El brazo de JongDae se había enrollado alrededor de la pequeña y contorneada cintura de MinSeok, mientras trataba de acercar aún más sus cuerpos en ese apasionado beso. Su lengua pidió permiso para adentrarse en la boca ajena, y este fue concedido, desatándose una guerra en el interior de sus bocas. Esta era la primera vez que MinSeok era besado, y ningún libro existente en este mundo podía describir las sensaciones que estaba experimentando en ese instante. Sus respiraciones se trancaron por la falta de aire y ambos supieron que era momento de separarse, pero no deseaban acabar con ese precioso beso, querían quedarse unidos para siempre.
Cuando sus labios perdieron el contacto sus ojos se encontraron, hasta que MinSeok bajó la mirada avergonzado y sonrojado pensando en lo que acababa de suceder. Esa imagen era lo más hermoso que JongDae había presenciado en su corta y pobre existencia. Trató de evitarlo, pero no pudo contenerse, abalanzándose contra los rosados labios otra vez. MinSeok esta vez se apretó mucho más contra el cálido cuerpo del pelinegro, rodeando sus brazos alrededor de su cuello para profundizar más el beso.En un grácil movimiento JongDae lo acostó en la cama, quedando a horcadas de MinSeok, besándose con tal pasión que el calor en la habitación aumentó como si estuvieran en una hoguera, ardiendo ante su amor y sus pecados. JongDae mordió el labio del menor provocando que este soltara un jadeo involuntario que le hizo enloquecer. Las manos del rubio fueron a parar en la nuca del pelinegro, jalando algunos cabellos mientras sentía como su cuerpo se calentaba aún más con cada beso y caricia recibida por parte de su amante. MinSeok estaba abrumado por una nube de placer que no le permitió pensar con claridad en lo que estaban haciendo, solo sabía que quería sentir más.
JongDae se sentía en el cielo mismo, porque tener al hermoso chico bajo su cuerpo y siendo besado por sus labios le parecía toda una fantasía hecha realidad. Despegó sus labios de los dulces y carnosos de su amor, para llevarlos a la piel suave y blanquecina de su cuello. Empezó a dejar besos húmedos en toda la extensión de su piel, y su parte animal le pedía a gritos dejar marcas en todo su cuello que le permitieran saber a él y cualquiera que las viera que MinSeok era suyo.
Sus cuerpos estaban tan juntos el uno del otro que un movimiento involuntario de sus caderas provocó una fricción tan deliciosa que hizo que un gemido de placer escapara de los labios de MinSeok. Ese hermoso sonido fue como una alarma para JongDae, parando por completo lo que estaba haciendo y alejándose de MinSeok como si su tacto le quemara.
Sus respiraciones eran agitadas, y ambos trataban de asimilar lo que acababa de pasar. JongDae prácticamente había saltado de la cama alejándose de él, y MinSeok empezaba a preguntarse si había hecho algo malo. ¿Por qué se había detenido si se sentía tan bien? ¿Acaso lo había lastimado? MinSeok ni siquiera pudo demostrar sus preocupaciones cuando JongDae lo interrumpió
—Lo siento… y-yo… te traeré algo de agua para que te hidrates, sino la herida no sanará bien. —Y salió de la habitación, tan rápido como sus palabras fueron pronunciadas.
MinSeok se sentó en la cama lentamente, y con la mirada perdida en aquella puerta de madera tocó sus labios que aún se encontraban adormecidos por tal cantidad de besos. Una sonrisa se dibujó en sus labios, porque JongDae le había dicho que lo amaba, y que correspondía a sus sentimientos. Ni siquiera le había dado la oportunidad de decirle que también lo amaba cuando ya estaba atacando sus vírgenes labios.
Un pensamiento fugaz cruzó la mente de MinSeok, y esa felicidad contenida pareció menguar. Porque tal vez el mayor se había arrepentido de sus palabras, tal vez MinSeok le había desagradado tanto durante sus besos que por eso había parado con todo. Sin poder evitarlo, el brillo en sus ojos se apagó y su sonrisa fue borrada, dándole paso a la decepción.
ESTÁS LEYENDO
Red Boy «ChenMin» [EDITADA]
RomantizmLa madre de MinSeok le advirtió de los peligros que podía encontrarse en el viejo y denso bosque. Toda su vida escuchó los macabros relatos sobre las criaturas que allí habitaban. Estás eran grandes, peludas y sus dientes desgarraban la carne sin pi...