Heme aquí, primerizo y con un miedo enorme que hace que mi sangre fluya a toda velocidad ¿Eso es normal? Quiero decir, estoy preparado, muy preparado. Sin embargo, la idea me aterra ¿Me aterra? No, ese es el punto: la mejor elección. Respira, solo respira. Al tiempo que me adentraba a la oscuridad donde se encontraba la famosa "máquina de la felicidad", me sorprendía de tan solo ver la cantidad de personas que deambulaban sin rumbo, a pesar de que todos teníamos el mismo objetivo. Una niña de tan solo unos ocho años pasó a mi lado y me pregunté qué haría en un lugar así, hasta que vi su mirada, sus ojos no mostraban absolutamente nada y lo entendí. Elegí un lugar algo cómodo para la espera; los minutos decisivos por así decirlo. Había una larga fila hasta la máquina.
Observé mis escuálidos brazos y suspiré. La espera adentro se hacía eterna, más larga que cualquier otro momento de mi vida. Sentía que pasaban años y años, sin hacer absolutamente nada. ¿Irónico verdad? Creía que la prioridad para entrar era a medida que uno llegaba, pero al parecer no era así.
Busque un espejo, algo para recordar mi imagen. Sí, quería verme después de todo. Sólo imagina una eternidad sin poder verte al espejo y dime si no te gustaría hacerlo. Exagero, lo sé. En fin, rebusqué en mi bolsillo algo que pudiera servirme y solo encontré aquel brillo metálico que tanto miedo y amor le tuve. Note unas enormes ojeras, y mi cuerpo más delgado de lo normal. Me reí por primera vez en demasiado tiempo, pero no sonaba como siempre. Mi cara tampoco era la misma, era... ¿mayor? ¿Era posible que de verdad hubieran pasado años? Lo entiendo, la mayoría de los que están aquí han pasado una vida entera a espera de la felicidad.
En todos estos pensamientos no me percate de la presencia que tenía en frente mío. Era como la niña, una mirada vacía pero sonriente. Notaba cierta locura en su rostro. Era de mi edad, o quizás un poco mayor. Sus ojos grises estaban hinchados y se notaba su falta de sueño.
- ¿Primera vez aquí? Reconozco ese miedo -dijo fríamente. Me sorprendió escuchar una voz, creía que no se podía dialogar en la "sala de espera".
-No tengo miedo, estoy preparado.
-No lo estás, nunca nadie lo está.
- ¿Entonces qué haces aquí?
Lo último que quería en esos momentos era entablar una conversación con un extraño, o cualquier ser humano. Pero había algo en la tonalidad de su voz que lograba despertar algo en mí.
-Lo mismo que tú. Es mi tercera vez aquí.
- ¿Tres veces? ¿Eso es posible? Creí que una vez dentro no había salida... Me refiero, al utilizar la máquina. -O quizás eso era lo que quería creer.
-Oh, si eres primerizo. Mira a tu alrededor niño. La mayoría de los que estamos aquí tenemos una vocecilla dentro pidiendo a gritos que salgamos de este lugar, incluso tú. Yo le he hecho caso. Dos veces. Pero tienes razón, no puedes volver atrás una vez que usas la máquina.
-Entonces... ¿Has entrado alguna vez?
-No... Nunca, pero si he estado aquí. Tres veces.
-Ya dijiste eso. - su repetición comenzaba a molestarme.
-Pero tú preguntaste niño. Mira, esta será mi última vez, puedo jurarlo.
Comenzó a mirar hacia la niña de ocho años. Estaba a punto de entrar, y una fila enorme estaba detrás de ella.
-Mi nombre es Mario. ¿Puedo saber por qué estás aquí? -Sus ojos se agrandaron aún más con un toque de curiosidad y apenas una pizca de esperanza. Me tomó completamente por sorpresa, nunca alguien me había hecho esa pregunta.
-Es complicado
- ¿Lo es? -con cada palabra que salía de su boca, más ganas tenía de entrar a la máquina. Suspiré y recordé cada momento, cada segundo que me había llevado hasta allí, pero con total indiferencia esta vez.
-Decidí dejar de vivir en cámara lenta. Decidí hacer algo al respecto, ¿acaso está mal?
-No suena tan complicado... -Hizo una pausa de unos segundos y luego prosiguió. - ¿Sabes por qué la llaman así?
- ¿Felicidad? No lo sé, supongo que es lo que uno espera como resultado
-Si me preguntas, le hubiera puesto "Libertad".
Libertad. Tenía razón. Vi todo pasar ante mis ojos. Observe mi cuerpo una vez más y camine lo más lejos que pude. Eran las palabras que necesitaba para dirigirme a la máquina, me sentía preparado, quería ser libre y sentir algo. Sentir cualquier cosa... Me di vuelta y vi que Mario estaba detrás de mí.
- ¿Qué haces? -pregunté.
-Es el momento, lo sientes ¿verdad? Yo también lo siento...
-Deberías irte, pareces tener razones para salir de aquí una tercera vez.
Mario se paró de golpe y sus grises ojos se abrieron muy grande; bajo la vista y continuó caminando.
Hice lo mismo. Continúe. A lo lejos podía verla y no tenía idea de cuál fuese mi elección al llegar. Porque si, todavía debía hacer elecciones. Esta "eternidad" me había servido un poco, pero miles de posibilidades pasaban por mi cabeza. Baje la vista y llegue a la puerta. Note que muchos se salían de la fila y me dejaban pasar como si nada. Abrí la puerta y sentí un enorme escalofrío. El mundo a mi alrededor no existía más. Nada existía, tampoco yo.
Sentí una voz femenina llamando mi nombre y unos golpecitos en la puerta.
'¿Qué hago?' me dije a mi mismo. De la nada volví a mi cuerpo. Volví a mi cuarto. Volví a mi vida. Vi como una gota de un rojo carmín cayó de mi piel, coloreando el piso blanco. Tire lo que mi mano sostenía al suelo y su sonido me asusto. La voz seguía allí golpeando.
- ¿Qué estás haciendo?
'Es complicado' pensé. Una vez más observé mi rostro. Tenía el aspecto de joven que solía tener antes de entrar.
-Nada. -respondí con un tono convincente. -Estoy por salir.
Recordé a Mario y me pregunté cuál habría sido su decisión final. Baje la vista y el piso seguía del mismo tono que al caer la gota. Entonces me dije 'Quizás la máquina deba decidir cuando esté listo'.
YOU ARE READING
La máquina de la felicidad
Short Story"Por una vez en mi vida quiero sentir algo a lo que tu llames real, pero no creo tener el tiempo para curar estas cicatrices. Y los días solo pasan, dejando preguntas en mi mente. Supongo que encontraré las respuestas algún día en otra vida."