Era una noche de verano donde las hojas de los árboles eran movidas por la suave brisa fría en medio de la penumbra, las calles estaban desoladas, iluminadas solamente con los faroles que ofrecían luminosidad tenue frente a las casas en aquel vecindario de clase media. Algunos autos circulaban a velocidad media sobre el asfalto que aún se mantenía tibio después de estar expuesto todo el día a los rayos del sol. El sonido de sus motores irrumpían el silencio de esa madrugada donde a lo a lo lejos, casi imperceptible podían escuchar unos gritos femeninos. En una habitación de aquellas casas se encontraba un niño que sostenía protectoramente en sus pequeños brazos a su hermano de solo una semana de nacido, apretaba fuerte sus ojos y sentía su corazón sobresaltarse dentro de su pecho cada vez que escuchaba el puño de su padre impactarse contra su madre, una vez más, otra maldita noche más donde el hombre llegaba ebrio golpeando a la mujer que recientemente había dado a luz. Arrugó su entrecejo sintiéndose impotente ante la situación, con su corta edad no podía hacer demasiado salvo esconderse tras la puerta del baño en su habitación tratando de resguardar al ser frágil que por suerte dormía plácidamente.
Apretó su mandíbula haciendo rechinar sus dientes hasta el punto en que dolió ¡Cuánto deseaba poder tener la fuerza para defender a su progenitora! Desde que él tenía uso de razón recordaba que ella sufría de los abusos del mal nacido de su padre, la mayoría de veces era la femenina quien prefería ser golpeada incansablemente por el tipo mientras le gritaba "Hijo corre, no te quedes a ver esto". El niño a veces la obedecía, pero hubo momentos en que se escondió para quedarse a observar qué tan cruel era su papá con ella, sus ojos llegaron a ver como en algunas ocasiones la desnudaba y la violaba pero no podía hacer más que aguantar sus ganas de llorar y de irse sobre él para defenderla. Sujetó con más fuerza al pequeño bebé entre sus brazos cuando escuchó que ella gritaba "Por favor ya no soporto, no me golpees más"... una lágrima rodó por su mejilla, era un cobarde por estar ahí escondido escuchando aquellas desgarradoras palabras que pronunciaba su mamá, pero juró que en cuanto creciera las cosas cambiarían, su hermano y ella nunca más volverían a sufrir y su bastardo padre pagaría todas sus fechorías.
Ending Flash Back
Movió su cabeza deseando borrar uno de los más crudos recuerdos de su infancia que a veces solía repasar en su mente, en aquel entonces solo era un chiquillo de escasos 12 años, desde ese entonces habían transcurrido 5 años más y ahora con 17 era casi un adulto. Los abusos por parte del viejo continuaron todo esos años de sufrimiento, resentimiento, rabia y dolor, pero por lo menos ahora podía hacer algo cada vez que ese desgraciado intentaba ponerle una mano a su madre, ahora podía defenderla de sus agresiones tanto a ella como a su pequeño hermano que no hacía muchos días había cumplido los 4 años.
El joven pateó una piedra en el camino posando su vista en el suelo que pisaba bajo sus pies observando su propio andar, suspiró irritado en un bufido cansado, esa mañana se dirigía a su nuevo instituto, ya eran 4 veces que lo recolocaban de colegio en ese año, y es que los directores siempre terminaban por expulsarlo alegando que no soportaban su conducta insurrecta, sabía que causaba problemas pero no le gustaba ser de otra manera, estaba consciente también que había razón para que lo sacaran de las instituciones... para lo que le importaba. No dejaría de imponer su voluntad antes las escorias de sus compañeros solo por mantener una buena imagen, sino lo obedecían no dudaría en propinarles la paliza que se merecían.
Vegeta entró al lugar con su mochila negra de cuero sostenida con una de sus manos en su hombro derecho, lucía desinteresado, y así es como se sentía, las estúpidas clases adonde quiera que fuera eran aburridas. Llevaba el uniforme desarreglado, su corbata estaba puesta en su cuello colgando hacia ambos lados pues no se había molestado en hacerse el nudo y arreglarla en su sitio, su camisa blanca formal manga larga estaba abierta casi hasta a la mitad dejando ver parte de su tórax descubierto... los botones solo eran un fastidio. Se adentró sin prestar atención en nada pues nada ni nadie le era relevante como para perder su tiempo y fijar su atención en alguien, conocía la rutina, las zorras siempre lo devoraban con la mirada y los varones lo veían con envidia, que más daba, eran solo basuras en su camino, nada importante.
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"Cuando cae la noche"
Romance» La vida siempre pone ante nosotros duras pruebas para superar, pero hay algunas que marcan nuestro destino haciéndonos difícil olvidar el daño que nos ocasionaron, todo parece perdido, hasta que llega a nosotros una persona especial que nos ayuda...