Mi libertad: Tu

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Algunas de las respuestas más importantes llegaron a mí, pero sigo saber qué puede llevarme a ti. Sigo los días dando tras pies preguntándome donde puedo descubrir la respuesta que me llevaría hacia donde estés.

Donde el camino se divide en dos me detengo con el fin de pedir indicaciones pero no hay nadie ahí para responderme, el quedarme a esperar no es una opción.

Elijo el camino que se supone que me llevará hacia donde te encuentras en este momento. No quiero recordar cómo he llegado aquí, tampoco cuál fue la locura que pasó por mi cabeza cuando decidí ir detrás de ti y confesarte lo que mi corazón te había ocultado tan bien.

He escuchado que los caminos solitarios están llenos de trampas ¿Será verdad? ¿Puedes decírmelo tú? Al fin y al cabo estabas sólo cuando te fuiste lejos diciendo que yo encontraría tu camino.

Me he arrepentido a cada paso que doy, después de todo ¿Quién puede culparme por desear volver al lugar seguro que alguna vez fue mi hogar?

Sigo pensando, considerando para volver de donde partí pero entonces una pregunta aparece en mi mente como si mi alma la gritara ¿Qué es casa? ¿Dónde realmente está? Entonces caigo en la cuenta de que el lugar material donde estuve no era mi verdadero hogar, no había nada allí que gritara “tuyo”, en cambio sólo era un lugar vacío que ambos convertimos en casa.

Siento mi corazón rasgarse, siento a mi consciencia despedirse de mí, la siento lejos y entonces ya mis pies no son los que me sostienen, sólo el suelo puede evitar que me vaya más allá de lo que alguna vez conocí como realidad.

Sigo esperando la respuesta pero ninguna parte de mí puede contestarla, nadie puede hacerlo ¿Por qué me dejé engañar por tú promesa? Era tan obvio que huirías de mí luego de nuestro primer beso, luego de nuestra primera caricia ¿Alguna vez realmente me quisiste?

Entonces abro los ojos y comienzo a ser consciente de que el cielo que me rodea ya no es de un acostumbrado azul, es de un rojo escarlata que parece estar más cerca de lo que mis ojos pueden percibir.

Muevo mis manos esperando tocarte, esperando sentir en ellas la respuesta de donde realmente estás. Pero entonces oigo mi propia voz susurrándome que es demasiado tarde como para tan siquiera intentar recordar tu rostro.

Mis pies se mueven disfrutando de la libertad que les produce estar descalzos.

Vuelvo a pensar, a recordarme el por qué he viajado tanto tiempo, sigo sin poder encontrar la respuesta a la única pregunta de la que realmente me siento responsable, no encuentro nada, no hay nada.

“Solo yo” Digo dándome cuenta de la triste realidad, nunca hubo un nosotros, solo estuve yo, tú eres yo, una parte de mí que quiso huir y no volver a ver como me derrumbaba.

“Pero he cambiado” Le digo al viento esperando encontrar en él el perdón que necesito para seguir adelante.

“Yo cambie” Escucho decir a una parte de mí, sí, yo lo había hecho, no era la misma niña que fingía ser más para alegrarte, no era la misma adolescente que gritaba sin sentido esperando que tus brazos me consolaran y salvaguardaran de los demonios que sólo podía ver yo.

Entonces el cielo cambió de rojo a un suave celeste, el viento besó mi rostro otorgándome el perdón que yo tanto deseaba.

“Pero no lo he hecho” Le escuché decir a una voz mientras el viento levantaba mi cabello y le hace bailar sin ritmo.

Miré mis manos que ahora parecían tan ajenas a mí, tan grandes y maduras. Pude darme cuenta de que era la misma de hace unos pocos momentos, nada había cambiado, incluso el cielo que realmente era azul seguía de su increíble color a pesar de que mis ojos le habían visto cambiar.

Mi libertad: TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora