17. Lobo feroz.

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-Corre antes de que sea tarde.

-Cállate.-Luke se giró hacia mi.

-¿Decías algo?

-No, no.-Sonreí sin mostrar los dientes.-No te preocupes.

Arqueó una ceja y volvió a palpar con insistencia sobre la superficie de sus bolsillos.

-No las encuentra, no seas imbécil y huye. Si te das prisa todavía puedes coger el autobús de las ocho y media

Me mordí el labio y aproveché un descuido de mi acompañante para cogerme la cabeza entre los nudillos y apretarla con fuerza. Quizás así pudiese reventarme el cerebro de una maldita vez.

-¿Alison qué haces?-Alcé la mirada y me encontré con un preocupado Luke que me observaba interrogante. Noté como el rubor subía por mis mejillas.

-Emm...

-Bueno, no importa.-Apresuró a decir.-El caso es que acabo de encontrar las llaves. Así que ya podemos entrar.-Se frotó la nuca con vergüenza.-Siento la demora.

Asentí y rodé los ojos.

-No importa, sólo abre esa puerta.-Me miró sorprendido.-Estoy congelándome.-Expliqué

Me obedeció e introdujo una de las pequeñas llaves en la cerradura.

Allá vamos.

Un sonido metálico me indicó que ya era demasiado tarde para dar la vuelta, definitivamente, debía asumir los hechos.

Estaba jodida.

Cogí aire y entré sin quitar la mirada de mis propios pies, cuando la puerta se cerró tras mi paso me atreví a levantar el rostro con timidez, y observé con atención cada detalle.

¿Alguna vez os habéis preguntado cómo sería la casa del jefe de una de las empresas más negocializadas en en el mundo de la administración?

Porque yo sí, y era todo lo contrario a lo que tenía delante en esos momentos.

No eran unas largas paredes pintadas de vivos colores, y llenas de fotos, conmemoraciones y premios en las estanterías, ni tenía unos caros suelos de madera caoba, y en absoluto era una especie de palacio de Buckingham.

Era pequeña, con unas paredes teñidas de un pálido color marfil y un suelo de moqueta blanca. Un par de cuadros  a cada lado era lo único que podía divisarse, y no eran lo que se dice muy impresionantes.

Fruncí el ceño exhausta, y miré con rabia al imbécil que me había traído hasta aquí.

-Bromeas, ¿no?

-¿En cuanto a qué bromeo?-Sonrió vacilante.

-Esta no es tu casa, es imposible.-Caminé con paso decidido hacia delante y me paré en el medio de la sala de estar.

-Llevo viviendo aquí por cinco largos y dolorosos años.-Se acercó y posó su mano sobre mi hombro cubierto por la tela negra de mi sudadera.-No sabía que fueras tan materialista.

-¡No es eso!-Me apresuré a decir.-Es sólo que es extraño que todos mis pensamientos fueran justo lo contrario. Te imaginaba dueño de un gran chalet, o incluso una mansión...¿Por qué no compras algo más espacioso?

-No necesito más que esto.-Se cruzó de brazos mientras seguía sonriendo.-Para una sóla persona es más que suficiente.

-¿Y siempre has vivido tú sólo?-Su cara se torció, cerró los ojos y permaneció en silencio durante unos segundos, como si estuviese recordando algo.

Visions [ editando por finalización ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora