capitulo 29

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Desperté de golpe sintiendo un frió en la cama que no me agradaba.
Tarde solo tres segundos en recordar lo que había pasado, miré a mi lado, donde ella tendría que estar dormida pero...
No estaba aquí, no estaba dormida a mi lado como lo estaba antes de cerrar mis ojos.
Me senté frotando con las manos mi rostro para terminar de despertarme, y miro la hora en el reloj de mi muñeca...
Suspiro al notar la hora y decido levantarme, tomo un pantalón de mezclilla azul y me lo coloco ya en camino a buscarla.
Abro la puerta de su alcoba pero enseguida me doy cuenta de que tampoco está aquí.
Donde esta?
Pienso revolviendo mi pelo.
Bajo las escaleras para encaminarme al gimnasio pensando que seguramente esté ahí, pero en cuanto estoy por llegar escucho ruidos desde la cocina, por lo que corrijo el camino y voy directo hasta ahí.
De inmediato mis ojos la descubren sacando alguna cosa del refrigerador, la imagen que golpea mis ojos me hace sentir impactado...
Luce realmente perfecta así como está en este preciso momento, sus piernas largas y desnudas, su cuerpo apenas cubierto por mi camiseta de Chicago, que le queda bastante suelta y cubre apenas sus muslos y ese pelo apenas recogido en un descuidado moño...
Me acerque sigiloso a ella y rodee su cintura pegando mi cuerpo al suyo mientras murmuraba.

- Parece que alguien necesita comer...

Su cuerpo pego un brinco de sorpresa al sentirme y no pude evitar reír mientras besaba su cuello.

- Dios!! Me asustaste, no hagas eso...

Dijo llevando una de sus manos a su corazón.
La giré con cuidado para poder robar un beso de su boca antes de hablar.

- Lo siento, pero es tu culpa...

Murmuré sobre la piel de su cuello y llenando mis pulmones de su perfecto aroma.
Apenas aparto un poco el rostro para fijar sus ojos turquesa en los míos enarcando una ceja y ya sujetando mi cuello.
Mmmm, esto se ponía muy interesante.

- Mi culpa?

Pregunto rosando mi boca.

- Aha... Su culpa mi señora, completa y absolutamente su culpa.

Juro que sonrió de forma tan sensual y divertida que estuve a un suspiro de devorar su boca.

- Y porque? Si puedo saberlo claro...
- Mmmm , porque me he despertado solo en la cama, porque estás aquí semi desnuda y peor aún porque has tomado mi camiseta de Chicago para cubrir ese cuerpo de pecado que posees privando a mis ojos de ver lo hermosamente sensual que eres...
- Bueno, en primer lugar lo siento, pero en realidad que este despierta en lugar de durmiendo en tu cama no es solo mi culpa. Eso es culpa tanto tuya como mía, tú me has acostumbrado a cenar y anoche no pude.

Respondió rosando mis labios en los suyos.
Que decir, que tiene razón.

- Y si he tomado tu camiseta de Chicago fue para no tener que ir a mi alcoba a ponerme algo de ropa y tu camiseta estaba cerca.
Y en tercer lugar, no puedo andar por toda la casa desnuda para brindarle placer a tus ojos, no serían los únicos que me verían...

Joder!! No puedo contradecirle, por ningún motivo querría yo que otros ojos sin ser los míos la viesen desnuda.

- Te concedo eso...

Dije antes de arremeter contra su boca a robar el aire de sus pulmones. Me fascina, toda ella me fascina.

- Será mejor que te alimente entonces...
- Ah?

Ohh esto prometía. Notar que con mis besos quedaba algo atolondrada podía servirme más adelante.
Sonreí de forma burlesca y volví a besarla de forma serena antes de volver a hablar.

- Digo que tendré que alimentar este cuerpo tan...

Tuve que detener mis pensamientos, porque de lo contrario la subiría a la encimera y...

- Ven, siéntate que ya me encargo yo de el desayuno.

Dije guiándola a una de las banquetas. Bese sus labios y me dispuse a la tarea de preparar algo para alimentar a mi mujer y de paso alimentarme yo también, porque tengo que reconocer que mi estómago gruñía como si tuviera una jauría de perros hambrientos.
Una vez, el desayuno está listo nos sentamos en la sala a disfrutar de este perfecto momento.
De más está decir que no la deje sentarse en otro lado que no fuera sobre mi. Y el porque es porque mis manos picaban por tocarla todo el tiempo. Desayunamos entre besos, caricias y risas. Disfrutando de sentirnos por fin libres de expresar nuestros sentimientos.
Un carraspeó de garganta nos saco de nuestra burbuja. Y es que esta mujer me tenía tan embobado que ni cuenta me di de que ya hasta había amanecido. 
Giré el rostro hacia la persona que interrumpía mi desayuno con mi mujer y me encontré con el veterinario que atendía a mis caballos.

- Disculpe usted patrón.

Dijo quitando de su cabeza el sombrero que siempre usaba. Lía de inmediato se quitó de mis piernas y se acomodó la manta que estaba abajo de nosotros para cubrir sus piernas desnudas. Estaba totalmente sonrojada. No pude evitar besar fugazmente sus labios mientras me ponía ya de pie.
Camine hasta detenerme frente a Saúl y le tendí la mano para saludarle

- Buen día Saúl, disculpa olvide que vendrías.

Dije recordando el motivo de que el estuviese a estas horas en la estancia. El hombre frente a mi estrecho su mano con la mía al responder.

- Buen día, No se preocupe. Aproveche el tiempo y estuve revisando a Sátira. Venía a informarle justamente de eso.
- Genial, si gustas puedes esperarme en el despacho.
- Claro, con su permiso...

Dijo asintiendo con un ademán de su cabeza y se encaminó directamente a donde le indique que podía esperarme. Giré para encontrarme con la mirada de Lía, mordía su dedo pequeño nerviosa y ansiosa.  Me acerque lo suficiente a ella, y bese su cuello cargando mis pulmones de su aroma.

- Lo siento, pero necesito hablar con Saúl...

Sonrió acariciando mi mejilla y negó más tranquila.

- Está bien, no te preocupes. De todas formas necesito tomar una ducha y hacer mis ejercicios.
- Mmm, me tientas cada segundo, y me encantas.
- Anda Nathaniel, tienes que atender al caballero.
- Lo sé, lo sé...
En fin, porque mejor no tratas de dormir unas horas y olvidas por hoy el ejercicio?

Pedí. Quería que descansara.

- Tu tranquilo, no pienso hacer más que una hora...
Ya bastante energía agoté anoche.

Tuve que soltar la carcajada. Esta mujer me encantaba. Y verla relajada y serena me daba cierta calma. Por un momento cuando desperté solo en la cama temí que ella se arrepintiera de lo que había pasado entre nosotros. Pero su actitud tranquila me demostraba que estaba bien, serena y cómoda conmigo.

Aunque no quise te comencé a amar... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora