Capítulo Sesenta y Seis.

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Nunca había notado el tamaño de esta casa, es decir... no había notado lo grande que puede ser cuando se vive solo o lo silenciosa que puede volverse o cómo la oscuridad se la traga una vez que el sol cae. He dormido en el sofá de la sala estos días desde que mi padre me sacó de su casa, no tengo ánimos de dormir en mi cama, estoy segura de que la sentiré mil veces más grande sin Alex en ella; y el imaginarme pasando frente a la habitación de Noah sin escuchar sus carcajadas, logra atravesarme con una puñalada directa al pecho.

Bufé al escuchar el timbre de la casa repetidas veces, lo había ignorado las primeras dos, pero ya me estaba comenzar a hartar. Dejé la botella de tequila en el suelo y me levanté, sintiendo todo a mi alrededor dar vueltas. Cerré mis ojos con fuerza y me aferré a la columna de cemento por un par de segundos intentando estabilizarme. Caminé un par de pasos más y a ciegas, puesto que no había ni una sola luz encendida, logré abrir la puerta.

— Te adelantaste. — escuché antes de verlo entrar, pasando de mí.

Fruncí el ceño, asimilando las palabras; cerré la puerta y caminé torpemente de vuelta al sillón. El castaño se había dejado caer en el lado del sofá que no estaba arrugado, sacó una botella de una bolsa de cartón y sin mucha batalla la abrió.

— ¿Qué haces aquí? — pregunté sentándome de nuevo.

— Ahogar penas. — elevó un poco la botella, chocándola con la que yo acababa de retomar, la llevó a su boca y le dio un sorbo largo, arrugando su nariz cuando lo tragó.

— ¿No tienes una casa para eso? — volví a preguntar, confundida.

Michael clavó su mirada en mí, me escaneó lentamente y negó con su cabeza.

— Mi padre me quitó la llave del elevador y la de la puerta normal. — se encogió de hombros antes de darle otro sorbo al whisky; solté el aire sabiendo que no lograría sacarlo de la casa, me recosté en el respaldar y volví a tomar de la botella que tenía en mi mano.

Cerré mis ojos, sintiéndome completamente relajada, me pesaba tenerlos abiertos; pero no tenía sueño. Pasaron varios minutos antes de que él hablara, minutos que se me hicieron cortos; sentada ahí con mi mejor amigo a mi lado, los recuerdos de una década antes me bombardearon junto al mareo por el alcohol.

Ahora, una década después, seguimos sentados en el sofá emborrachándonos y ahogando penas. No puedo evitar sentir vergüenza propia y ajena. Una década después y no hemos cambiado. Por lo menos, no del todo.

Fruncí el ceño, saliendo de mis pensamientos, abrí mis ojos y giré mi cabeza hacia la derecha para poder mirarlo. Enarqué una ceja al darme cuenta de que el aroma que me había llegado era verdad y no una alucinación causada por los recuerdos y el alcohol. Vi el humo escapar de los labios de Mike en dirección al techo del salón e inmediatamente, sentí las cosquillas en mis manos.

Dejé de fumar de golpe cuando nos entregaron a Noah, no quería que el pequeño se expusiera al humo ni que su casa oliera a tabaco; realmente, no me había hecho falta en todo este tiempo, había estado tan ocupada con el rubio que no tenía la necesidad de fumar; pero... ya no tengo a mi pequeño.

Estiré mi mano para tomar la caja de cigarros que reposaba sobre el regazo del castaño, sentí su mirada sobre mí, estudiando mis actos; lo vi soltar el aire de nuevo y tenderme el encendedor. Tomé uno de los cigarros para colocarlo entre mis labios, por inercia formé una pequeña cueva con mi mano libre, para evitar que la brisa apagara el fuego; le di una calada profunda cuando se encendió.

— No fuiste al cumpleaños de Hansel. — escuché el susurro de Mike, no sé si el alcohol me está haciendo escuchar mal, pero estoy segura de que su tono fue resentido. Negué con mi cabeza y me encogí de hombros. — Alex tampoco fue, si te lo preguntabas. — ladeé mi cabeza y fruncí el ceño, preocupándome un poco. — Scar vino. — asentí con mi cabeza. — ¿¡Sabías que vendría!?

Recuperando El Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora