Capítulo 43: Sentimientos encontrados

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Zyma estaba en lo alto de del balcón del Castillo de la Gangas fastidiando a una Mal atada sentada en un caja de madera. Acariciaba su cabello pero Mal no sonreía.

Zyma se acercó más.

—Cuchi, cuchi, cuchicu —dijo mientras se reía, y pasaba la punta de su daga por su garganta.

—Ya déjala, Zyma. Es nuestro boleto de ida —Alessandro la apartó de Mal. Luego tomó asiento en el trono de Maléfica, que estaba cerca de la puerta del balcón.

—¿Se siente increíble ser la novia del rey? —preguntó sarcásticamente la hija menor de Yzma acercándose más a la hija de Maléfica.

Alessandro soltó una ligera risa.

—Ruega para que tu príncipe azul traiga esa varita.

—¿Príncipe azul? Más bien bestia —Mal miró hacia otro lado.

Alessandro sonrió arqueando una ceja, y Zyma soltó una risita entre dientes.

—Parece que hay problemas en el paraíso —dijo él—. Ya te vas, ¿no es cierto, Zyma?

—Te estaré esperando —ella murmuró al oído de Mal.

Alessandro le lanzó una mirada fulminante.

—¡Ahora!

La hija de Yzma miró con cierto desdén y entendió el mensaje. Caminó alejándose de los dos hijos de villanas.

Los dos quedaron solos en el balcón del Castillo de las Gangas.

—Entiendo que esto no te lo mereces —dijo Mal mirando fijamente a Alessandro.

Él soltó una fuerte carcajada mirando hacia otro lado.

—Esto —pronunció esa palabra riéndose. Luego se levantó del trono y caminó hacia Mal, se paró sobre el borde del balcón al lado donde estaba sentada—. Ningún hijo de villano se merece esto, Mal. Esta isla sigue siendo una miserable prisión gracias a que no terminaste tu trabajo hace meses —su rostro se puso serio—. No simules que tú y tu novio cuidarán de mí, porque a nadie le importo —dijo volviéndose a sentar en el trono—. Y estoy bien con eso —quitó una pelusa de su hombro, mirando hacia otro lado.

—¿Entonces este no es el plan de tu abuela? ¿Ese no es su broche? —preguntó Mal, apuntando hacia un broche dorado con una esmeralda en el medio de la chaqueta magenta de Alessandro.

Él soltó un bufido, y luego risita entre dientes.

—A mi abuela, mi mamá, y tía tampoco les importo. Bueno, al menos que necesiten que alguien arregle algo en la peluquería.

—Ouch, y yo que pensé que mi madre era ruda —dijo Mal.

—No importa. Así nos criamos en la isla, ¿verdad? No quiero tu estupida compasión —él rodó sus ojos.

—No, no, claro que no. Veo que ahora te volviste un líder, tienes tus secuaces. No estás atado —dijo Mal mirando las sogas en sus manos.

Alessandro se levantó, camino hacia Mal mientras sonreía débilmente.

—Fui una tonta por todo lo que te hice —dijo ella negando con la cabeza.

—Bien, ¿qué te parece si comenzamos a criticar a la antigua Mal? —preguntó él.

—Si empezamos contigo tendríamos algo mejor —dijo Mal con una ligera sonrisa pícara.

Alessandro la apuntó con el dedo y le dio una sonrisa.

—Descarada y cínica. Aún no has perdido ese viejo toque —le guiñó un ojo—. Sería una lástima tener que arrogarte a las brasas. Si tan solo hubieras elegido ser mala, no hubiéramos llegado a todo esto —suspiró mientras se alejaba hacia el trono de Maléfica.

—No lo hagas. Libérame y podemos ir a Auradon juntos —dijo Mal.

Alessandro abrió sus ojos con una gran impresión ante lo que había dicho Mal, se giró hacia ella con una sonrisa amplia.

—¿Entonces, ahora sí puedo ir? —preguntó. Luego se apoyó en el borde del balcón mirando fijamente a Mal—. ¿Me gustaría saber por qué? —hizo una pausa, y la miró fijamente—. Te diré algo. Cuando mi prima fue la única seleccionada de mi familia para ir a Auradon, generó el mayor resentimiento de mi vida. Nos dejaste botados aquí, Mal. Y eso solo me hizo darme cuenta de que la bondad no existe para los que de verdad la desean. Y créeme, gracias a ti mi vida siempre fue así —dijo dando una suave palmadita en su rostro.

—No lo pensé de ese modo, que quizá deje aquí verdaderas amistades y me olvide de ellas, que lastime a muchas personas, y mientras yo disfrutaba mi vida en Auradon —Mal hizo una pausa—. Eso no sonó bien. Lo lamento, ¿okey?. Ahora eres un líder, Alessandro. Ben y yo también lo somos, ven a Auradon y se parte de la solución y no parte del problema.

—¿Estás tratando de persuadirme? —Alessandro soltó una carcajada—. Siempre sabes que decir, esa fue tu especialidad. Enredando la mente de tus oponentes. Pero eso nunca funcionó conmigo, querida. Yo conozco realmente cómo eres. Y vamos —la miró de pies a cabeza, se acercó hacia su rostro clavando su mirada en Mal, y una sonrisa se dibujó en su rostro—, ¿es en serio? ¿Parte de esa solución?... ¡Nah! —sonreía maliciosamente—. Un día juré que saldría de la Isla de los Perdidos bajo mis propios medios, y tú estarás en primera fila para verlo.

La Descendencia de la Isla de los PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora