Capítulo Noventa y Nueve

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Eran casi las once y media de la noche cuando por fin llegué a mi casa, realmente quería llamar a Danna, pero sabía que probablemente la despertaría, así que sólo envié un mensaje de texto y me di una rápida ducha antes de meterme en la cama. Y a la mañana siguiente cuando mi alarma comenzó a sonar pude darme cuenta de que su respuesta ya estaba ahí, en un pequeño icono que anunciaba un menaje nuevo que en cuanto leí me hizo sonreír.

Comencé a escribir una respuesta pero antes de enviar el texto decidí que sería una mejor idea llamarla, hasta que casi al sexto timbre respondió Manuel.

—Buenos días —saludó al otro lado de la línea.

—Ah... buenos días —respondí—, ¿estás usando el celular de Dan o llamé a tu número por equivocación?

—Lo estoy usando güey, no te espantes —respondió mi amigo riendo—, lo dejó en la cocina, pero supongo que no tarda en bajar... mientras tanto conversa conmigo —pidió.

—Ya que —murmuré en respuesta mientras tomaba mi mochila y bajaba a la cocina de mi casa.

—¿Qué pretendes con mi hermanita? —cuestionó con seriedad.

—Ya lo sabes —contesté en medio de un suspiro mientras mi hermana me observaba deambular por la cocina intentando servirme cereal—; hola —saludé a ella.

—Hola —respondió ella mientras seguía con su lectura y su desayuno.

—Bueno sí, pero soy su hermano mayor, estoy obligado a preguntar —inquirió mi amigo al teléfono.

—Ya te expliqué ayer y no quiero que si ella llega nos escuche hablar sobre el tema, es una sorpresa —le recordé.

—Que sensible eres, está bien, entonces, cuéntame otra cosa, estoy aburrido y Danna no baja, creo que se nos hará tarde si no se da prisa

—¿Cómo te fue con Adi el sábado? —cambié de tema, intentando matar el tiempo.

—No lo sé... ella es... diferente, por no decir rara

—Ese no es un cumplido que les guste, ¿lo sabes, no?, no puedes ir y decirle, Adi me gustas, pero eres rara

—Ya sé, obvio no lo digo de esa manera, me refiero a que, pues... es diferente, ella no está babeando por mí y mira que soy un excelente partido y eso es muy raro porque podría nombrarte a tres chicas del salón que estarían encantadas de que yo las llevara a su casa

—Ese es mucho ego, ¿no crees? —cuestioné observando a mi hermanita que realmente no me estaba poniendo mucha atención a mí, o a su desayuno mientras leía un libro sobre su regazo.

—Eh... no —decidió Manuel—, pero a eso me refiero con lo de rara, la situación es rara —explicó.

—¿Ese... es mi celular? —inquirió una voz ajena en nuestra conversación, me sentí sonreír cuando comprendí que la voz pertenecía a mi Dan.

—Dale el teléfono a mi chica, después conversamos —hubo un poco de ruido y una pequeña y hermosa risa que pertenecía a Dan del otro lado de la línea antes de que ella dijera algo.

—Buenos días —inquirió ella.

—Hola, mi amor —respondí sonriente, obteniendo una extraña mirada de la niña que leía frente a mí al otro lado de la mesa.

—¿Te veré en la escuela o te quedarás a descansar en tu casa? —preguntó.

—No te vas a poder deshacer de mí tan fácil preciosa, te veré allá —prometí.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora