El bárbaro

Prologo

La tormenta sacudió el enorme barco como si estuviese hecho de papel.
Los rayos iluminaban el cielo que parecía caerse a pedazos aquella noche, mientras los marineros hacían lo imposible por mantener el navío y su precioso cargamento a flote.
Los hombres fornidos y de modales tosco se gritaban órdenes apenas audibles entre el caos de la tempestad.
Estaban acostumbrados a esta clase de episodios, pues eran algo usual en los mares del norte.
Aún así siempre estaba la amenaza de morir en el trayecto, la cual palidecía en comparación con las riquezas que obtenidas en cada viaje. 
Una motivación atractiva para cualquier hombre ambicioso, pero no lo suficiente para los inteligentes.
El capitán libraba una batalla contra el viento y el mar por el control de su nave, escupiendo improperios y agua cada que sus oponentes naturales ganaban terreno.
Estaba empapado y sus brazos empezaban a cansarse por el esfuerzo, pero su orgullo estaba en juego y él no se dejaría vencer por el caprichoso mar del norte. 
Ni esa noche, ni ninguna otra.
Con el viento cortándole la cara y el agua que le impedía ver más allá del timón, puso toda la fuerza en sus brazos y piernas.
En los primeros para maniobrar y en las segundas para no caer.
Pues en esos momentos un movimiento en falso podía estropear todo.
El cargamento que llevaban consigo era el más valioso de todo el año, por lo cual no podían darse el lujo de perderlo.
Antes morirían.