Coffee •Namjin•

Paso 3: Un chorro de agua caliente

Narra Jin

Un nuevo día, un nuevo café.
Sinceramene no me gustaba que se me acabase el café, pero tristemente pasaba. Aunque significa que puedo comprar uno diferente, un nuevo sabor.
Al ser un fanático del café, me encontraba probando una marca nueva cada vez que un pote se me acababa, o un café diferente. Ya que vienen en distintos sabores mi sueño es probarlos todos, porque sé que no me llegaría a disgustar.

Cogí mi bolso, mis saquitos de café, el termo de agua caliente y partí al colegio.
Hice como pude en el autobús para guardar cada una de las cosas que aún llevaba en mano puesto que estaba lleno, ni un asiento.

Al llegar me senté en la escalera principal del edificio a sentir el viento en mi cara, estaba fresco. Saque la bufanda que se encontraba en mi bolso y la enredé en mi cuello para luego subirla a mi cara y cubrirme la nariz.

Aunque podía refriarme, me gustaba ese fresco que nunca aparece en verano y te despierta.
Con tranquilidad me hice mi primer café del día, y de la misma manera lo tomé mirando el cielo el cuál aún estaba oscuro. Demasiado temprano.

Poco a poco aparecían más alumnos, todos con cara de recien levantados y bostezando. Eso me pasaría si no me tomase mi primer café.

Compañeros pasaban a mi lado y me saludaban con sus ojos caídos y sus ojeras que mostraban que no dormían del todo bien.
Cuando faltaban diez minutos para la primera clase me levanté y caminé, aún con mi café.
Fui al salón y de nuevo me senté en el medio, era un bonito lugar además de estar bien al lado de una de las ventanas más grandes.

Todos llegaron, menos Namjoon. Tarde de nuevo, pensé.
Anoche me envió un mensaje a las una de la madrugada, ahora si llegaba tendría un sermón.

Pasaron unos minutos y llegó el profesor. La clase dió inicio y aún aquel chico no llegaba.

Diez, veinte, treinta minutos y nada.
Desde que empezaron las clases, jamás había faltado, iba por la asistencia perfecta como yo.

Mientras hacía un ejercicio que nos había dejado el profesor, llegó.
Agitado, bien abrigado y con una nota en mano, ¿Qué habrá pasado?
Se acercó y se sentó a mi lado, ni siquiera cuando el aire no le llegaba a los pulmones se olvidaba de que conmigo se sentaba.
Se dió vuelta y me saludó. Se empezó a quitar abrigo para colocarlo detrás de la silla.

Copió el ejercicio y le ayude. Mientras le explicaba uno de los ítems, estornude repetidas veces. Nam, casi como volando, me colocó su abrigo. Le agradecí y seguimos.

Ya habría tiempo para preguntas después.

Calentito y grande tu abrigo, Nam.