Cada semana existía el hábito de asistir al círculo social de nuestra comunidad y cultura, que además de ser selectivo, era una comunidad que exigía unas conductas necesarias para poder sentirse y poder formar parte de él, dichas exigencias eran prioridad para varios chicos y chicas de mi edad, y que además tenían el deseo de verse involucrados, así como para mí mismo, que para ser sinceros mi inclusión en dicho entorno se vio obligado por la fuerza y tenacidad de mis padres.
La asistencia al círculo era una vez a la semana, era eso y solo eso, no había más; pero, aun así, siendo una sola vez, el llegar, sentarse y juntarnos se tornaba en algo cada vez más emocionante y gratificante, y lo encontraba así a pesar de que no estaba involucrado por voluntad. Éramos miles -bueno en realidad apenas algo de un ciento y medio- sin embargo la confianza, amistad y otras sensaciones florecían como pétalos en primavera, claro está para los que éramos más próximos, pues dentro del circulo existían diferentes asociaciones que contenían una cantidad específica de adolescentes y jóvenes.
El círculo era un espacio de conversación sobre diversos temas que se podían debatir en dichas asociaciones y que además estaba a cargo de otro joven como nosotros, ni tan distante ni tan cercano respecto a nuestra edad; empero y en lo personal siempre asumí y estuve convencido que esa era la parte negativa de este círculo, aunque en fin, eso no era lo peor que uno podía enfrentar o imaginar, lo peor venía después de esa charla con el encargado.
Sobre esas personas que estaban a cargo de nosotros existían dos escalas superiores más fuertes y poderosas, los primeros eran los controladores quienes se encargaban que los miembros de las diferentes asociaciones cumpliesen las normas a cabalidad, así como que los responsables compartiesen el tema que correspondía a la semana; pero ahí no acaba todo, después y por encima de los controladores se encontraba el supervisor general, quien era el segundo en el orden de poder; pero que era el que más control ejercía y quien además de ser una persona muy y muy adulta –sin mofarme- era una persona que se fijaba demasiado en los detalles negativos, pareciendo un ser humano recio, rudo y poco amigable.Este supervisor general nos exigía un plenario después de cada diálogo que teníamos con los responsables, dicha actividad me parecía algo ociosa –pocos eran los que se atrevían a participar-; pero en fin obligatoriamente había que presentarse y lo más deseoso –creo que solo para mí- era la imperiosa necesidad de participar que me embargaba siempre, y que bien visto o no, me gustaba poner mis opiniones en el plenario, porque ello me hacía sentirme más útil a aquel círculo, más allá de si me pareciera un círculo útil para mi beneficio, y que además y solo –eso creo- en opinión muy personal -se pecaba en muchos y en especial los encargados- de soberbia e ironía de manera constante y persistente.
Semanas van, semanas vienen y el círculo empezaba a ser una idea central en mis pensamientos, poco a poco y contrario a lo que había creído en un primer momento, me empezaba a importar el pertenecer, el integrarme en el círculo. Ello como consecuencias de diferentes situaciones familiares y escolares, pues sí, aún estaba en etapa escolar, que a diferencia de mis amigos de escuela, no tenía tantos conocidos y peor aún, ninguno de ellos quiso formar parte de este círculo con lo cual todo parecía cuesta arriba.
Durante varios meses, el círculo se fue tornando algo bueno a pesar de lo que ya he descrito, pues encontraba más amistades, más oportunidades de seguir creciendo de manera social. De hecho aún con ello en ocasiones no asistía –a pesar que deseaba opinar siempre- y aducía escusas para poder deslindarme de ese monoteísmo en el cual se había ido tornado, algo pesado y tedioso, dado que llegó a aburrirme el solo participar y sin recibir una palabra de satisfacción o conformidad por lo que yo podía decir. Entre el bien o mal de mis comentarios me sentía absorto y dubitativo por no recibir comentario o al menos una mirada que digiera que hice algo productivo en expresarme.
Y en fin, fue así como el primer año pasó sin más que la rutina de asistir, y debo confesar también que evadirse era una opción personal, y creerse parte de algo en este mundo, mientras, las personas que me rodeaban conseguían hacer de su vida emocional un vagón de tren que va tan de prisa que no se da cuenta de las paradas que deja en el camino.
Y aún con todo ello no era tan malo el círculo, pues al menos podía tener la posibilidad de conversar y realizarme socialmente, dado que mis amistades habían crecido desmedidamente, en especial y como era costumbre mis amistades femeninas eran lo más agradable posible, aun existiendo algunos amigos masculinos que realmente valieran la pena; pero prefería relacionarme con chicas por su manera de expresarse, escuchar y comentar después de lo que hablaba con ellas, sin pensar que expresar mi forma de ser traería consigo grandes consecuencias negativas para mi vida futura –en ese momento no era tan importante- desde el plano sentimental hasta el plano social.
Aunque con todo ello, faltaba un año más de pertenecer a este círculo, no podía asegurar que iba a pasar, si acaso se mantendría el sistema de trabajo, de interacción o si quiera las mismas formas y modos de los tres niveles existentes en la estructura del círculo. Nada aseguraba si quiera que las personas y amistades que había hecho en ese momento continuarán para el siguiente año, sin embargo todos guardábamos dichas esperanzas, pues nuestros rostros reflejaban ese anhelo y los grandes deseos que teníamos.
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Mi amor por ti...desde tu nombre
Teen FictionHistoria de amor juvenil que cuenta la mística de este sentimiento perfecto. Basada en hechos reales