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Emiliana

El camino hacia el aeropuerto fue estresante, pero lo hacía por ver a Leyla. Realmente manejar no era algo que disfrutara, y ella me obligaba a esto.

Estacione al frente de la puerta, tampoco tenía ganas de caminar. Hoy estaba realmente vaga, era notable que me estaba poniendo vieja... Y mi cumpleaños estaba tan cerca. Sí, seguro es eso.

— ¡Adivina quien volvió! – Dejó las maletas a un lado y me abrazo.

— Lo más necio que existe en mi vida – Le di dos besos y la ayude con una de las maletas para irnos más rápido.

Guardamos las maletas en el auto y emprendí camino «una vez más», puso algo de su música e iba cantando. Lo que más me gustaba de ella era que jamás estaba de mal humor, es un alma libre y feliz.

Llegamos a un restaurante, almorzaríamos para ponernos al día. Siempre que va a ver a sus padres, algo sucedía en Berlín. Y ambas disfrutábamos contar los chismes.

— Dijiste que venías el lunes y ya es jueves, así que tardaste de más. ¿Que sucedió en Berlín?

— Compartí con mi familia, y...

— ¿Y qué? – Grite emocionada – ¡Habla ya!

— Vi a Ítalo... ¿Lo recuerdas? – Asentí – Tuve que ir a las oficinas de CNN allá, para chequear algo y nos encontramos... Y me invito a salir, y al otro día lo repetimos.

La abrace y luego aplaudí como tal niña pequeña. Su felicidad era la mía, y aunque muy poco veía a Ítalo, un italiano que se robó su corazón pero que ella realmente no quiere admitirlo, cuando estaban juntos eran como el fuego.

— Estoy feliz por ti, espero algún día puedan establecerse en la misma ciudad y estar juntos.

— Hablando de eso... – Mis ojos se abrieron tal cual un huevo frito.

— ¡¿Qué hará Ítalo?!

— Piensa pedir cambio a las oficinas de Múnich, para vernos más seguido...

Un grito de emoción salió de mi, y medio restaurante volteó a vernos. Pero no me importaba, más feliz no podía estar.

— Le dije que no pediría cambio, a pesar de que mi familia estaba allá y el también, realmente amaba Múnich y tú estás aquí, además de que en las oficinas de CNN aquí es donde comencé y tengo todo, así que no pienso hacerlo.

— ¿Y que dijo él? Eso fue algo egoísta, pero no me interesa, te quedarás aquí conmigo.

— El dijo que haría el sacrificio porque, además que allá no tiene a nadie, todo conmigo valía la pena.

La abrace una vez más y después recupere la compostura, me hacía feliz saber todo eso. Ella merecía la felicidad.

— Ahora, cuéntame tu... De tu almuerzo con el guapo millonario de ojos azules.

— Fue bien, es realmente muy delicado y caballero.

— ¿Y cuando lo volverás a ver? ¿Saldrán una vez más a alguna comida romántica? ¡Dímelo todo Emiliana Grace!

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora