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23 años. 23 soporíferos años. ¿Por qué se celebran los cumpleaños? Claro. Supongo que seguir un año más viva, en un lugar tan inhóspito, se debe celebrar de alguna manera. Algún regalillo para animarte. Un año más sin haberme suicidado. Pero suicidando mi alma todo el tiempo... En serio. Le clavo tantos cuchillos mientras hurgo en ella..! 23 años para darme cuenta de que los años no importan nada. Me pueden llegar balas de todas partes... que ya no me afectan. Tremenda coraza la que llevo encima. Tremendo chaleco antibalas ha hecho mi cuerpo con las costras de las heridas. A veces creo que ya no lloro nunca de tristeza. A veces no sé siquiera si lo he hecho alguna vez. No sé si estoy segura de conocer la tristeza... Sí. Mientras lo escribía lo he recordado punzante en mi cabeza. Claro que sé lo que es la tristeza. La conozco bien. Supongo que por eso ahora tengo esa sensación de que no me afecta. Que puedo llorar de rabia. Y sobretodo de emoción. Pero, ¿de tristeza? Se me hace un sentimiento casi inventado por nosotros mismos. Como algo que no fuese natural. No le veo utilidad. La rabia y la emoción, aunque sean sentimientos contradictorios, te empujan a vivir. Son como un halo. A veces lloro porque me brota el sentir tan fuerte... Pero la tristeza está hecha como para desalentar a alguien que en ese momento no interesa que esté en marcha. Es una especie de dormir. Pero en lugar de dormir el cuerpo, el alma. Inyectan somníferos de maldad y dejan tambaleante el espíritu de la víctima. Cuando insultan a alguien y su autoestima baja. Es como que convierten las palabras en armas de destrucción. ¡Dios mío! ¡Con lo útiles que son las palabras para hacer poesía! En fin, 23 años para darme cuenta que lo único que importa es el amor. Eximirte de la culpa y exprimirte viviendo. Exprimir la vida. Vivirte. No me vais a ensuciar el alma que yo sé lo que yo quiero.


r.v.

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