Capítulo Noventa y Ocho

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Mi mamá a penas y podía creer que de verdad hubiera peleado con Andrea, yo también de cierta manera, es algo que nunca esperas que pase, pero simplemente sucedió y no estaba arrepentida en lo más mínimo.

—Pero tú estás bien —cuestionó mi progenitora como por décima vez inspeccionándome con la mirada y sus manos sobre mis hombros.

—Perfectamente —respondí sintiendo que decía la verdad, estaba mucho mejor que bien.

—Entonces... te vetaron de ahí por un año —cuestionó Jorge mirándome con algo de diversión, asentí en respuesta y él sonrió ampliamente deambulando un poco por la cocina con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

—¿Crees que es divertido? —se quejó mi mamá mirando a Jorge—, ella peleó con Andrea, se supone que son familia

—Desafortunadamente —interrumpí cruzándome de brazos.

—Por lo que vi, no creo que Danna haya comenzado el pleito —intervino Manuel.

—Ese es el punto, ves cómo ni si quiera me has dejado terminar de explicarte —me quejé con mi madre, ella suspiró sonoramente y extendió su mano hacía mí cediéndome la palabra—, ella es una zorra que no conecta su vacío cerebro con sus palabras y todo estaba bajo control, podía lidiar con ella siendo presuntuosa con su... nuevo novio cara de señor maleante, hasta que comenzó a meter a... ella comenzó a hablar de mi padre, de Alfredo —aclaré— y de ti, cómo si ella supiera todo, entonces fue cuando definitivamente me dije, Danna, hay veces que las palabras no funcionan con personas como ella, y no merecen que gastes esas palabras que seguramente no entenderá y entonces perdí un poco los estribos, bien, perdí todos los estribos —acepté— y puede que le haya dejado un ojo ligeramente púrpura —acepté encogiéndome de hombros.

—¿Ligeramente? —ironizó Manuel sonriendo, Jorge imitó su acción y después mi mamá nos miró con seriedad a los tres.

—Oh, y cuando estábamos esperando para poder irnos ella comenzó de nuevo a provocarme y eso todo el mundo lo vio, por si planeas castigarme o algo por el estilo, ten en cuenta que ella lo merecía —agregué.

—Amor, ten en cuenta que todos los adolescentes pelean alguna vez en su vida —opinó Jorge mirando a mi madre—, y si es por una buena causa, realmente no es grave

—Y ese centro comercial ni si quiera es tan lindo, puedo ir a un montón más —Manuel asintió apoyándome y miró a mi madre a la expectativa como lo hacíamos Jorge y yo.

—Ese no es realmente el problema, Dan —espetó mi madre tomando asiento en uno de los bancos altos—, el problema es que siento que no te eduqué para arremeter contra ella en cuanto dijera algunas cosas que te molestan

—El problema no es que me molesten, el problema es la manera en la que lo dijo ma, tal vez no lo entiendas del todo porque no sabes todo lo que dijo y en verdad no lo voy a repetir, es bastante ignorante; y no deberías preocuparte por la manera en la que me educaste, creo que fue una buena educación, tanto como para saber que no porque ella sea de mi familia significa que tenga la razón en lo que hace o dice

—Dan tiene razón mi amor —intervino Jorge—, en realidad no veo un problema muy grande, lo que yo veo fue que ella puso una buena solución a toda esta situación con Andrea

—Y no es como si tú y la tía Angélica hayan peleado, en realidad ella debería agradecerme por haberle puesto un pequeño freno al monstruo que engendro

—Dan —se quejó mi madre.

—Es la verdad —defendí.

—¿Entonces... habrá castigo o no? —quiso saber Manuel sentándose a mi lado—, porque si lo hay tal vez debería aceptar la mitad de el, sobre todo cuando tal vez yo haya tenido que ver en su disgusto inicial

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora