6. Sólo Para Mí

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Mangel

El hecho de dejar a Rubén solo en mi departamento carcomía a mis pensamientos, y no porque no le tuviera confianza, no. Él había venido a pasar tiempo conmigo y yo le había abandonado rápidamente. Fue muy grosero de mi parte, pero, debía asistir a esa cita.

El ambiente fuera del edificio era totalmente gélido. El sol se había ocultado hace no mucho, sólo escasas sombras de luz iluminaban el entorno. Los faroles comenzaban a encenderse, los autos comenzaban a emitir su iluminación artificial y las pecas del cielo aparecían en la más profunda lejanía.

Aferre ambos puños a la correa del estuche que cargaba conmigo, sonreí. La sola acción de pensar en Rubén y en su reacción al enterarse de todo, lograba crear un estallido de universos en mi interior. Pensar en su sonrisa y en el brillo de sus ojos despertaba un increíble sentimiento de calidez en todo mi cuerpo. Pensar en todo él, lograba encender a la más diminuta fibra que dormía en mi pecho, provocaba un cosquilleo en mis mejillas y la sensación de saltar demasiado alto y caer a una velocidad antinatural.

No caminé más de veinte minutos, el lugar a donde me dirigía se encontraba a una corta distancia -a mi parecer- de mi departamento. Inmediatamente entré al salón, el calor de la calefacción me recibió envolviéndome en un fino manto de bochorno. Sentía como mis mejillas tomaban de nuevo su color natural, pasé la punta de mi lengua por mis labios secos y le sonreí a la persona que me dio la bienvenida felizmente.

Había pasado una hora y media dentro del lugar, supuse en ese momento que había sido el tiempo suficiente durante ese día. Me despedí y escapé lo más rápido que pude al exterior, hacía un frío de los mil demonios. Me moví veloz por la acera, escondí mis manos en mis bolsillos, tratando de que el ambiente de octubre no pudiera exterminar el escaso calor que aun habitaba en mi cuerpo. Sentía como mis mejillas nuevamente se tornaban rojas, mis dientes superiores chocaban con los inferiores y creaban un sonido que me recordaba demasiado a mi imitación de las ardillas cuando apenas era un chiquillo de seis años.

El tiempo pasó demasiado lento, aun si caminé más rápido de lo normal, no pude contrarrestar el frío en mi cuerpo. Pude haber pedido un taxi, pero como soy un gilipollas a niveles inimaginables, olvidé mi dinero en mi mesa de noche, así que sólo había cargado mi cartera en balde.

Pensé en Rubén, ¿habría vuelto bien a su departamento? Ya le llamaría cuando llegará al mío. Me pregunté en si habría comido lo que le dejé, sonreí. Probablemente él habría pensado que le fue bien al ver semejante manjar, y después de probarlo, me la habría mentado.

Elevé la vista y vi mi edificio demasiado cerca. Corrí a su interior y sentí nuevamente esa calidez embriagándome. Subí las escaleras y sentí un inmenso alivio al ver la puerta de mi departamento. Al entrar no pude evitar sorprenderme por el amargo aroma a café que desprendía, dejé el estuche a un lado de la puerta y me dirigí a la cocina. El olor se intensificaba a cada paso que daba, cuando empujé la puerta, me encontré a Rubén con una taza blanca en su mano y una pequeña olla en la estufa encendida.

Él levantó la vista y sus ojos se hundieron en los míos, su rostro permaneció neutro dentro de los primeros cinco segundos, después, una débil sonrisa se dibujó en sus labios. Pude observar como diminutas gotas de café se escurrían por las camisuras de su boca, tragué saliva sonoramente y suspiré.

-Creí que tardarías más tiempo –habló cuando abandonó la taza vacía en la mesa.

-Igual yo, pero he podidoh salir temprano –hable mientras caminaba a la estufa y me servía un poco de café.

Me senté delante de él y pude observarle desde una mejor perspectiva. El cabello que caía por su frente se unía en pequeños mechones oscuros, dándome a entender que apenas había tomado una ducha. Recordé que la mitad de mi closet le pertenecía, así como la mitad del suyo a mí. Una escasa sonrisa se quiso escapar de mis labios al pensar en que parecíamos más una pareja que amigos. Más de una vez, nuestros conocidos no tan cercanos llegaron a dudar sobre nuestros lazos, pues varias veces llegaron a insinuar que entre Rubén y yo había algo más que una fuerte amistad. Yo en esos tiempos creía que era absurdo y algo sumamente estúpido, y... después, eso era lo que más deseaba. Que la delgada línea entre la amistad y el romanticismo se rompiera en mi relación con Rubén, poder cruzar esa barrera y tratarlo como él se merece, quererlo y consentirlo como a mí me gustaría.

Estrellas Latentes (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora