Snow & Blood

En una fría noche de invierno, en unos de los planetas mas helados de todo el sistema solar una mujer acababa de dar a luz a un saludable niño, su apariencia era igual que la de todos los recién nacidos en el planeta, el cuerpo completamente negro, pequeños brazos provenían de su espalda y unos enormes ojos blancos. El que se supone que debía ser un hermoso momento para la familia en verdad era solo el inicio de una despedida, el planeta estaba en muy mal estado y desde hace algún tiempo se había establecido la ley de que se asesinaría a todo recién nacido que se le encontrara, desde luego que no querían que eso le sucediera a su hijo, y aunque les doliera en lo más profundo del alma la única opción que encontraron fue dejarlo en un planeta lejano, uno donde no lo pudiesen encontrar. Fue de este modo como lograron viajar hasta la tierra, lugar donde el pequeño niño fue abandonado, sus padres sabían que estaría bien, los de su especie pueden cuidarse por sí solos desde el momento que nacen, los infantes suelen ser altamente agresivos, en especial cuando se tiene hambre.

Las hojas de los árboles se mecían suavemente gracias al agradable viento otoñal, entre los arbustos un pequeño niño de unos seis años miraba a los demás jugar en aquel gran parque, de pronto se animó a salir, su cabello era negro, algo ondulado y despeinado, tenía hermosos ojos color verde y la piel blanca como la nieve. Camino hasta donde estaban todos los niños, subió a uno de los columpios empezándose a mecer, le gustaba hacerlo mientras miraba a todos los demás correr y gritar, era algo agradable, el pequeño estaba metido en sus pensamientos cuando sintió que alguien se sentaba en el otro columpio.

"Hola, me llamo Jenny ¿y tú?" Pregunto una sonriente niña de cabello rubio mientras miraba al moreno con toda la confianza que un niño pequeño tiene.

"Kore..." Respondió en lo que más bien parecía un susurro.

"Mucho gusto Kore" Dijo ella tomándole una mano "Juguemos juntos ¿sí?" Se puso de pie obligando al otro a hacerlo también.

Kore se levantó dejándose llevar a donde la chica quisiera. Ambos jugaron por un buen rato, subían y bajaban por el tobogán, corrían por todo el parque, se divertían.

El moreno se detuvo "Jenny" Llamo en voz baja "¿Puedes acompañarme un momento?" La rubia asintió, Kore camino hacia donde había estado hace un rato, cerca de los árboles, entre los arbustos, en donde nadie lograba verlos "Tengo mucha hambre" dijo mientras que dos largos brazos negros salían de su espalda, miro directamente los ojos de la rubia quien estaba notoriamente asustada "Mucha hambre" La ataco.

Un momento más tarde se lograba escuchar la voz de una mujer llamando a su hija, comenzando a desesperarse mientras que Kore miraba desde lo más alto de un árbol, relamiéndose un poco, su boca aún tenía ese sabor a sangre "Creo que hubiera sido una buena amiga"

Kore había aprendido a cambiar de forma a su antojo, a veces convivía con los humanos, fue de ese modo que aprendió a hablar, a caminar, a escribir, a hacer todas las cosas que un humano normal hace, pero al parecer todo lo olvidaba cuando le empezaba a dar hambre, la cuenta de a cuantas personas se había comido ya estaba en el olvido. Había tratado de tener amigos e incluso familia, pero al final decidía que no valían la pena, los humanos solo eran simples aperitivos. Pasaba todas las noches en el bosque, a veces no podía dormir y se quedaba viendo a las estrellas, sobretodo en el crudo invierno cuando tenía que aguantar las nevadas.

Ya han pasado varios años, Kore tiene diecisiete años, en todo este tiempo las cosas han cambiado, le resulta difícil conseguir comida, ya no puede ir al parque y engañar a los niños pequeños, tiene que hacer más; en días tiene suerte pues logra encontrar a alguien que quiere acampar, otros días no, si bien junta la comida que le sobra muchas veces se queda sin nada, viéndose obligado a ir a la ciudad para tratar de atrapar a alguien, cosa que no siempre pasa.