Dos Mundos

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I

Lo primero que Kacchan nota es el dolor.

Cuando parece que por fin su cuerpo ha vuelto a ser suyo y el aire vuelve a sentirse contra su piel, percibe todo su peso recargado sobre su costado izquierdo y su codo, la sangre que ha perdido humedece sus ropas, y la negrura delinea las formas de siluetas que revelan un lugar desconocido. A quien puede discernir como Deku está frente a él, tirado en el suelo y tratando de levantarse.

La luz llega de pronto, obligándolo a entrecerrar los ojos sólo por un segundo. Cree percibir a alguien por el rabillo del ojo y gira el rostro hacia ahí. Se pone a la defensiva de inmediato.

—Kacchan, ¿estás bien? —le pregunta Deku. Él lo ignora confundido, porque no es posible, no puede estarse viendo a sí mismo frente a él. Aunque nota ciertas diferencias. De altura, de musculatura. Su alrededor le indica que están en lo que parece ser una sala, dentro de una casa. Un escenario totalmente diferente e inexplicable. ¿Qué demonios sucedió con los otros dos? Para empezar. ¿Esto significaba que no habían muerto? Tal vez sólo los habían dejado inconscientes, tal vez los habían llevado ante nuevos villanos. Sí, debía ser eso.

En cuanto su yo falso hace un movimiento ligero y sospechoso con el brazo, Kacchan se levanta y, sin dudarlo, ataca primero. No dejaría que le tomaran la delantera otra vez. No podía perder. No dejaría que ningún bastardo siguiera lastimando al inútil manojo de heridas que estaba detrás de él.

Lo primero que hace es usar el sofá que los separaba como impulso para llegar a la altura del rostro del otro y lanzar una explosión tan fuerte como es capaz. Pero su brazo es empujado hacia arriba antes, desviando todo el daño al techo. Con la muñeca atrapada, trata de patearlo con sus piernas libres, pero el otro le jala del brazo y le arroja al suelo con más rapidez. Los momentos de quietud que había experimentado antes habían relajado a su cuerpo y habían hecho desaparecer su adrenalina. Estrellarse contra el suelo le dolió más de lo que debería haberlo hecho.

—¡Kacchan! —grita Deku al ver esa serie de actos que apenas habían tomado un segundo. Se levanta con sus piernas agarrotadas y trata de correr para detener al hombre que se ve como Kacchan y ayudar al Kacchan que conoce. Entonces ve a una nueva persona emerger por una puerta que estaba en un pasillo aledaño y, al girar su rostro para detenerlo, si acaso se trataba de un nuevo agresor, se sorprende al toparse con otro hombre que luce exactamente igual a él.

Se para en seco. Al parecer esa noche estaba destinado a encontrarse a todas las personas que conocía pero en una versión adulta. Incluyéndose a sí mismo.

El hombre que comparte su rostro también replica la mueca de sorpresa e incomprensión que aparece en la cara del joven heredero del OFA. Pero una explosión los saca a ambos de golpe de su estupefacción y los hace mirar al lugar donde los dos Kacchans están peleando. Tras ver que las cosas se pueden tornar feas, se miran una vez más y, como si los dos pudieran escuchar lo que el otro piensa, se les hace obvio que todo en ese lugar parece ser un gigantesco malentendido y que pelear probablemente no ayudará a resolver nada.

—Kacchan —llama esta vez el hombre adulto, con una voz serena pero a la vez ligeramente autoritaria. Se acerca al otro y le abraza por la espalda en el momento en el que el hombre pretendía prepararse para lanzar un nuevo ataque.

Mientras tanto, el Deku joven se arrodilla velozmente junto a su compañero que está en el suelo para intentar evitar que vuelva a levantarse para seguir peleando. Asimismo, explora rápidamente con los ojos sus heridas. Las heridas propias le escuecen. Su cuerpo gruñe con cada movimiento y se siente ligeramente mareado. Pero intenta mantener la compostura, indispensable para lidiar con esta situación tan fuera de control.

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