.

   -Liz, casi me muero del susto. Sólo vine por un vaso de agua- levanto el vaso y bebo un trago.

   -¿Te sientes bien? Creo que estás sudando demasiado- y no me di cuenta de que era verdad hasta que me toqué la frente con la mano. Estaba transpirando bastante y eso no era normal en mí.

   De pronto, mi vista vuelve a tornarse negra y sienta la necesidad de aferrarme a la barra de desayuno para no caer.

   Liz me ayuda a establecerme y me acerca una banqueta para que me siente, mientras me da un vaso de agua y me abanica con la mano.

   -¿Segura que te encuentras bien?- sirve más agua en el vaso.

   -¿Sabes? Ahora que lo dices, hay momentos en que veo todo negro y pierdo la noción de tiempo.

   -¿Hoy no cenaste mucho? Debe ser hambre- abre la heladera y saca una banana- Ten, come.

   Tomo la banana y la pelo, pero, cuando la acerco a mi boca, la sensación de náuseas volvió. Sentía mi estómago revuelto y me vi obligada a soltar la banana haciendo que caiga al piso.

   -Perdón, siento mi estómago dar vueltas.

   -¿Náuseas?- asiento con la cabeza- Vístete, ya son casi las seis, debe haber algún hospital abierto.

   Subo las escaleras y abro la puerta de mi habitación. Saco del armario una remera blanca y un Jean azul oscuro. Vuelvo a la cocina y Liz ya se encontraba vestida con un vestido rojo de seda.

   -¿Vamos?- escucho una voz familiar. Volteo hacia la puerta y veo a Michael sosteniendo las llaves del auto.

   -Perdón nena, es que no hay taxis disponibles hasta las siete y esto es importante- explica Liz como si hubiera leído mis pensamientos.

   Luz sube al auto del lado del copiloto y Michael abre la puerta de atrás para que suba. Luego de que él se acomode en su lugar, enciende el auto y comienza a conducir hacia el hospital.

   -¿Cómo te siente ahora?- quiso saber Michael.

   -No lo sé, siento que mi cabeza da vueltas igual que mi estómago.

   -Paciencia, ya llegaremos- anima Liz.

   El hospital más cercano, quedaba a quince minutos en auto, por lo que llegamos rápido. Michael estaciona el auto en el estacionamiento del hospital y destraba las puertas.

   -Bien, vayan, yo las espero aquí- informa prendiendo la radio y reclinando el asiento para atrás.

   Liz toma mi mano y ambas caminamos hacia el gran hospital.

Adoptada por. . . ¿accidente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora