Jaebum nunca se había planteado sus creencias. Desde pequeño le habían inculcado ciertas ideas con las que él se creía conforme y jamás se imaginó en sus 17 años de vida dudando de ellas. Sus padres habían sido sus principales referentes: conservadores y profundamente creyentes; y desde luego no querían que su único hijo fuese muy diferentes a ellos. Hasta entonces Jaebum no lo había sido. Siempre había cumplido todo lo que ellos dictaban y había asimilado cada creencia como suya, pero había algo en él que ni mil misas podrían cambiar: su orientación sexual, y su fuerte interés por ella.
Desde luego Jaebum no lo había hablado en ningún momento con sus padres, no es tan idiota. Menos sabiendo que sus padres explotarían si se enteraran de la clase de pensamientos lujuriosos que tiene. Si incluso supieran que todos ellos son con chicos, Jaebum ni si quiera puede hacerse una idea de cuántas veces le harían confesarse. Aunque bueno, en realidad solo se trata de un chico: Choi Youngjae.
Ese chico que había roto todos los esquemas de Jaebum. Lo había visto por primera vez en clase, en el instituto, y lo único que sintió hacia él fue rabia. Más tarde descubrió que ese odio estaba fundamentado en el deseo que llevaba años conteniendo y que Youngjae había conseguido liberar sin darse cuenta. O al menos eso pensaba él, que todos los detalles y actos del menor que para Jaebum eran terriblemente calientes, solo debían ser cosa de su imaginación y que el chico en realidad no sabía lo que estaba provocando en él. También descubrió que estaba equivocado en eso.
Youngjae parecía el clásico adolescente de apariencia adorable, a primera vista tan inocente como un crío y amable con todo ser viviente. Pero Jaebum, actualmente, ya sabe que eso es pura fachada. No existe ese Choi Youngjae inocente, todo lo que es en realidad se corresponde más con un chico dispuesto a disfrutar de su sexualidad al máximo y al que le gusta que sean duros con él y que le tiren del pelo. Y por alguna razón, al que también le gusta Jaebum, tal vez más de lo que querría.
El mayor nunca se ha planteado nada más que un atracción sexual: una muy fuerte, que hace que todo su cuerpo tiemble cada vez que ve los apetitosos muslos de Youngjae y que aún ni si quiera termina de aceptar; mientras que el menor ya no solo siente hormiguear su vientre cuando Jaebum le toca y su orgasmo se acerca, sino que ahora todo su cuerpo quema por obtener más de él.
-Mierda, Choi, para antes de que sea tarde -Gime el mayor, luchando como puede contra los labios y las manos traviesas del otro-. Aún estamos en el instituto.
-¿Y qué? Te quiero ya, no puedo esperar.
A Youngjae no parece importarle lo más mínimo que estén dentro de un armario de limpieza y que puedan ser descubiertos en cualquier momento, pero el mayor no está tan despreocupado.
-He dicho que aquí no, Youngjae -Habla firmemente, apartando a Youngjae de su boca.
El menos se rinde finalmente.
-Aburrido -Refunfuña.
-No soy un aburrido. No quiero que acabemos en problemas, es distinto.
-Pues vamos a otro lado.
-¿Y a dónde exactamente?
Jaebum no le toma en serio, eso Youngjae lo ve claro, pero no va a esperar hasta que terminen las clases para tener al mayor. Se acerca a la puerta, escuchando y cerciorándose de que no hay nadie por el pasillo. Sale del cubículo arrastrando a Jaebum a su paso y pasa uno de sus hombros por los del mayor, obligándole a agarrar su cintura y fingir que está cargando con él. Jaebum ya se hace una idea de lo que pretende, pero todo le queda mucho más claro cuando ve que se dirigen hacia la enfermería.