*9 Cuestión de tiempos*

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— ¡Cuánto lo siento! – le dije apenada terminando de secarme la cara.

— ¿Por qué te lamentas? - lo dijo mirándome...con un dejo de pena...sí eso era, pena. Me encogí de hombros...seguro mi cara lucía como una remolacha. – Annie, si vomitaras por estar ebria o quizás drogada, sí deberías sentirte avergonzada...pero estas embarazada.

—Sigue siendo vergonzoso. – le dije y miré hacia la mesa. Aún seguía esa torta maldita. - ¿No te importa llevártela? – le señale el postre.

— ¡No te muevas! – me dijo, tomo la bandejita con la torta, y bajó las escaleras muy rápidamente.

Estoy segura que demoro solo segundos, porque en cuanto me senté, él hizo nuevamente su aparición.

—Eres bastante rápido. – le dije en tono de burla, y él sólo sonrió.

—Futbol, y entrenamiento duro.- se sentó frente a mí para examinarme. – estás pálida. ¿Quieres un té? ¿Algo? – negué lentamente.

—No...prefiero que se me pase un poco este mal estar. – la verdad es que me sentía muy cansada, incluso el cuerpo me dolía.

—Supongo que la mejor solución es que te acuestes y descanses.

Lo miré fijo, no sabía qué decir...por un lado sí quería acostarme y olvidarme de este hecho por un momento, y por el otro no quería que él se fuera.

—Sí. – le dije sin pensar. – Sería lo mejor.

Sin decir más nada, me levante y caminé a mi dormitorio, me quité las zapatillas, y me acosté mirando la pared.

Cerré mis ojos, y busqué calor en las mantas finas que tenía sobre mi cama...creo que sentí la puerta cerrarse y eso me llevó a suponer que James ya se había marchado. Me acurruqué más aún. Odiaba la sensación de sentirme sola...quizás las cosas serian más llevaderas si mi familia supiera...

Un movimiento me hizo quedar de piedra.

Sentí mi cama moverse, abrí mis ojos de repente, y giré apenas para verlo a él, descalzarse, y tomar otra manta para taparme y recostarse conmigo.

Creo que debería a empezar a preguntarme por qué lo dejo hacer todo esto.

Con una sonrisa de lado, se recostó a mis espaldas, rodeándome con su calor, y abrazándome fuerte. Rodeó mi cintura y posó su mano en mi barriga.

—Me estoy tomando mucho atrevimiento. – dijo, ni siquiera fue un pregunta.

—Mmm. – fue mi respuesta.

¿Y qué le iba a decir?

Tampoco sentí que le debía algo, o que él lo hiciera por una torta... ¿Podría alguien hacer eso por algo así? ¿Ven? A eso me refiero cuando no sé cómo actuar ni mucho menos que decir.

Voy a suponer que lo hace...por la torta, sí.

*Stephen *

La imagen de mi mamá en la cocina era la mejor postal de vida que tenía, le sonreí con dulzura, ella era eso, la mujer más dulce de este mundo.

— ¿Qué estas mirando con tanto cariño? – me preguntó ella mientras encendía el horno, y preparaba una bandeja de papas, especialmente preparas para comer esa noche.

—Esa bandeja con papas claro. – ella rio y me miro de forma amenazadora. – A ti te estoy mirando. – confesé.

— ¿Qué te está sucediendo?

Sin ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora